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domingo, abril 28, 2024

Un mundo sin rumbo: Resistencia y Prospectiva

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Nuestro presente suele ser muchas veces agobiante, desesperante. Hemos estado viviendo crisis de todo tipo: Económica, de salud, de las instituciones, del medio ambiente.  

Todos los días escuchamos que estamos ante algún tipo de desequilibrio. De hecho, creo que la crisis más profunda ante la que estamos como humanidad, es la falta de un desarrollo de conciencia de nuestras raíces terrenales y de comprender nuestro destino planetario. 

Estamos ante una gran barbarie, producto de la alianza entre las fuerzas virulentas de dominación, violencia y odio que actúan desde el comienzo de la historia humana y las fuerzas modernas tecno-burocráticas, anónimas y heladas de deshumanización y desnaturalización, como lo apunta el gran sociólogo francés Edgar Morin, en su libro “Tierra-Patria”. 

Tanto Morin como Ernesto Sábato coinciden en algo. Ante ideas totalitaristas, radicales, que no respetan la dignidad del hombre y la libertad, hay que resistir. 

Nos vemos enfrentados ante las tormentas de maldad, desprecio, indiferencia; azuzadas por seres que buscan generar la división entre hermanos y cuyas mentes oscuras y perversas solo esconden en la miopía de su ego estúpido y en la pobreza de su alma, la pueril y vulgar comprensión de su breve existencia terrenal. 

Ante esta barbarie, ante la enorme ola de inconciencia y brutalidad, la necesidad imperativa consiste en resistir al conjunto de aberraciones que escuchamos y vemos casi todos los días. 

Pero esto, argumenta Sábato, exige creación. Y la creación solo surge en la libertad y está estrechamente ligada al sentido de la responsabilidad. 

Complemento ese postulado del gran ensayista argentino con un extracto del hermoso poema aparecido en la película Invictus, sobre la vida de Nelson Mandela: 

 

“[…] Le doy gracias a los Dioses 

Por mi alma inconquistable. 

En las garras de las circunstancias, 

no me he estremecido ni gritado. […] 

Más allá de este lugar de rabia y lágrimas, 

Se cierne el horror de la sombra. 

No obstante la amenaza de los años, 

me encuentra y me encontrará sin miedo. 

No importa que tan estrecha sea la puerta, 

Que tan cargado de castigo el pergamino. 

Yo soy el amo de mi destino. 

Yo soy el capitán de mi alma”. 

 

Dueños de nuestras almas y capitanes de nuestros destinos, somos, sin lugar a dudas.  

Sin embargo, el ser humano de esta posmodernidad se encuentra encadenado al miedo de confrontarse a sí mismo. Y su libertad más preciosa, la del alma, se encuentra coaccionada y ahogada por una indiferencia bárbara para lanzarse a crear una realidad diferente. 

No hemos entendido que el ser humano sólo se salvará si pone en riesgo su propia vida por el prójimo, paradójicamente. 

A pesar de escenarios terribles y desgarradores que puedan cernirse sobre nosotros, la luz de la esperanza se asoma siempre. Hemos aprendido a superar las crisis que nos azotan, con su propia fuerza. Cito nuevamente a E. Sábato: 

“Hombres y mujeres, con el único recurso de la tenacidad y el valor, han luchado y vencido a las sangrientas tiranías […]. El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer”. 

Fundamental, obligatorio y crucial es soñar, imaginar y prospectar un porvenir más justo y sensato. 

Mozart, Beethoven, o cualquier maestro creador de grandes sinfonías lograba primero imaginarse en su mente las más sublimes notas que un día tocaría la orquesta. 

“Nunca desistas de un sueño. Solo trata de ver las señales que te lleven a él”, frase memorable de Paulo Coelho. 

La finalidad de la prospectiva no es adivinar el futuro, no es anticiparlo. Es un desafío que nos convoca a abrir las puertas de lo incierto. Nos invita a generar caminos por los que estamos invitados a transitar. 

Es asumir que el futuro se abre ante nosotros con múltiples posibilidades, y nosotros podemos ser los constructores de esos nuevos senderos. 

Por lo tanto, la prospectiva tiene que ser entendida como una herramienta metodológica y promotora de la creatividad que invita a la construcción de ese futuro partiendo de la base de que nada está decidido y todo está por crear.  

La prospectiva estudia el futuro para comprenderlo mejor y poder incidir sobre él.  La intención es idear el mejor futuro posible, sostiene el economista francés Michel Godet, catedrático especialista sobre prospectiva estratégica. 

Con todo un mundo a cuestas, cargado de escepticismo posmoderno, tiene sentido rescatar el valor de lo imaginado. Aún cayendo en el espacio de lo que algunos, de manera peyorativa, puedan calificar de utópico. 

