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viernes, abril 26, 2024

Lealtad 

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Los dioses surgen de una peligrosa combinación de temor y amor, que, al darse juntos, se convierte en adoración. 

Quien teme y ama, adora. 

El temor es desde hace mucho tiempo un factor que aconsejan los maestros de la política real. Maquiavelo, hace más de 500 años, decía que para el Príncipe es mejor ser temido que amado. Sus propuestas todavía están vigentes en las estrategias de muchos gobiernos. 

Y es que el miedo reprime, somete y finalmente construye complicidad, por omisión.  

El amor, disimula, engaña y, como elemento de gobierno, complica e impide. 

Construir temor y manipular los sentimientos afectivos en los ciudadanos siempre serán un objetivo de cualquier gobierno para lograr la obediencia y la lealtad del pueblo. Son principios reales que conducen la nueva, conducta social y por lo mismo los nuevos estilos de militancia política.  

La manipulación y la mentira, desde siempre, construyen respaldo y adhesión.  

La mentira o medias verdades, emitidas el liderazgo nacional, predominan en el debate público. No importa la falsedad, si son de quien manda, hay que defenderlas con toda firmeza. Muchos así lo hacen por afecto, la mayoría por gratitud. 

Hace tiempo que en nuestro país se introdujo, como estrategia de gobierno, el reparto de dinero, con la intención de dotar de capacidad de compra a quienes no tienen un ingreso ni seguro ni suficiente. 

La práctica se ha ido generalizando y no forma parte de la exclusividad de un solo partido.  

Y para quienes la reciben, aparte de resolver parcialmente y en el corto plazo sus problemas familiares, genera una especial adhesión, basada en la conveniencia condicionada por la necesidad. 

Se genera así una identidad con quien asegura el reparto. Su lealtad es firme y activa. 

La lealtad al gobierno y la nueva militancia de sus seguidores se construye sobre esas bases y se hace indestructible. 

En una comunidad donde las verdades o las medias, verdades que convienen, se aceptan, se respetan y se comparten, como verdades no negociables, los valores se sustituyen por condiciones, que les pone precio y los convierte en moneda de cambio. Generaría en el lenguaje antiguo, tradicional, nuevas formas de corrupción. En el lenguaje actual, en el entendimiento de ahora, no importa. 

Lo que interesa son los fines, no los medios. 

Cuando se suple la inteligencia real de cada humano, por un equipo de escondidos en las redes sociales para hacer creer que la mentira que conviene es la nueva verdad, se promueve una condición social especialmente riesgosa, porque polariza, divide, enoja. 

Ha sido fácil volverla método y más fácil que el pueblo bueno, la hace suya y la defiende, como nunca antes lo hacía. Pero, hay que decirlo, no cualquier gobernante lo logra. El de hoy, lo ha consolidado porque su autoridad se basa en la lealtad de las mayorías a las que beneficia. 

Esto es lo admirable. Su inteligencia es especial, su sentido de combatir la pobreza, la fuerza de sus palabras, han generado una sinergia en la mayoría de los ciudadanos, que hace del mando, confianza y lealtad, una lealtad diferente, que lo respalda y defiende, también como nunca antes en nuestra historia política. 

Y con esa fortaleza, que pocos entienden, pero que muchos sostienen, respaldan con toda energía y credibilidad, el país se prepara para la segunda etapa. No hay duda, volverá a ganar. 

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