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viernes, abril 26, 2024

El Agua y otras complejidades

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(Crónica de los Uros) 

 

Recuerdo todas las veces que me bañé en el Lago Titikaka. Más allá de recordar el frío que paraliza, el sabor de los peces nativos y la marea suave que los botes provocan, recuerdo lo que pensaba cada vez que el agua me congelaba el cuerpo.  

Del frío se sabe poco, pero este lago milenario que divide Bolivia y Perú es el más alto y el más navegable del mundo.  

Aquí aprendí a percibir el agua desde un enfoque muy distinto al acostumbrado. Pues por primera vez comprendí su energía vital. Tal cual, los pueblos indígenas describían desde una perspectiva de respeto profundo a esta entidad de la naturaleza. 

Viví en las comunidades de Los Uros. Los sueños se tragaban mi imaginación y sentía que realmente moría por las noches. Imaginaba que la marea intermitente, sobre todo en Luna llena y con cielo estrellado, removía algo de mi inconsciente que me hacía saberme viva aún en las entrañas de mi mente nocturna.  

Durante las tardes, solía pasar el tiempo pintando, escribiendo y conversando con un pequeño niño de tres años que sabía hablar español y Quechwa. Él me contaba todo tipo de temas curiosos. 

Un día imaginé lo que se sentiría ser ese niño y en seguida mi libreta de campo registró lo siguiente: 

“Tengo tres años y vivo en medio del Lago Titikaka, vivo sobre Totora.  

Todas las tardes me baño en la historia de los Uros 

Mi padre me habla de nosotros, de nuestra historia, vivo y juego en la Totora. 

Corro con los pies desnudos sobre estas ramas que mi lago me regala a diario. 

Mi abuelo dice que nos llaman: ‘Hombres del Lago que viven en el Agua’. 

Una balsa unió a mi familia, me cuentan que hace miles de años mis abuelos construían estas balsas para escapar de la tierra, para cuidar al Lago que tiene la forma de un Puma. 

Somos fieles, nos hacemos sabios navegando a diario, pues venimos a eso.  

En la memoria de este Lago, muchas almas se unieron. 

Me divierte descubrir los sonidos del suelo cuando mi abuelo y mi padre cubren la Isla cada 15 días con una nueva capa de ramas. Porque nuestra Isla es un gran tejido, como el Universo. 

Las olas traen consigo gente nueva que en mi casa hospedamos”. 

(Diario de campo comunidades Uros, Tatiana Bernaldez, 2010) 

 

Los Uros son una comunidad milenaria que vive en medio del Lago Titikaka, el Lago sagrado de los Incas. 

Estas comunidades de Islas flotantes se encuentran a unos kilómetros de Puno, Perú. Los habitantes de la ciudad flotante construyen sus propias islas con Totoral, vegetación que crece en 30 por ciento de la superficie del Lago. Con las ramas se construyen las casas, las balsas y la misma Isla que flota con la raíz.  

Con más de 40 Islas flotantes, los Uros siguen siendo hasta la actualidad los guardianes del Lago Titikaka. 

Kat Kot suñi Uros significa: Los hombres del Lago que viven en el Agua. Desde el inicio de los tiempos se cuenta que las parejas construían balsas y salían de tierra firme para vivir en ellas y navegar. Así se formaron las primeras familias, de hecho, vivían en balsas antes de construir las primeras Islas artificiales. 

La pesca es una de las actividades principales. En el lago se encuentran peces nativos como el rachi, isti, mauri y suchi. 

El lugar está rodeado de leyendas que explican que de aquí surge el Imperio del Tawaintisuyu, desde donde empieza la historia de los Incas. Se cuenta que en medio del lago está el Imperio Hundido. Los pescadores cuentan que siguen viendo esta ciudad. 

Los nativos adaptan su vida a lo que dicten los Espíritus del Lago, lo que los mantiene en armonía.  

Sería importante que conceptos tan simples como el agua, se confrontaran desde la profundidad de su naturaleza. Si estos temas los hubiéramos comprendido hace muchos años, desde las particularidades de cada poblado, las crisis hubieran sido menos devastadoras. 

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