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domingo, abril 28, 2024

Cuando la nostalgia nos engaña

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Hace algunos años viví en Londres mientras estudiaba una maestría. Primero viví en Spitafields, cerca de la estación de Liverpool, al este de Londres. Las primeras semanas seguía la misma ruta de mi casa a la estación para tomar el metro, toda la línea roja hasta Holborn. Con el tiempo descubrí que al otro lado estaba Brick Lane, una calle llena de restaurantes de curry (considerado por los ingleses platillo nacional), mercados de pulgas y excentricidades, arte callejero. Ya tenía mi ruta y mis lugares favoritos.  

Después de unos meses me cambié a un departamento al Norte de Kings Cross. Regresé pocas veces al otro lado de la ciudad, extrañaba caminar por Brick Lane, pero era difícil encontrar el tiempo y había siempre tanto que ver. Tomaba uno de esos camiones rojos de dos pisos casi todas las mañanas. Otras veces caminaba durante casi una hora hasta Holborn, donde estaba la universidad en la que estudiaba. Una pareja turca tenía una tienda de comida en la entrada de nuestro edificio, en donde Gayatri –mi compañera de departamento y yo–. La señora cocinaba algo diferente todos los días y casi siempre esperaba a que pasáramos por ahí para darnos a probar sus nuevas creaciones.  

Por lo general dejaba los lugares más turísticos para cuando recibía alguna visita.  

Recién casada regresé a Londres. Pasé un par de días tratando de regresar a los lugares por los que pasaba cuando vivía ahí.  

Volver años después a una ciudad en la que antes viviste siempre es una experiencia extraña. La nostalgia hace que quieras regresar a todos esos lugares que recuerdas. Haces todo el recorrido que solías hacer. Vuelves a caminar por las mismas calles, casi todas las tiendas son las mismas. Hay una fila para comprar un café en el mismo lugar donde parabas todas las mañanas. Te das cuenta de que todo sigue, aparentemente igual, pero nada lo es. En ese momento tienes la rara sensación de que estás entrando a una puesta en escena. El lugar es el mismo pero hay otros personajes, se oye otra música y, sobretodo, nada se siente igual. Vas a comer a los lugares a los que ibas antes solo para entender que no tenía que ver con la comida si no con los recuerdos. 

Entonces ves que nada puede ser igual si lo miras con otros ojos desde otro lugar.  

Mandela alguna vez dijo: “No hay nada como volver a un lugar que permanece igual para ver las formas en las que tú has cambiado”.  

A lo mejor tiene que ver con que el pasado siempre se recuerda diferente a lo que fue. Idealizamos épocas, momentos y personas. A veces la nostalgia nos engaña. Nuestros recuerdos se mezclan entre ellos para crear algo que después añoramos, pero que no pasó como lo recordamos.   

Hace varios años hice con mi familia un viaje a Canadá. Estábamos desayunando en Toronto cuando decidimos que era buena idea regresar al pueblo en el que viví de niña. Empezamos a manejar, el lugar estaba a casi seis horas de ahí. No estoy segura de que queríamos encontrar. Nos fuimos de Toronto para ir a un pueblo donde no había nada que hacer, pasar una noche ahí y regresar. En el camino llamé a las personas con las que vivía para decirles que estaba de camino a visitar, que íbamos a recorrer todos esos kilómetros para ir un día a visitar el pueblo. Seguramente pensaron que estaba loca.  

Tenía muchas ganas de volver al lugar, otra vez esa nostalgia que a veces nos engaña. No había nada que ver. Recorrí todo el lugar, recordé amigos con quienes ya no tenía nada en común, quise ir a comer a un lugar que ya no existía y tuvimos la cena más extraña con estás personas que no entendían que hacíamos ahí.  

Alguna vez leí que la nostalgia es una felicidad triste. Es el recuerdo de momentos de disfrute del pasado que no pueden volver. Y está bien que no vuelvan. Tampoco nosotros somos los de antes. 

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