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viernes, abril 26, 2024

Mircea Cãrtãrescu

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A mi amiga escritora Ana Cosultchi, rumana,

y a mis alumnos del curso de literatura rumana.

 

Este gran escritor ganó el premio más importante que otorga la FIL de Guadalajara. Leí su novela Solenide y quedé deslumbrado. Allí nos cuenta que, siendo un joven poeta, leyó a sus colegas su poema La caída y lo hicieron añicos. Allí murió el escritor que se haría famoso (aunque terminó siéndolo). Decidió entonces que iba a escribir para sí mismo, sin preocuparse de lo que pensarían los demás de su obra. No sólo eso, se propone “avanzar en la historia de mis anomalías”. *** Es un escritor mitad costumbrista, que nos muestra a su ciudad desolada y sombría: “Bucarest es el museo de la melancolía y la ruina de todas las cosas” y mitad dueño de una fantasía que lo acerca a la estirpe de E.T. Hoffmann y sus cuentos fantásticos y de H.P. Lovecraft y sus mitos de Ctulhu. *** Define al mundo como “un test de inteligencia, amor y fe”. *** Tuvo un hermano gemelo que murió cuando era niño. Se definió desde entonces como un ser mutilado. De niño su mamá lo vestía de niña. Lo vivió como algo normal, hasta que un día su mamá “se puso del lado de los dentistas” que lo torturaban. Nunca más aceptó la ambigüedad. *** Quiere escribir una literatura que sea “una levitación sobre la página, sin nada de contacto con el mundo material”. buscando siempre “la fractura del muro”, ese instersticio donde habita lo que nos explica el mundo. *** El narrador compra una casa que está construida sobre un “solenoide” un aparato con bobinas eléctricas que inventó un discípulo de Nicolas Tesla. Cuando se activa, él hace el amor con su amiga Irina “levitando”. Al final de la novela, será la propia Bucarest la que “levite” y se eleve por los aires. *** Afectado de tuberculosis, es enviado a un sanatorio, su “montaña mágica” (en referencia a la novela del mismo nombre de Thomas Mann) donde ocurren cosas siniestras y de donde, finalmente, logra escapar. *** Cuando levita con Irina, alcanza “el polvo dorado del orgasmo”. *** Habla de la niñez con una claridad prístina, quizá porque nunca ha dejado de ser niño: “Para un niño nada resulta extraño porque él vive en la extrañeza”. Cãrtãrescu también vive en la extrañeza. Por eso su escritura es deslumbrante. *** En la novela menciona a sus autores favoritos: Kafka, Maupassant, el conde de Lautréamont, Nérval y su “sol negro de la melancolía”. Admira profundamente también a Beckett y su obra Esperando a Godot y a Borges y su cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertiius.” Así como a Lewis Carroll y su Alicia en el país de las maravillas. Como ese personaje maravilloso, el autor romano busca “la salida de la cárcel siniestra del mundo”. *** Cãrtãrescu afirma: “No creo en la ficción” y “Ningún libro tiene sentido si no es un Evangelio”. Hay que describir, contar, la Verdad. Es lo único que vale la pena decir. *** Afirma también: “Nada nos define mejor como la dulce tortura de la nostalgia”.

Mircea Cãrtãrescu merece el premio FIL y muy probablemente se convierta en el primer escritor rumano en ganar el premio Nobel, logrando que lo que no alcanzaron Panait Istrati, Emil Cioran, Tristan Tzara o Eugène Ionesco. En Solenoide recuerda como la lectura de El tábano, de Ethel L. Voynich, en su infancia, lo conmovió hasta hacerlo llorar y marcó su vida. Después, señala que: “Quizás sólo leamos para regresar a la edad en que podíamos llorar con un libro”.

Mircea Cãrtãrescu es un enorme escritor.

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