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jueves, marzo 28, 2024

Testamento de la esperanza

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¿Por qué hablar de testamentos cuando el presidente López Obrador está, casualmente, en la fase más importante de la transformación que propone para la nación?

¿Por qué el líder político con el más amplio respaldo popular político que se haya registrado en la historia nacional tiene que someterse a ese proceso tan humano, tan humilde, pero tan real inevitable y necesario?

Todos tenemos, en algún momento de nuestras vidas, la necesidad y algunos casos la convicción de la obligatoriedad para hacer de nuestra existencia algo que trascienda al futuro y nos permita un recuerdo, al menos, positivo de lo que pudimos hacer al construir nuestros caminos individuales y colectivos.

Frente al espejo de la realidad todos tenemos que admitir temor, insatisfacción y arrepentimiento porque lo único cierto es que nuestra vida transcurre entre lo que supimos comprender y lo que supimos hacer y, en las dos, ninguna admite que comprendimos bien todo o hicimos todo lo que teníamos que hacer y rechaza, por supuesto, la satisfacción de la plenitud… a todos siempre nos faltó algo por hacer; a todos nos tocó incomprender o comprender erróneamente algo, en algún momento.

Ninguno está exento de ese riesgo. Ninguno estamos a salvo de pagar los costos del error y la insistencia del error. Para ser más justos, tampoco podríamos evadir las consecuencias del acierto porque, siendo decisión humana, sirve a alguien y perjudica a algunos.

Cuando el Presidente habla de su testamento político, razones tendrá para ratificar aún en momentos difíciles de su propia vida los compromisos que todavía tiene pendientes con la nación. Es un ejercicio de honestidad que confirma la responsabilidad ante sus propias ideas y con los compromisos contraídos. Admite la necesidad de que su trabajo y sus efectos también dependen de quienes, partidarios o no, estamos involucrados en su contenido.

Por eso, hablar de su testamento es recordarnos lo humano de su liderazgo.

Al hablar de su testamento político, el Presidente acude a la esperanza, primero, de que entendamos su liderazgo, asumamos con él los costos y riesgos, los aciertos y los beneficios, de una responsabilidad que depende de todos, con él o sin él, y luego de que su propuesta pueda continuarse sin desviaciones, sin dilaciones, sin cambios de objetivos.

Una transformación nacional, como él propone establece un horizonte de vida que rebasa todas las posibilidades de la existencia personal del Presidente y de quienes ahora leemos este texto.  Nos reubica en el terreno de los mortales y nos recuerda lo efímero de nuestra existencia, lo frugal de nuestros resultados, lo fugaz en la validez de nuestras decisiones y lo inútil de las polarizaciones. Nos llama a una unidad que aún no tiene toda la fortaleza de trascender el tiempo.  Por eso a él le preocupa su movimiento. Al compartirnos que tiene un testamento político sólo es para que construyamos la esperanza de continuarlo.

Y sabe el Presidente que sólo puede acudir a la solidaridad y a la inteligencia de todos para continuar su proyecto de transformación y evaluar si su liderazgo fue útil; si sus propuestas seguirán siendo pertinentes cuando precisamente él ya no esté presente y la eficacia de su recuerdo amenace borrar del registro histórico nacional toda mención de su liderazgo.

Ahí es donde la inteligencia de Andrés Manuel se enfrenta a la verdad: Saber si su transformación ya es de todos o continúa solo en su mente.

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