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viernes, abril 26, 2024

La violencia de todos los días

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En asuntos de la sociedad, dice la ciencia, la única constante es el cambio. Ahora la complementa el cambio rápido, la vorágine, la liquidez en la que apenas se medio vive algo y ya ni se llega a madurar cuando ya otro cambio está presente. Y no, no es óptica simple de la dialéctica. 

Esa liquidez hace que el ser humano dude también como normalidad, porque su velocidad de adaptación siempre será difícil e incompleta y la brevedad no le permite entender lo que está viviendo. Las explicaciones ni a eso llegan; van súper retardadas, diría Carlos Marx cuando habló de la superestructura social. 

Y es que, aunque no nos demos cuenta, la duda es también la otra constante que va aparejada al cambio, normal, efímero y a veces fugaz que impide aprendizajes significantes y hace de la duda el método de defensa y el factor inercial de nuestras conductas. 

Los gobiernos van en ese sentido. Parece que la lógica de la planeación es ahora insignificante en cuanto a su valor explicativo y más en el predictivo. Todo es corto plazo. 

La rapidez de los cambios también promueve un silencio más largo que los mismos cambios. Al no entenderlos, no es fácil explicarlos y, mucho menos, justificarlos.  Se aceptan porque así es, los entendamos o no, los aceptemos o no. 

La comunicación entre todos y con el gobierno se dificulta, se torna agresiva. Somos, dice Byung Chul Han, la sociedad del cansancio y, yo agrego, de la desesperación. Cansados, agotados, cada uno es “amo y esclavo, en una sola persona”. 

La violencia es entonces una manifestación de esa inconformidad con nosotros mismos. Nos hace presa de cualquier acción colectiva que nos parezca una salida a esa exasperación. La violencia ahora tiene otras facetas que no se utilizaban antes, al menos de manera generalizada. 

Nuestra capacidad de reacción, por ejemplo, es también una expresión contemporánea de una nueva tipología de violencia, ahora típica en la sociedad líquida en que vivimos. Las redes sociales elevan a grado de heroísmo temas o acciones que deberían quedar en lo cómico o lo ridículo. Sin embargo, se “viralizan” y se siguen como enseñanza. También sacrifican hasta el linchamiento mediático y destrozan vidas completas, aunque a muchos de los que ahí escriban ni les conste ni les perjudique directamente lo que se lincha. 

Vivimos todos los días, en un mar de dudas, de situaciones que no entendemos. Dudas que se convierten en fermento de inconformidad y generan violencia.  

La velocidad del cambio en nuestro tejido social introduce conocimientos también de vigencia efímera. Nos hacen reaccionarios, pero no el sentido fifí que ahora ridiculiza el concepto. Lo somos en el sentido de la clásica definición de reacción, algo que carece de razones y es casi un instinto para sobrevivir. No hay piso firme, no hay caminos claros ni certidumbre. 

La violencia se transforma en una estrategia de autodefensa sin que cada uno se lo proponga racionalmente es una respuesta a esa incapacidad de entender la brevedad de nuestra circunstancia y nos confronta, nos divide, nos polariza. Eso lo saben bien quienes dirigen a la sociedad y, sobre ella, construyen esquemas de dominación y sometimiento que no son nuevos.  Lo nuevo es fomentarlos en lugar de controlarlos y disminuirlos.

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