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sábado, abril 27, 2024

Tejer con Arte

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Los tiempos modernos nos rebasan como torbellino, cada cultura, cada pueblo se ve azotado por el sistema arbitrio, las costumbres inusualmente acomodadas llegan desde las entrañas del pavimento reclamando un espacio en las montañas y los cerros, entre riachuelos y hojarasca; el recuerdo se ahuyenta como los rayos del sol y se esconde en algún lugar del horizonte.

La diversidad cultural y biológica se desvanece a medida que el hombre maneja los materiales naturales, condiciona a la naturaleza y facilita sus actividades diarias y, para adaptarse a su cotidianidad citadina precisa someter la vida animal y vegetal. A medida que la humanidad evoluciona destruye, construye, materializa, inventa y crea.

Así es como surge el siguiente cuestionamiento ¿por qué los materiales y las técnicas dentro de las diferentes representaciones artísticas de nuestro Abya Yala (América), pierden ese sentido implícito que los caracterizaba? Los materiales utilizados van perdiendo calidad y la supervivencia de la esencia artística se dificulta crecidamente, el valor cultural se difumina con el tiempo.

Pero, ¿qué era lo que hacía tan valiosas las diferentes manifestaciones creativas?

Hablando de los materiales que se utilizaban antiguamente. Se puede asegurar que la tecnología textil determinaba la esencia de cada obra, como parte fundamental de la identificación cultural de cada pueblo.

Al menos en Mesoamérica, registra Waltter Krickeberg en su estudio Las Antiguas Culturas Mexicanas, la utilización de la fibra del Ixtle fue el material principal para la elaboración de prendas de vestir, posteriormente el algodón, los cuales comenzaron a competir con los vestidos de piel o las faldas de hojas (durante el periodo neolítico) asegura Velasco (1995), pero para lograrlo debían conseguir un material que proporcionara fibras largas, por lo que se cree que ensayaron con muchos materiales, hasta lograrlo obtenido.

Tomemos en cuenta que la evolución de estos materiales, ocurrió en las civilizaciones más pobladas del Abya Yala, pero que, en la actualidad, en muchas comunidades amazónicas, se conserva el manejo de dichas fibras, utilizando bejucos de la selva para crear, ya sea vestimenta típica o artesanías como bolsas, cinturones, fajas, entre otros productos a base de fibras naturales o corteza de árbol. (I Cumbre Continental de los Pueblos Originarios por los derechos de la Madre Tierra, Tiquipaya, Cochabamba, Bolivia, 2010).

Es muy importante mencionar que la utilización de estos materiales requiere de un ritual preliminar que los originarios solían y suelen hacer, para mantener esa armonía con la madre tierra, la cual se conoce y caracteriza la organización social de los pueblos.

Existe un enigma bastante cuestionado, el cual testifica que en México y Centroamérica se logró obtener un nivel muy avanzado en cuanto a las matemáticas y la astronomía; sin embargo, puntualiza Velasco (1994), en la industria textil hubo una interrupción notoria, por lo cual se cree que quizás esta labor estuvo destinada cien por ciento a las mujeres, o bien, el aspecto religioso y artístico.

En Mesoamérica, antiguamente se utilizaban (algunos) materiales que actualmente siguen funcionando para la elaboración de las vestimentas tradicionales, y sobre todo para la indumentaria de las danzas típicas, tal es el caso del Paxtli o heno, el tule, el agave, la fibra de henequén, el pochote, la piñanona, el platanillo, y principalmente el ixtle y el algodón.

Mientras tanto, en la antigua civilización andina, se utilizó el pelo de camélido, el cual todavía se considera muy valioso y la cría de dichos animales es fundamental en algunas regiones del Perú y Bolivia. Hilos de oveja, alpaca, incluso cabello humano son materiales que en la actualidad se ocupan para ciertas danzas ceremoniales (Prochaska 1990). El huso o malacatl, (llamado también Malacate, instrumento de madera que sirve para hilar) forma y formó parte fundamental en el hilado, lo mismo que el telar de cintura, el cual fue sustituido por los españoles, por el telar de pedales, en la región sureña del Abya Yala.

Pero el telar de cintura es el instrumento más importante en el arte de tejer de América Latina, igualmente el telar de cuatro estacas, incluso en la Isla Taquile, punto de estudio de la antropóloga alemana Rita Prochaska (1990); en cuanto a la utilización de este tipo de telar, aclara la autora, las mujeres, antes de comenzar a tejer una pieza, suelen ofrecer “hojitas de coca” (kintusqou, que significa “tres hojas escogidas”) al lugar donde entierran las estacas, desmenuzándolas encima de la urdimbre, aunque últimamente en la Isla utilizan un telar portátil (de madera), el cual es un marco rectangular que consta de agujeros en donde clavan las estacas y consecuentemente montan el tejido, lo cual les permite aumentar el tiempo de tejer.

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