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viernes, mayo 3, 2024

La orgía de la sangre (tratado mínimo de la venganza y el cobro de facturas)

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La máxima favorita del cacique Gonzalo N. Santos no era “la moral es un árbol que da moras”.

Había otra a la que sucumbía: “Paciencia, mala fe y acometida de tigre”.

Y la complementaba con otra: “Más vale comer nabo que comer ansia”.

La paciencia es un don, ya lo sabemos.

En política —sobre todo en la política mexicana—, los eventuales ganadores se ponen hielo en la nuca —durante la temporada de campañas— para no calentarse y estallar.

Saben que después de que ganen las elecciones llegará la hora de recoger moras.

Siguiendo con la máxima de N. Santos, después de la paciencia viene la “mala fe”.

Es decir: la mala leche: la mala hostia.

La mala fe tiene que ver con el ámbito de lo tenebroso, de la venganza, del cobro de facturas.

Los agravios se cobran en el momento justo.

Ni antes ni después.

El que adelanta la mala fe puede perderse la fiesta de la sangre.

Y ya sabemos que ésta es la orgía perfecta.

Cuando la venganza es puntual, se dice que se juntaron el tiburón con la sangre.

La mala fe, pues, es la antesala de la “acometida de tigre”.

En esta trama, el tigre se aproxima lo más posible a su presa sin ser visto.

Como en un poema de Octavio Paz, es león que se agazapa para saltar.

La presa no debe oler al cazador, por lo que el tigre no debe deslizarse en la misma dirección del viento.

(Hay ciervos heridos —como en un poema de José Martí— que tienen un sentido del olfato brutal).

Lo demás es silencio, como en Shakespeare.

Un silencio parecido al relámpago, que unas veces nos ilumina y otras nos parte.

(Como en un poema de René Char).

La acometida de tigre debe tener la velocidad de la luz, hija natural del relámpago.

Primero viaja la luz, luego el estruendo.

Y a éste le seguirá el chillido de la presa, hijo natural de la agonía.

Regreso al complemento de la máxima favorita de Gonzalo N. Santos:

“Más vale comer nabo que comer ansia”.

(“Mas vale comer verduras sazonadas con amor que toro engordado con odio”, diría la Biblia en los Proverbios).

El que come nabo inhibe el ansia.

El ansia es mala consejera.

Es como la usura.

(“Con usura no tiene el hombre casa de buena piedra”, diría Ezra Pound”).

Si el vengador sigue estos consejos tendrá durante varios años algunas presas bien afeitadas, listas para cazar y comer.

Elías Canetti, un pensador búlgaro que escribía en alemán y que obtuvo el Premio Nobel de literatura, tardó cuarenta años en escribir su gran obra: “Masa y poder”.

Ahí se leen unas líneas que remiten a las que de manera rupestre pergeñó el cacique Gonzalo N. Santos:

“El secreto se halla en la médula misma del poder. El acto de acechar a la presa es mantener un secreto de los movimientos a seguir. Se utiliza la sorpresa, lo inesperado como arma”.

Hay quienes juran que Claudia Sheinbaum va a desconocer a Andrés Manuel López Obrador en el momento en que la banda presidencial le sea colocada.

Y más: cuando se siente en la silla del águila.

Es naturaleza humana, aseguran.

¿En dónde termina la lealtad?

¿En qué momento empieza la deslealtad?

Termino esta columna con una frase que de unos días para acá me da vueltas en la cabeza:

El mundo es un lugar malvado.

Brutalmente malvado.

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