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miércoles, mayo 15, 2024

La matraca legislativa

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No sé si a ustedes les pasa, pero cuando escuchan hablar de diputados locales, piensan en porristas, porristos y porristes. No sabemos a ciencia cierta qué tan buenos sean para crear y reformar leyes, pero para lo que sí son unos genios, para lo que nacieron nuestros legisladores es para la porra:  

“¡Esquí-bon-bon-bori-bori-hey!”. 

“¡Esqui-bon-bon-bori-bori-hey!”. 

“¡La matraca, hey!”. 

“¡La matraca, hey, hey, hey!”. 

Cuando están las precampañas, los primeros que se desgañitan son los diputados.  

“¡Fulano, gobernador!… ¡fulano, gobernador! (puede ser zutano, Juan, Pedro, Julio, agosto, septiembre, #yaesnoviembre; usted póngale el nombre que quiera, pos’ qué caray, faltaba más)”.  

El chiste es hacerle a la foca aplaudidora.  

¡Foca!, ¡foca que más aplauda, foca que más aplauda, le subo, le subo, le subo la dieta!”. 

El matraquero por excelencia cobra su dieta, comisiones, anda en su Suburban Prieta (diría un conocido poeta), siente que es de la nobleza mientras dura su cargo y su encargo, muchos pasan al territorio del ostracismo después de jugarle a ser foquita. Se quedan con la vergüenza a cuestas.  

One hit wonder. 

El licenciado Fojaco, por ejemplo, antes de obtener su título de abogado, notario y actuario en una universidad patito, mientras cursaba en la facultad, se volvió un verdadero arrastrado.  

Entendió aquella frase del “Filósofo de Güemez”: “el que sabe, sabe y el que no, es el jefe”. Así que dejó a un lado sus aspiraciones de ser el mejor, ahora buscó a dónde colocarse y para ello tenía que aprender a gritar. 

Fojaco se inscribió en las juventudes revolucionarias, el FJR y ahí no sabían hacer política, eso sí, cada que lo entrevistaban salía con la frase “es el momento de los jóvenes, de la juventud, de que se nos abran los espacios”. Ahí conoció técnicas como el acarreo, repartir tortas, frutsis y los apoyos.  

Traicionó y lo traicionaron. 

Habló de más y esa información se la llevaron, por cierto, al líder de su agrupación y lo exhibieron. 

“Un día”, se dijo así mismo, “seré diputado”. 

Y ese día llegó.  

Había aprendido otra máxima del oriundo de Güemez: “Todo lo que sube, tiene que bajar, a menos que se quede arriba”. Y eso solo en la política, ningún político baja, todos se quedan en sus cargos y ahora más que van a reelegirse. Y si no son ellos, heredan el cargo a sus esposas, pos’ qué caray, faltaba más. 

Ahora, antes de ir a gritarle porras al precandidato, Fojaco afina la garganta, después de bañarse, se toma unas pastillas halls para no dañarse las cuerdas bucales y ahora sí, enfundado en su traje que viste al poblano (Milano) se va en su Suburban Prieta (diría un reconocido poeta) a gritarle de porras a quien aspira a ser el candidato a gobernador, alcalde o senador, faltaba más, ¡pos’ qué caray!  Ahora, al licenciado Fojaco ya no le gusta presumir que es político, ahora le gusta decirles a todos con quienes se presenta que es un: “ciu-da-da-no”.  

Así son los actuales diputados, no todos afortunadamente.  

La matraca legislativa está lista para gritar porras en asambleas, desde la legislativa hasta la de una colonia. No se necesita saber del proceso legislativo, para eso está Apoyo parlamentario y los que integran la Jugocopo. No, no, aquí lo que hay que saber es como aplaudir para que al final le aplaudan. 

Con sus honrosas excepciones, que las hay, el Congreso estatal se ha convertido en fábrica de foquitas aplaudidoras. 

¿Nombres? 

Vayan a un acto de Morena-PRI-PAN y véanlos actuar. Síganlos en redes sociales, no habrá sorpresas.  

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