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viernes, mayo 3, 2024

Tres historias de terror

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Fernando Manzanilla y Eukid Castañón fueron mejores amigos durante la temporada en la que Rafael Moreno Valle creó el Grupo Finanzas.

Fue tan cercana su amistad que con el tiempo se convirtieron en socios.

Una vez que su jefe de grupo llegó a la gubernatura, Castañón se integró como subsecretario en la cartera que encabezaba Manzanilla.

Las cosas iban bien hasta que empezaron a ir mal.

La amistad se rompió como una taza de té.

Durante la campaña de Tony Gali a la microgubernatura de Puebla, ambos personajes estuvieron a un paso de llegar a los golpes.

Los desencuentros continuaron.

Los dos confirmaron la especie de que los mejores enemigos fueron antes mejores amigos.

El odio germinó como una Hiedra del Diablo, la más poderosa planta venenosa.

Tras pelearse también con Moreno Valle, Manzanilla encontró un espacio en el PES, partido confesional ligado a Morena.

Meses después, Manzanilla se alió a Miguel Barbosa y no sólo coordinó su campaña desde fuera: terminó siendo su secretario de Gobernación.

La gran relación terminó rota.

La amistad se volvió enemistad.

Por esos días, Eukid Castañón fue enviado al reclusorio.

Manzanilla regresó a la arena política a través de Ignacio Mier.

Durante meses se fueron a una precampaña feroz.

El sueño terminó cuando Alejandro Armenta le ganó a Mier la candidatura a la gubernatura de Puebla.

Por esos días, Castañón obtuvo su libertad y regresó a Puebla.

Armenta invitó a Manzanilla a sumarse a su equipo de campaña.

El nombre de Eukid empezó a manejarse como parte del equipo de Pepe Chedraui, candidato a la alcaldía poblana.

Este lunes, Mario Riestra, contendiente de Chedraui, denunció que había sido amenazado por un personaje en el contexto de un mitin de campaña.

Manzanilla, sin mencionarlo, señaló a Castañón a través de un tuit: “Es lo que sucede cuando sacan de la cárcel a delincuentes y los meten a operar políticamente en las campañas”.

La dualidad esquizofrénica a todo lo que da: un asesor de Morena apoyando en los hechos a un candidato del PAN.

 

*

Pablo Iglesias tiene un gran poder autodestructivo.

Luego de fundar el partido de izquierdas más influyente de España —Podemos— y de ganar millones de votos por todos lados, logró formar gobierno con Pedro Sánchez, del PSOE.

La negociación incluyó un cargo: vicepresidente de España.

Al paso del tiempo, inició el proceso autodestructivo.

Primero renunció a la Vicepresidencia para irse a contender por la presidencia de la Comunidad de Madrid.

Tras su fracaso electoral, dejó en manos de Yolanda Díaz el partido que tanto brillo le dio y anunció su retiro de la política.

Al poco tiempo fundó un medio de comunicación: Canal Red.

Ya como conductor de un programa, se fue encima de Yolanda Díaz, quien hizo una purga al interior de Podemos y creó una nueva agrupación: Sumar.

En ese contexto, se peleó con su maestro y mentor —Juan Carlos Monedero—, y lo echó de Canal Red.

Con catalejos ha estado viendo la debacle de su formación política.

Al igual que Monedero, volteó a ver a la Cuarta Transformación.

Una de sus colaboradoras —Ina Afinogenova— ya entrevistó para Canal Red al presidente López Obrador y a Claudia Sheinbaum.

Monedero e Iglesias están en plena disputa por la plaza.

El domingo pasado, con un gesto depresivo, Iglesias vio cómo Podemos fue borrado en las elecciones vascas.

Ya es todo en contra de lo que luchó a los veinte años.

Lo suyo es hoy el negocio del odio.

 

*

 

El kommandant Amon Göth tenía dos perros —Rolf y Ralf— entrenados para atacar y desgarrar judíos hasta la muerte.

El kommandant era conocido como el “carnicero de Cracovia”, y gustaba de dispararles a los judíos desde la ventana de su oficina o desde su alcoba, al despertar.

Disparaba en contra de judíos o judías que a su juicio eran holgazanes por el hecho de tomar un descanso en el campo de concentración donde estaban asignados.

La servidumbre le tenía pánico a Amon Göth.

Si la camarera judía le servía la sopa demasiado caliente, lo que le seguía era un balazo.

Si el sastre judío cortaba mal un casimir, imaginará el hipócrita lector lo que venía.

El carnicero tenía un zapatero judío, quien estaba obligado a maquilar un par de zapatos cada semana.

Amon Göth fue diagnosticado como enfermo mental y finalmente recluido en un psiquiátrico.

Al terminar la segunda guerra mundial, fue juzgado como criminal de guerra y fue declarado culpable de homicidio por “matar, mutilar y torturar a un gran número, no aclarado, de personas”.

Murió ahorcado.

Antes de que la soga le reventara el alma y el cogote, gritó “¡heil, Hitler”.

 

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