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viernes, abril 26, 2024

Marchas….

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Las marchas de apoyo, siempre logran su propósito.  Entre mayor número de participantes, mayor demostración de fortaleza, razón y pertinencia.

Las marchas de repudio, a veces.  Pero no en la misma proporción y significado que las de respaldo.

Los saben los dinosaurios de la política.  También loe gigantes y los inteligentes.

Ninguno puede despreciar los mensajes que las últimas marchas envían a todos, aunque algunos quieran seguir con la venda en los ojos y otros, ni los abran. También es cierto, las marchas no son todo.

La izquierda sabe mucho de marchar por las calles, también aprendió lo suficiente de la represión a la que fue sometida y está claro que conserva en su memoria histórica, los dolores y las heridas.

Ni perdón ni olvido, dicen los viejos militantes izquierdistas. Los que todavía viven, seguro verán con regocijo que una izquierda, aunque diferente y renovada, haya llegado a gobernar y que el sentido histórico de sus antiguas marchas haya confirmado su destino.

De aquellos “muera el mal gobierno”, “aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir… el gobierno se tiene que morir”, al “es un honor, estar con Obrador”, han pasado varias décadas. Una nueva etapa, no debemos dudar, se ha iniciado. La beligerancia militante ha cambiado de dirección, pero no de objetivos.

La circunstancia sí y ratifica que la izquierda solo será eficiente en una democracia próspera.  Por eso el reto principal de “primero los pobres”.

La prosperidad o el bienestar no se logra ni con excelentes ideas, respetables propósitos ni cabales intenciones.  Serán los hechos que perduren, los únicos que dirán, al tiempo, si esta izquierda de la cual muchos estamos orgullosos, ha sido socialmente eficiente y políticamente inteligente.

La economía, sus sistemas productivos, decisiones y estrategias, no van al paralelo con las ideas, ya lo enseñó el maestro Marx.

Y ahora, estamos en ello. Cuatro años han pasado de esta transformación y ha calado hondo. También ha revertido ya, algunos procesos y actualizado algunas instituciones.  Pero, esto debe ser, apenas el principio.

Hay que tenerlo presente, ahora que ya ha empezado la campaña electoral, para diseñar lo que será el segundo gobierno de Morena. Las preocupaciones sobre la ubicación de López Obrador, como expresidente, ya son trascendentes, primero porque su liderazgo es, hasta ahora, el principal ingrediente de la receta transformadora y segundo, porque al no poder decidir directamente lo que sigue, podrían aumentar los riesgos para su continuación y afectar su consolidación.

Quienes ven en la señora Claudia Sheinbaum la sucesora, se preguntan si el toque femenino, adelantaría o retrasaría la transformación. Los que conocen el sistema optan por la vieja costumbre del poder político en México de entender que quien manda, ya lo pensó detenida y detalladamente y por eso, encamina su decisión hacia la verdad de la aceptación y respaldo de los grupos sociales y hacia la justificación de la pertinencia de su propia decisión.

Se preguntan si la emoción y la lealtad, en verdad, han substituido a las ideas, como alguna vez lo sugirió un importante científico norteamericano. Estamos ahora, en una especie de contagio de izquierda en muchas naciones latinoamericanas y la pregunta es igual: ¿esta nueva izquierda, 0más real, más centrada y muy poderosa, ha logrado, como lo supuso Francis Fukuyama, el fin de la historia clásica?, o solo es un paréntesis en el tiempo y en el futuro de la democracia.

Apenas comenzaremos a saberlo.

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