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viernes, abril 26, 2024

Reflexiones personales a partir de Las malas de Camila Sosa

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I

Sergio Pitol –al menos para mí– junto con Enrique Vila-Matas son los escritores que más ahondaron en una narrativa sin “género literario” o una especie de “literatura camaleónica”.

Sus obras, o la mayoría de ellas, mezclan tan bien la autobiografía, la crónica, el relato, la ficción y la memoria/diario que entregaron al lector un auténtico palacio narrativo.

Difícil no identificarse en sus historias o sentirse testigo, en tiempo real, de la contado.

 

II

Sensación similar me dio al enfrentarme a Las malas de Camila Sosa Villada (Tusquets/Planeta, 2021).

Una novela cuyos cimientos descansan en otra serie de textos publicados en su blog: La novia de Sandro.

Cuento de hadas al puro estilo de los hermanos Grimm: belleza y terror danzando en favor de una historia que lo mismo se cuenta al calor de una fogata o en una celda para hacer menos densa la espera de la ansiada libertad.

Es un viaje por el mundo trans donde Camila se disfraza de Virgilio para llevarnos por los pasajes más tortuosos y redentores.

Es una constancia de vida y al mismo tiempo un texto de protesta o denuncia sin caer en una narrativa panfletaria.

Es un libro urgente para estos tiempos de violencia, crueldad, frialdad y antipatía.

 

III

Estoy convencido que el arte no hace mejor ni peor a un ser humano.

Se puede ser un gran artista y al mismo tiempo un ser humano despreciable o ser una persona inculta, pero la más amorosa en todo el planeta.

Sin embargo, creo y estoy seguro: el arte es el mejor vehículo para confrontarnos con nuestros miedos, carencias y monstruos.

El arte, casi siempre, nos cuestiona, nos confronta.

Y, a veces, también abre viejas heridas o nos invita a visitar algunos recuerdos que permanecían en el cuarto de trebejos de la memoria.

 

IV

En entregas pasadas, mencioné que fui alumno del Colegio Benavente. Allí estudié la primaria y –salvo algunas amistades que aún frecuento y quiero– es un episodio de mi vida que preferiría eliminar.

En dicho lugar, conocí que tan crueles podemos ser de niños y que: lo católico o religioso no quita lo inhumano o cruel.

Actitudes o comportamientos, cuyo origen descansa en la famosa educación machista.

De chico y adolescente, siempre escuché frases como:

 

  • Los hombres no lloran, así que aguántese como los machos.
  • Acuérdate que cómo te ven, te tratan.
  • Dime con quién te juntas y te diré quién eres.
  • No te juntes con ese compañero, es afeminado y se te puede pegar.
  • Las calificaciones son más importantes que tus dramas por una novia.
  • Llora por cosas que valgan la pena: una mala nota, pero no por una novia.

 

En ese Colegio se era alguien o se existía sólo sí: vestías con ropa de marca, tenías los tenis de moda (Nike, Reebok, Fila), estabas inscrito en el Parque España, eras parte de alguna selección deportiva, la banda de guerra, la escolta o eras alumno de buen promedio.

Allí no se era un número de lista o un apellido. Se existía a través de los padres, pero no como individuo.

 

V

Si yo sentí que mi infancia no fue la mejor; la que llevan o llevaban las personas que integran la comunidad LGBTTIQ+, seguro es más compleja.

Novelas como Las malas de Camila Sosa, quizá, sean un gran vehículo para comenzar a ser más empáticos y cuestionar nuestros comportamientos hacía con cualquier ser humano.

 

VI

¿Y tú, hipócrita lector, de qué lado de la moneda te encuentras?

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