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lunes, marzo 18, 2024

Neuróticos

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A mi hermano, que creció en casa de los abuelos rodeado de consentimientos y mimos, los viejos lo convirtieron en un melindroso de marca. Cuando yo lo conocí, o más bien lo reconocí, no comía una sola verdura, y de frutas, quizás, solo uvas y fresas, pero de ahí en fuera su alimentación consistía en la más nutrida cantidad de chatarra posible. Puro carbohidrato y azúcares. Pese a todo esto, el muchacho que hoy es un hombre, goza, aparentemente, de una salud envidiable. Sus dientes son fuertes, no está obeso y jamás ha padecido enfermedades de gravedad.

Eso sí, la desventaja de ser melindroso radica en que, cada vez que va a un restaurante, tarda más en retirarle los pequeños trozos de verdura a su arroz o el cebo a la carne, y como el universo es sabio y siempre te pone enfrente pruebas de fuego para no salir impune, parece que los chefs se fijan en cuál va a ser el platillo dirigido a un comensal tan singular como él, para que justo en esa sopa o en ese plato fuerte abunde la cebolla, los trocitos de ajos o las hojitas. La vida no es justa, y menos con aquellos que tenemos un déficit notable de paciencia…

Así como a mi hermano y a todos los roñosos del recaudo se le aparecen fragmentos de verduras que les complican la existencia, a mí lo que me sucede es la gente… La gente y su imprudencia, su lentitud, su inoperancia o su parsimonia.

Hablo de la gente como no queriendo incluirme en ese conjunto, sin embargo, estoy segura que muchos de ellos piensan lo mismo o cosas peores (y ciertas) de mí.

La incapacidad de resistir el embate del roce con nuestros semejantes está estrechamente ligada a la neurosis.

Sí, los neuróticos nos reconocemos a primera vista, o a primera mentada y Dios o la energía inexplicable que mueve al mundo, nos pone pruebas tales como estas a las que he nombrado el decálogo-karmático del neurasténico consumado:

Eres neurótico y siempre, sin excepción, caes con la cajera novata de la tienda de autoservicio, esa que, por su inexperiencia, no se sabe el código de la moringa o el hemp, y tiene que llamar a medio personal para que la auxilie y cancele con una llave misteriosa su torpe operación.

Eres neurótico y tomas, según tú, la ruta más rápida que va del punto A al punto B para evitar aglomeraciones, y es justo en esa ruta en la que, de pronto, sale una caravana que lleva en andas a un santito pachón y sanguinolento, provocando que el tráfico se entorpezca y tengas que ir a vuelta de rueda.

Eres neurótico y te agandallas el lugar más cercano a la cocina del restaurante, esperando que así tus alimentos lleguen más rápido; en cambio, por mañoso, y por obvias razones, el lugar está más caliente y ruidoso que el resto del espacio, y para colmo de males, es en donde más se tropiezan los meseros y, si la vida es justa, te tirarán el plato del mondongo en la camisa blanca.

Eres neurótico y crees que por eso, por tu perfeccionismo, tienes la capacidad de discernir entre un ayudante eficiente y capaz, y en cambio acabas contratando a un pazguato que te obligará a no delegar nada y hacer todo lo que querías evitar tú mismo.

Eres neurótico y compras los mejores boletos para el concierto en el Foro Sol. Los mejores, según tú, son los de las primeras filas… cuando de repente, por esnob y mamador, te percatas que en esos lugares no se ve bien al artista porque estás demasiado cerca, en cambio el infelizaje que adquirió boletos en gayola, posee la mejor visión y chelas mucho más frías.

Eres neurótico y decides servir tú mismo a los invitados a tu mesa, para evitar que la mesera la cague y le sirva al borracho que prefiere ron la copa del borracho que prefiere gin. A la mera hora la fiesta se vuelve una bacanal incontenible porque los borrachos malacopearon y tú sigues sobrio y más neurótico que nunca.

Eres neurótico y preparas con tiempo tus papeles para llegar sin problemas a la cita de algún trámite burocrático, pero lo que no previste es que por más que seas una Mary Kondo del orden, los burócratas existen para aguarles la fiesta a los neuróticos y te harán pasar las de Caín hasta que se les hinche su burocrática gana.

Eres neurótico y aspiras a encontrar una pareja que no compita con tu neurosis, pero sí que sea avispada y prudente, sin embargo, olvidas que el amor y el enculamiento es un neutralizador temporal de neurosis y acabas emparejándote con tu némesis, es decir, con la vieja o el cabrón que más te sacará de quicio hasta que la feromona se baje y vuelvas a ver el mundo con la claridad y la visión catastrofista del neurótico PRO.

El neurótico no nace, se hace. Pero se hace como si naciera: con la rabia demoledora de una fuerza de la naturaleza. A lo mejor, si tienes asumido el problema, puedes ejecutar ciertas suertes de meditación o respiraciones para calmar tu neurosis, sin embargo, el neurótico es, per se, un conglomerado de materia y energía casi siempre desbordada, por lo tanto, el neurótico no se crea ni se destruye, solo se transforma, y a los ojos de los NO-neuróticos, siempre empeorará.

Puede ser que tus camaradas te tilden de loco, pero no lo estás. Sólo eres un neurótico que cree que necesita habitar un plano adyacente para no sufrir la idiotez ajena, sin embargo, compañero, si algo bueno tenemos los neuróticos es que somos expertos en engañar a los demás, pero no a nosotros mismos, así que más vale que vayas abrazando tu monstruosidad si no quieres pasarte la vida tomando Omeprazol y Tafil…

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