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miércoles, mayo 1, 2024

Un pantalón de cuero color café caca y unos Ringo Canadá

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Entras a la tienda Milano de San Juan de Letrán. Carlos Hank González todavía no le ha cambiado el nombre por Eje Central. De hecho, ni siquiera es todavía Jefe del Departamento del Distrito Federal. Es un gobernador millonario del Estado de México. Sólo eso. Es diciembre. Todo mundo se está gastando su aguinaldo. Futura Ciudad de México, circa 1971. 

Entras con tu papá a esa tienda de Milano. De hecho, cada dos pasos hay una. Y todas están llenas. Vas decidido a comprarte unos pantalones horribles de cuero color café caca. Desde que los viste una vez que te fuiste de pinta al cine Savoy —donde sólo daban pelis pornográficas— te quedaste prendado de ellos. 

Mientras te mueves entre una multitud metida en el espíritu navideño, piensas cómo combinar ese pantalón. A tus ojos aparece una camisa púrpura de falsa seda. Sin duda es de poliéster, pero tú la ves con ojos de amor y te convences que es de seda. Ves a lo lejos el pantalón de cuero color caca y haces una operación digna de Andy Warhol: mentalmente montas la camisa sobre el pantalón, y listo. La combinación te mata. 

Tu papá te apura. Tú le pides paciencia. Falta algo en el cogote que empate con el pantalón y la camisa. Recuerdas a Johnny Dínamo y los Leos. Caes en la cuenta de que ese cantante —hoy tan justamente olvidado— usaba un gazné cada vez que salía en el programa televisivo Discotheque a Go-Gó. Buscas un gazné púrpura que haga juego. Hay rojos, amarillos, hay uno color caca —que también hace juego con el pantalón de cuero— y, finalmente, un gazné morado bastante feo, pero que en ese momento —en ese país, a esa edad— resultaba genial para tus pretensiones psicodélicas. O en ese cajón creías que estaban tus pretensiones. ¿Qué querías ser en esa época: Jimi Hendrix o Johnny Dínamo? Seguramente más el segundo que el primero. 

Sólo faltan los zapatos. Todos responden al estereotipo Paco Malgesto: de charol, de punta, o mocasines tipo Ángel Fernández. No te convence ninguno. Decides que hay que ir a la Zapatería Canadá más cercana. A tu papá se le ilumina la cara cuando le dices que ya elegiste la ropa, pero su ánimo se viene abajo cuando le hablas de ir a una Zapatería Canadá. Eso implica hacer cola para elegir y hacer cola para pagar. Tu padre te ve como se mira a un degenerado al checar tu extraña combinación. ¿A quién se le ocurre combinar un color café caca con colores púrpura y morado? Te sientes un integrante de la familia Manson por momentos. 

Ya en la zapatería, buscas unos Ringo Canadá de plataforma. Hay naranjas con blanco y azul. O rojos con amarillo y verde. Por fin aparecen ante ti unos Ringo morados. La decisión ha sido tomada. Tu padre piensa para entonces que te metes Nembutal o marihuana. 

Llega el domingo de estreno. Hay un sol de invierno extraño para la época.  No obstante, te metes en la ropa que elegiste. Vas a ver a Paty, tu novia de esa época, y quieres francamente impresionarla. Sales al jardín del condominio Bancomer. Caminas con seguridad. Te das cuenta que unas gafas no hubieran quedado nada mal. De pronto te encuentras con la “brosa”, como se le conoce a los muchachos del condominio. (Con el tiempo sabrás que brosa es desecho o desperdicio de algo). No falta el gandul que se burla de tu vestimenta. Los ignoras. A lo lejos escuchas las carcajadas y los silbidos. Llegas con Paty. Es tu amor de estudiante o tu más tierno amor de juventud. Te ve y se ríe. Te apenas. Todo resultó al revés. 

Lo peor es que a los veinte minutos tus piernas empiezan a sudar por culpa de los pantalones color café caca. Te sientes personaje de una canción de Johnny Dínamo y los Leos. Conoces por primera vez algo que se denomina ridículo extremo. 

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