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miércoles, mayo 15, 2024

Teoría del fracaso

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Desconfío de la gente que se rinde ante el fracaso y se regodea en él.

El fracaso no existe.

Existe el golpe contra la realidad, que no es en esencia fracasar, sino la única oportunidad de abandonar la concha que habitamos.
Perder tampoco es sinónimo de fracaso.
Perder es la única ruta confiable para poner en acción nuestro lado creativo.
Nada se gana sin estrategia. Y ninguna estrategia surte efecto sin paciencia, sin anteponer el silencio en un mundo lleno de ruido.
Todo el mundo es en sí un mundo raro.
Y ser raro está estrechamente relacionado con el hecho de no parecerse a todos.
Si nos deshacemos del ideal romántico y del miedo a reconocernos sin buscar afinidades que nos unan, uno no se parece a nadie (aunque para reconfortarnos nos repitamos hasta el hartazgo que en algún lugar alguien nos comprende, cuando la
comprensión absoluta es otro mito genial).

En términos prácticos, nadie puede entrar en los recovecos de una mente ajena, lo cual es maravilloso porque la vida sin misterio sería francamente insoportable y aburrida.

Se pueden intuir e interpretar los pensamientos de los otros por una suerte de adivinación que nada tiene de magia y sí mucho de oficio y experiencia. Dejemos
que el péndulo flote hasta que el equilibrio lo devuelva su punto de origen… entonces terminará la lección, obtendremos sosiego y no buscaremos respuestas en los demás. Las cosas son perfectas tal y como pasan y cuando pasan. Nada llega antes ni después.
Nada cambia si se fuerza, y el hoy no está constituido por completo de cosas nuevas (el sol de ayer es la misma estrella que ha estado muriendo desde hace siglos). Y el hoy es más bien el perfeccionamiento del pasado (remoto o inmediato): pruebaerror-rectificación y duda.
Desconfío de la gente que no tiene miedo de sí misma.
El miedo es la protección más eficaz para evitar la catástrofe, ¿y qué es la catástrofe sino el cambio intempestivo de un sistema en movimiento que se provoca por una mínima alteración de uno de sus parámetros?
Despertar de un sueño reconfortante es una catástrofe, como también lo sería dormir la víspera y despertar el día anterior.
Le tememos a las crisis, como si las crisis no fueran el mejor canal de parto para que nazca lo nuevo.
Todo lo queremos siempre (perfecto) a la primera, cuando si lo pensamos bien, la primera opción sobreviene del arrebato, de la emoción.
La segunda opción suele ser más asertiva por haber sido calculada y meditada.
La segunda oportunidad (u opción) sería equiparable a la variación musical; ¿y no es la variación una suerte de repetición que se trasciende?
Johann Gottlieb Goldberg no sabía que en sus estudios de clavicordio
iba a reinventar el Aria con variaciones diversas para clave con dos teclados que compusiera su maestro, Johannes Sebastian Bach (esa fucking superstar del barroco). Y ni Golberg ni Bach supieron nunca de un canadiense llamado Glenn Gould iba a sublimar esas variaciones mediante la fuerza inequívoca de la práctica y la repetición. De pasar de la torpeza al virtuosismo saliendo ilesos del desastre.

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