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domingo, abril 28, 2024

Abdala, Cruz Lepe y Lolo Téllez: Tres Parias Abiertos en Canal

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Rodrigo Abdala tenía un futuro brillante en 2018:

Andrés Manuel López Obrador lo quería, Manuel Bartlett —su tío político— no sabía que era un haragán, y le tenía cariño; Miguel Barbosa Huerta lo respetaba.

Era el escenario ideal para que fuese el candidato a la gubernatura de Puebla.

Los Manzanilla, los José Juanes, los Armenta no habrían dudado en sumarse.

¿Qué ocurrió?

Abdala se difuminó y buscó una posición cómoda.

(Una posición que no implicara esfuerzo y no le quitara tiempo para realizar su única pasión en la vida: fumar un cigarrillo recargado en un muro).

Fue entonces que se volvió súper delegado de Bienestar en Puebla.

Hoy por hoy, nadie lo respeta y se ha convertido en el payaso de las cachetadas.

Cosa curiosa: ahora que el presidente vino a un acto a Ayoxuxtla descubrió que nuestro personaje seguía en el mismo lugar y con la misma gente.

La súper delegación le dio paso a una mediana oficina de trámites.

El súper delegado regresó a su condición de paria.

Y la joven promesa es ya una triste realidad.

Algo peor: hoy es un “reventador” de actos y “abridor” de puertas de gritones pagados.

Los abucheos en contra del gobernador Barbosa lo tienen a él como uno de los orquestadores.

¿Logró algo?

Nada.

Es la historia de su vida.

Y así seguirá hasta que se fume el último cigarro.

 

Los buenos panistas (baquetones, sinvergüenzas, cínicos). Hay un vértigo que se traduce como “deseo de saltar al vacío”.

Ese vértigo lo padecen los panistas.

Los panistas de Apaseo el Grande, en Guanajuato, y los panistas de Apaseo el Alto, también en Guanajuato.

Y los de Mocorito, Chichiquila y Palmarito Tochapan.

Y los de La Vista, Sonata, El Mirador…

Lo que vimos este viernes en el Congreso de Puebla es lo más cercano al vértigo que tiene que ver con el “deseo de saltar al vacío”.

Pero también es un recuerdo en la bruma de algún capítulo de Los Agachados, de Rius: una historieta mexicana que fue llevada al cine —a partir de una comedia satírica del novelista ruso Nikolai Gógol— por el genial Alfonso Arau.

Una guapa señora japonesa —que tenía marido, dinero, hijos, autos, chofer, residencias, cuentas de cheques, varias tarjetas black, amante, y todo aquello que hace feliz a muchas personas— se tiró de una torre de cincuenta pisos cuando fue a comprar un lujoso penthouse.

Al asomarse al vacío le dio el famoso vértigo, y se lanzó desde una hermosa terraza llena de kikus —crisantemos, asagaos, tsubakis y una réplica enana de cerezos en flor.

La mujer cayó encima de un Bentley, mismo que destruyó, y su sangre corrió por Omotesando, hogar de las torres y edificios más geniales de Tokio, y de las boutiques más prestigiadas y exclusivas.

¿Qué hizo saltar a tan culta dama?

La seducción, el deseo de caer.

Disculpe el hipócrita lector este arrebato, pero sirve para ejemplificar lo que les está pasando a los panistas de Apaseo el Alto, Chichiquila y Puebla.

Entre gritos desaforados, la diputada Lupita Leal exhibió a la Lily Téllez que lleva dentro.

(Una Lily Téllez desaforada y ecléctica).

No fue la única.

Sus compañeros de partido —con mirada de zombies de Sahuayo— hicieron lo mismo, aunque con sordina.

¿Qué acto representaron?

El de la señora rica que se lanzó con su propio vértigo desde un penthouse en Omotesando, en Tokio.

Por la mañana de ese viernes, Lolo Téllez —el diputado Rafael Micalco, exchofer de Lalo Rivera—, quiso lucirse ante Adán Augusto López, secretario de Gobernación, y muy ufano sacó su cartel plagado de faltas de orografía, horticultura y ortografía.

Muy digno, Lolo protestó así ante una supuesta militarización del país.

Qué olvidadizos son estos hijos putativos de García Luna.

(Son idénticos al Roemer poblano que persiguió sin calzones a distinguida dama en su departamento art nacó).

Hoy se horrorizan con grititos histéricos —en la mejor tradición de Ana Teresa Aranda (nuestra Carmen Salinas de por aquí cerquita)— de lo que antes celebraron con tequila y vaqueros Marlboro.

Diría la genial senadora Trasviña:

“¿Dónde estaban cuando García Luna manejó la seguridad del país? ¡Chingándose el dinero público! ¡Baquetones, sinvergüenzas, cínicos!”.

 

El buen señor Cruz Lepe. La duda mata:

¿En qué estado espirituoso del alma se encontraba el señor Jorge Cruz Lepe, secretario de Gobernación de Eduardo Rivera Pérez, mayordomo del Yunque que cobra como alcalde, cuando profirió las siguientes palabras?

“De hecho, tenemos dos o tres personas nuestras dentro de los colectivos (feministas) desde el 8 de marzo. Ellas tienen el tacto y el pulso, y, precisamente, entrar en los colectivos en donde te lo permiten. Los colectivos más renuentes a recibir gente son porque tienen un mayor grado de radicalidad, pues no han permitido ni siquiera el ingreso. No puede entrar cualquiera de nosotros. Soy un fiel creyente que este tipo de movimientos ha ido creciendo y superando expectativas. Marcharon recientemente unas siete mil”.

¿Estaba loco?

¿Estaba pendejo?

¿Estaba loco y pendejo?

Muchos se horrorizaron ante esa confesión brutal de que el ayuntamiento traga-hostias no sólo espía a los colectivos feministas, sino los tiene infiltrados.

Mi conclusión es una, y la tomé prestada de Tito Monterroso:

El señor Cruz Lepe no es malo.

Sólo es tonto.

Los malos y tontos son los que lo mantienen en Gobernación después de haber dicho lo que dijo.

Yo, hoy por hoy, mantengo la vigencia del tuit que solté a las 16:19 del viernes pasado:

“He llegado a la conclusión de que a Jorge Cruz Lepe hay que saludarlo con esa frase del Marqués de Bradomín: ‘¿Sois alma en pena o hijo de puta?’

“Ya sabemos la respuesta”.

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