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jueves, mayo 16, 2024

Nuestro cerebro, ese desconocido

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Los últimos veinticinco años han representado grandes avances en el estudio del cerebro y de la genética. Hoy sabemos más acerca de cómo operan nuestras neuronas y nuestros genes que lo que ninguna generación anterior siquiera supuso.  

En nuestra mente actual convergen tres etapas evolutivas que, por comodidad explicativa, los neurólogos han llamado mente reptil (involuntaria, que controla nuestros impulsos de vida, comer, despertar, nuestros ciclos digestivos, el hecho de que lata el corazón o que respiremos normalmente); la mente mamífera, que controla nuestras emociones y que está ligada a lo que se llama el sistema límbico; y la mente racional, humana, lo que llamamos comúnmente razón y que es el último estadio de nuestro desarrollo, el neocórtex. (Representa sólo el dieciséis por ciento del cerebro de los animales insectívoros y el ochenta por ciento del cerebro humano con sus cien mil millones -100, 000, 000, 000, 000, 000, 000- de células, o neuronas).  

La naturaleza no sólo quiso que los seres humanos fuésemos inteligentes, lo quiso de manera muy veloz.  No perdió tiempo alguno en cablear nuestro cerebro para producir esta mente altamente creativa, socialmente intensa y sumamente emocional. 

La mente es entonces la más compleja red de procesos del universo. Por eso Johann Wolfgang Goethe pudo decir sin empacho: “Yo soy el elemento decisivo. Es mi acercamiento personal a las cosas el que crea la temperatura. Es mi estado de ánimo diario el que transforma el clima. Tengo tal poder que sólo yo puedo hacer mi vida miserable o armónica. En todas las situaciones es mi respuesta la que decide si una crisis aumenta o disminuye de escala”. Hoy, además, sabemos que nuestra mente nunca termina de aprender, que es flexible, neuroplástica, la llaman.  

Hoy sabemos, por ejemplo, que la mente emocional es mejor para tomar las decisiones difíciles que la mente racional (lo que parece contra-intuitivo), sabemos que el precórtex, nuestro director de orquesta se cansa demasiado rápido y es bueno para tomar decisiones cotidianas.  

Hoy sabemos, por ejemplo, que es un mito lo que se decía hace varias décadas, en el sentido de que los humanos sólo usamos un diez por ciento de nuestro cerebro. En el precortex, por ejemplo, sólo podemos usar a la misma vez el dos por ciento del cerebro, más energía representaría un ataque de hipoglucemia y nos desmayaríamos. 

El precórtex no es energéticamente eficiente, como lo es el sistema límbico, por lo que no existe la posibilidad de hacer varias cosas a la vez (no somos capaces de realizar tareas múltiples (multitask), es un hecho que los accidentes de auto de quienes manejan hablando por celular muestra incontrovertiblemente, el estado del choque sólo equivale al de quien va manejando en perfecto estado de ebriedad). 

Hoy sabemos entonces, para usar otra metáfora, que el “panteón del cerebro” tiene tres dioses: Apolo (el neocortex), Marte (la mente emocional) y el Dragón (la mente reptil o primitiva). Sabemos que mientras mejor sepamos manejarlos, a los tres, mejor nos irá en la vida. A eso los expertos le llaman metacognición (pensar sobre el hecho de pensar). Los mejores seres humanos en el futuro próximos serán aquellos que reflexionen cotidianamente sobre sus procesos mentales y aprendan a controlarlos y producirlos casi a antojo. La próxima semana hablaremos sobre el genio y el talento. 

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