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viernes, abril 26, 2024

La gracia de dar las gracias

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Crecí escuchando la palabra tlazocamati. Siempre me intrigó su significado. Solía escucharla en el mercado, en el tianguis, en la boca de la señora de los tamales de “India”. Como llaman los mestizos de Huauchinango a los tamales milenarios que tienen la milpa envuelta.  

Escuchaba esta palabra en los pasillos del mercado, en las calles llenas de flores y verduras, en la boca de mi abuela al despedirse un minuto después de romper las horas de mercado entre náhuatl y castellano.  

Tlazocamati significa gracias, según muchas acepciones, y desde una forma burda de traducirlo en español. Sí, burda porque soy de la idea de que la sintaxis de la lengua representa estructuras mentales y, por ende, influye en el comportamiento humano. 

Se agradece en todas las lenguas. En español los componentes léxicos de la palabra agradecer son: El prefijo a- (hacia), la raíz gratia (gracias) y el sufijo -ecer (cambio de estado del verbo, durativo). 

Agradecer no es cosa nueva. Los chinos ejecutan una inclinación destacada como símbolo de respeto y humildad, en francés se dice merci, en árabe es šukran, pai pai en algunas culturas de los Andes y grazie en italiano. 

Durante mi estancia en Perú y Bolivia, aprendí una forma simple de decir gracias, pero también las más elaboradas. Decía Añay, Yusulpayki o pay por todos lados. Por lo menos en Bolivia es oficial el porcentaje de indígenas en el país. Un 55 por ciento de la población me presionaba. 

‘Gracias’ es la primera palabra que todo el mundo aprende cuando llega a un país nuevo.  

Simple y sencillamente representa un mecanismo de supervivencia.  

Yo aprendí obrigado en Portugal hace unos días, e incluso inyecté el tono respectivo para poder sentirme comprendida. Un portugués siempre agradecerá de ipso facto que algún hablante de español por lo menos intente dar las gracias en portugués. Ya que es muy bien sabido que la mayoría de los españoles no se esfuerzan por aprenderlo.  

Agradecer también se convierte en paradoja. Incluso existe un día especial que en Norte América es celebrado: El famosísimo Thanksgiving Day.  

Por increíble que parezca, tengo recuerdos de haber celebrado el Thanksgiving Day en México, pero en Norte América y Canadá se agradece el día que llegaron los peregrinos ingleses en 1621 al continente americano y fueron ayudados por los nativos de la zona ¿Por qué no duró el sentido de este día? ¿Por qué ahora se agradecen las buenas cosechas? Pues porque detrás de ese Thanksgiving Day se esconde el aniquilamiento de los indios norteamericanos o su forzada adaptación y despojo.  

Pero ya nos estamos desviando del tema. Tlazocamati es una palabra compuesta. Me gusta descomponerla, a diferencia de algunos lingüistas, en dos fragmentos. Tlazohtla que significa aprecio, cariño, amor, estima. Y mati que significa saber, conocer, pensar. Lo que nos sugiere el principio del amor platónico. La búsqueda de conocer y contemplar lo bello, la belleza.  

Es un aprecio que se encamina al conocimiento. Si desglosamos o intentamos traducirlo a partir de estas dos raíces. El significado sería: ‘El saber está en el aprecio’, o ‘el aprecio está en el saber’. Principio filosófico que representa reciprocidad y conciencia. El conocimiento apasionado que Platón engulló en El Banquete. 

Recuerdo que antes de entrar a la universidad, en alguna clase mencioné esta asociación a mi maestro de filosofía y simplemente no entendió nada. Tras haber escogido la carrera de lingüística solucioné mis propias dudas morfológicas.  

Decir tlazocamati va más allá de un simple agradecimiento a una respuesta altruista.  

Decir tlazocamati no es como dar las gracias a alguien que te regresa algo que se te cayó. 

Decir tlazocamati es como agradecer a alguien que te lleva un plato de sopa caliente cuando estás enfermo o corresponder a alguien de la comunidad que te ayuda a construir tu casa.  

No hay que ir muy lejos para entender que un tlazocamati digerido en el contexto comercial del tianguis puede resonar en la cabeza después de escucharlo y vivirlo en la comunidad. Donde la reciprocidad consciente es un principio filosófico.  

¡Tlazocamati miac! 

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