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viernes, abril 26, 2024

La guerra mediática

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El poder se ejerce de múltiples maneras y de muchas formas.

Así como existe un poder político también existe un poder mediático.

Durante la campaña del 2016 en España, el dirigente de Podemos, Pablo Iglesias, fue acusado en medios de comunicación por haber recibido 272 mil euros del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, para la organización política de su partido, a través de una supuesta transferencia bancaria a su nombre.

Las “pruebas” de esa acusación fueron recibos hechizos. La semana pasada se dieron a conocer audios en los que se revelaba un complot para publicar, a sabiendas de la falsedad de la información, la acusación del 2016 contra Pablo Iglesias.

La publicación y la difusión de esa noticia se llevó a cabo, en pleno proceso electoral español del 2016, a pesar de que era falsa.

El periodista Antonio García Ferreras de la Sexta reconoció en una conversación con el excomisario José Manuel Villarejo la falsedad de las acusaciones contra Iglesias.

El periodista aceptaba en esa conversación que la información era falsa, pero a pesar de eso, la publicó en el medio de comunicación la Sexta y el 6 de mayo del 2016 le dio la voz a quienes acusaban a Iglesias.

Los medios de comunicación funcionan en España y en los países latinoamericanos como instrumentos de los poderes fácticos.

Los asesores de marketing político aconsejan en los cuartos de guerra, desde estrategias de polarización hasta la difusión de versiones a modo, versiones a medias en contra de los opositores y en algunas ocasiones, hasta fake-news que infrinjan algún daño a la imagen pública del opositor.

Vivimos en una época de la posverdad. Una posverdad en la que los medios de comunicación sirven, algunos de ellos, a la difusión de fake-news, o de versiones frágiles.

(La posverdad no es más que un cliché para señalar algo más profundo: la época de la muerte de la política democrática, la afirmación de que la voluntad de poder debe imponerse a toda costa, sin medir ningún costo ni social ni político. Posverdad y neoliberalismo han ido de la mano.)

La publicación de noticias falsas de los medios de la derecha española contra Pablo Iglesias muestra el formato con que se fabrican noticias para dañar el curso de la vida política en un país. Además, también exhibe, que algunos o muchos de los medios de comunicación responden, más que a sus audiencias o a un compromiso con la verdad periodística, a agendas del poder.

El mismo Iglesias, hoy retirado de la vida política en España, ha expresado en su podcast La Base, que la objetividad periodística proclamada por los medios de la derecha en España es una expresión ideológica. Que esa “objetividad” es una ideología para engañar a sus audiencias y expresar opiniones ideológicas disfrazadas de información.

La guerra mediática está ahí.

Cuatro presidentes latinoamericanos externaron su apoyo a Podemos y a Pablo Iglesias por las revelaciones de esta campaña sucia que sufrió Iglesias durante la campaña electoral del 2016.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador; el presidente de Argentina, Alberto Fernández; el presidente de Chile, Gabriel Boric, y el presidente electo de Colombia, Gustavo Petro. Además, de los presidentes de América Latina, también se solidarizó con Iglesias, Jean-Luc Melénchon, líder de Francia Insumisa.

Como escribió Iglesias en un tuit de agradecimiento: “La izquierda latinoamericana sabe aún mejor que nosotros lo que es sufrir el acoso de las cloacas mediáticas.”

Las cloacas mediáticas, como les denomina Pablo Iglesias, existen en cualquier país latinoamericano donde la izquierda haya buscado alguna vez el poder. Para la izquierda, ganar el poder también implica enfrentarse a los poderes mediáticos que sostienen a los gobiernos.

En el viejo México, el zar de Televisa, Emilio Azcárraga empuñó una frase genial: “Televisa es un soldado del PRI, un solado del presidente”.

La frase de Azcárraga estigmatizó a los medios de comunicación.

Por lo menos a aquellos medios que vivieron al amparo del corporativismo que promovió el PRI.

Cualquier transformación política quedaría incompleta sino transita también por la desmontar la estructura entre medios de comunicación y el Estado mexicano. Por revertir, la creencia priista de que los medios de comunicación deben estar al servicio del Estado mexicano.

Luego de la masacre estudiantil de 1968, al día siguiente del 2 de octubre, los medios fueron funcionales al Estado mexicano.

Por ejemplo, el periódico El Sol de México, de la cadena del coronel poblano García Valseca, publicó en su titular la siguiente joya: “Responden con violencia al cordial llamado del Estado. El gobierno abrió las puertas al diálogo.”

La Cuarta Transformación no se ha esforzado mucho en modificar esa estructura corporativa, esa hidra de mil cabezas.

No existen en ningún nivel de gobierno, una política de comunicación gubernamental que trascienda al viejo Estado mexicano.

Colocar a las audiencias y los derechos de las audiencias en el centro de la comunicación, y colocar los derechos de las audiencias en el centro de la llamada relación medios de comunicación-Estado es la premisa básica de esa agenda olvidada.

No se trata, siguiendo el vocabulario de Iglesias, cambiar a las “cloacas mediáticas” de color, sino desmontarlas totalmente.

 

La confianza en los medios

De acuerdo con el informe del Instituto Reuters Digital News Report 2022, dado a conocer en junio de este año, en México solamente un tercio de la población confía en los medios de comunicación (37%).

Los cinco medios que mayor confianza reciben de las audiencias son: CNN (72%), Milenio Noticias (65%), El Universal (64%), Imagen (63%), El Financiero (63%). Los medios locales poseen un (58%) de confianza. El medio que reporta menor confianza es Televisa (51%).

Un 18% de los encuestados considera que los medios son libres de influencia política indebida.

La encuesta señala que en México las personas comparten noticias a través de Facebook (61%), YouTube (37%), Whatsapp (30%), Twitter (16%), Instagram (14%) y Facebook Messenger(11%).

México es uno de los países en los que se usan de manera frecuente las redes sociales para compartir información, y desde el 2017 declinan los medios impresos en la medición del Instituto Reuters.

El reporte se realizó a través de encuestas en línea y abarca los meses de enero y febrero del 2022.

La encuesta muestra que los medios de comunicación más confiables se encuentran en Finlandia, donde 69% de los encuestados en ese país confían en sus medios de comunicación.

Le siguen países como Portugal (61%), Sudáfrica (61%), Dinamarca (58%), Kenia (57%) Países Bajos (56%), Irlanda (52%), Noruega (56%), Bélgica (51%), Alemania (50%).

La confianza de los medios de comunicación en Estados Unidos va en picada. En un año, los medios estadounidenses perdieron 3 puntos. Actualmente apenas 26% de las personas confían en los medios de comunicación estadounidense. Eslovaquia es el otro país que tiene el mismo nivel de confianza que Estados Unidos (26%).

Son los dos países con la menor confianza de sus audiencias en los medios de comunicación.

Estos datos arrojan una desconfianza en los medios de comunicación y la necesidad de que estos medios no estén alojados en el cuerpo del sistema político.

***

Ya se me regó el café de la emoción, y también hay que hablar de la temporada de la NFL, de Stranger Things y del capitalismo salvaje.

Se me quedó en el tintero escribir sobre la Metamorfosis de Kafka. También omití escribir sobre las literaturas post-autónomas, un concepto audaz, y quizás algo neoliberal, de la crítica argentina, Josefina Ludmer. Ya llueve, buen augurio para el martes.

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