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sábado, abril 27, 2024

Taxonomía morenista

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Breve taxonomía morenista actualizada: 

Morenista de cúpula: Dícese del militante o burócrata morenista que tiene su corazoncito político en Tepeaca y que desde el CIS (Leáse: sí es ai) controla la vida del partido.  

Presume línea directa con un tal Mario cuyo apellido es sinónimo de esbeltez. Para esta vertiente del morenismo cupular doña Claudia lo deja en visto. Jura y perjura que las elecciones se ganan el día D con el “aparatote”. 

Morenista Maruchan: Dícese del simpatizante morenista, que, como las Maruchan, nada más se vistió su chalequito guinda, se persignó ante San Andrés Manuel y con unos minutitos en el microondas ya es morenista. 

 Morenista de confetti y de matraca: Militante de la Cuarta Transformación que echa confetti y matraca a la cúpula de la burocracia protoizquierdista. Pasó del “¡Es un honor estar con Obrador!” al, para “ganar las elecciones hay que importar cuadros del PRI y del PAN”.  

Morenista de selfie: Militante de la Cuarta transformación que se toma selfies a diestra y siniestra en los eventos del partido. Antes repartía el periodiquito Regeneración y hacía comités, hoy con las selfies basta. Es más, ya se le olvidó que Morena luchaba contra el neoliberalismo. 

Morenista de selfie mejorado: Militante de la burocracia de la Cuarta Transformación que lleva fotógrafo para que le tomen fotos con la militancia como si fuera el fondo de un paisaje. Mitifica sus selfies como si fueran la torre Eiffel. Sublima el Instagram como herramienta de identidad política. Ha tomado cursos de redes sociales y en los de formación política se queda dormido. 

Chairo-zapatista: Morenista que militó o simpatizó con el Zapatismo del Subcomandante Marcos y del EZLN. Lector de las obras completas de John Holloway. Guarda como reliquia algún pasamontañas. En los noventa realizó zapatours a los Caracoles. Desconfía de los procesos electorales porque no transforman radicalmente el sistema. 

Morenista universitario: Dícese del morenista que no se pierde ninguna Mañanera y que sigue pensando que La Jornada es el periódico oficial de la izquierda as usual. En los ochenta no se perdió ninguna marcha de Cuauhtémoc Cárdenas contra el fraude electoral del 88 y en el 94 simpatizó con los zapatistas. En el 2006 recorrió el campamento del plantón de Reforma. Es fan de Joan Manuel Serrat y de alguna que otra rolita de Roger Waters. 

Morenista con helipuerto incluido: Dícese del neomorenista que es amigo del góber en turno y que entre sus virtudes políticas tiene un helipuerto para sus brothers. Este morenista ni por equivocación acudió al plantón del paseo de la Reforma del 2006. Llamaba “rijosos” a los morenistas y a los izquierdistas, ahora, hasta se toma fotitos con ellos nomás para darse su baño de pueblo chairo.  

Morenista de Hipócrita Lector: Dícese de los columnistas morenistas que escriben en Hipócrita Lector para echarle porras a sus delfines, gurús y demás tótems políticos. Dícese de sus lectores izquierdistas del susodicho diario.  

Fantasma obradorista: Dícese de los obradoristas de hueso colorado (más bien guinda) que extrañan la foto con Andrés Manuel López Obrador en campaña y que ahora, con tantas vallas en los eventos, tendrán que habituarse a tener una foto de lejitos de la candidata presidencial o de alguno de los pop-stars morenistas.  

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Si en alguna de estas categorías el o la aludida no cabe es que aún no existe en esta breve imaginación. 

Y como dice el clásico: 

¿Y qué es un morenista?   

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Si Morena gana, como todo parece indicar, las elecciones del 2024 en los distintos niveles de gobierno, habría que revisar si ese triunfo vale la pena cuando la agenda de gobierno, los intereses populares y la disputa en contra del neoliberalismo, al menos para atenuar algunas de sus medidas, quedó en el olvido.  

En el 2018, Morena irrumpió en la escena político electoral del país con la popularidad de Andrés Manuel López Obrador.  

Luego de casi 18 años de campaña, bueno, si le sumamos los años de dirigente del PRD y de líder opositor en Tabasco en contra de las imposiciones del PRI, es un poco más de tiempo, pero estos 18 años de recorrer el país, le dieron a Andrés Manuel una base social sólida, que resistió los embates de los poderes fácticos y la andada mediática de las televisoras y de los medios de comunicación alineados con el Estado panista-priista. 

En 2024, como se ha dicho hasta el cansancio, la candidata presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum no posee la popularidad carismática de Andrés Manuel López Obrador. 

¿Y por qué una científica, especialista en energía, heredera del pensamiento político de la Cuarta Transformación, tendría que ser un cloncito de Andrés Manuel?  

Claudia Sheinbaum es algo así como una morenista gourmet. Los únicos que tendrán mucha chamba en esa coyuntura son los discípulos de Jorge Ibargüengoitia. 

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