Los Supersónicos, una serie animada de los 70’s, creada por William Hanna y Joseph Barbera, expone los “sueños utópicos” de los autores. Los Jetsons eran una familia del futuro. Se hablaba de que habitaban la Tierra en el año 2062. La serie fue creada en 1962.  

Impactantemente, quién se imaginaría que en este momento, varias de esas utopías son una realidad. La prospectiva de los escenarios a ocurrir se adelantó. En menos de 100 años, las video-llamadas; el trabajo en casa o home office; las video-consultas médicas; robots que aspiran la casa… No estamos muy lejos de lograr tener autos que transiten las carreteras del aire. Si no, preguntémosle a Elon Musk o a Jeff Bezos. 

No se trata de crear ciencia ficción. No es pura imaginación, ni se trata de inventar un mundo futuro totalmente desconectado con el presente.  

La pretensión es siempre comprender de mejor manera el presente para poder actuar, para mejorar nuestros pensamientos y nuestras acciones.  

El pasado se ubica en la dimensión de los hechos cumplidos. Allí nada podemos cambiar.  

El pasado, la historia, las memorias… son objeto de estudio y de conocimiento. Maravilloso conocimiento.  

Ese pasado puede ser referido y evocado; puede dar lugar a añoranzas o desasosiegos, pero son hechos rigurosos e inmodificables para nosotros.  

El futuro, por el contrario, nadie lo ha predeterminado aún. Todavía no existe. Es un lienzo en blanco.  

En ese sentido, el futuro es espacio de libertad y, al mismo tiempo, un lugar donde es posible ejercer nuestra cuota de poder asociada a la voluntad.  

El futuro de los actores sociales (léase organizaciones, empresas, organismos públicos) depende de lo que hagamos en el presente. 

El desarrollo humano exige, actualmente, estar vinculado a la idea del bien público y su construcción es una responsabilidad del conjunto de la sociedad.  

Lo público se configura en las relaciones entre los actores sociales. Es necesario abordar la reconstitución y resignificación de lo público, como lugar simbólico de la sociedad. 

Pero también como espacio material de participación, de construcción de alianzas y elaboración de propuestas.  

Cada una de las acciones que emprendamos hoy estará delineando, de manera inequívoca, el futuro que nos espera.  

Entonces ¿Por qué pensar el futuro apenas con las imágenes que nos acompañan del pasado? ¿Por qué apoyarnos solamente en nuestras experiencias y no darle lugar al pensamiento creativo y a la construcción de escenarios que atiendan a las nuevas variables que surgen de los estudios y análisis del futuro? 

Agustín Merello, periodista ya fallecido y originario de Cádiz, España, comenta: “Estamos en realidad impregnados por una mirada positivista de la ciencia que, basándose en una pretendida rigurosidad metodológica, ha menospreciado el valor de los sueños”.  

La imaginación y las utopías han visto reducidas la verdadera dimensión de su aporte. Tan imprescindible para construir el futuro deseado. 

Se trata de volver a darle a la creatividad y al pensamiento utópico el sentido genuino del que están imbuidos: Dinamizar la acción del presente y dirigirla hacia un mañana, demandado colectivamente.  

Es la manera de dotar al presente de una orientación que permita crear el futuro antes que padecerlo como algo que se nos impone y que resulta prácticamente inevitable. 

Significa también asumir el protagonismo que nos corresponde como sujetos de nuestro propio destino y de nuestro propio desarrollo. Es tomar decisiones ahora para que el futuro no nos sorprenda y que, por el contrario, se aproxime lo más posible a lo que deseamos e imaginamos. 

Agrega Merello: “La prospectiva es primero un acto de imaginación selectiva y creadora de un polo deseado, luego una reflexión sobre la problemática presente (para confrontarla con la deseada) y por último una articulación ensambladora de las pulsiones individuales para lograr el futurable (futuro deseable)”. 

Termino citando al director del Centro de Pensamiento Estratégico y Prospectiva de la Universidad Externado de Colombia, el profesor Francisco José Mojica: “El gran reto de la prospectiva está en romper el corto plazo, porque es fundamental ver hacia delante”. 

La gran apuesta para todos los ciudadanos del mundo es soñar, imaginar, prospectar y construir nuevos proyectos de país. Incluyentes, prósperos, justos, equitativos… Y con el liderazgo del Estado, integrar las propuestas de la sociedad civil, el sector productivo y la academia. 

No podemos construir las naciones del mañana si dejamos que el encono, las mentiras, la violencia, las simulaciones y los engaños, sigan alimentando las torrentes sanguíneas de nuestro planeta.  

Comencemos a cambiar la energía y el ánimo de este mundo. Cambiemos de actitud. El futuro sostiene la prospectiva, está en nuestras manos. 

Está en nosotros, en nuestra voluntad, en nuestra decisión libre y en el uso adecuado de nuestras capacidades crear el futuro que deseamos.  

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