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lunes, mayo 6, 2024

Duverger, provocar para ser leído

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En la historia de México, la figura de Hernán Cortés ha sido objeto de intensos debates, particularmente sobre su papel en la formación de la identidad mexicana. Christian Duverger, destacado historiador y arqueólogo francés, ha argumentado que Cortés debería ser considerado como el padre de la patria mexicana, una visión que ha generado una variedad de respuestas y críticas, con toda razón. No nos olvidemos que Cortés no tiene un monumento en México y que muchos no saben dónde están sus restos, porque seguramente los profanarían (en el Hospital de Jesús, por si ocupan). 

Duverger sostiene que la llegada de los españoles a lo que hoy es México no debe ser vista meramente como una invasión, sino como una continuación de la historia prehispánica. Según su perspectiva, Cortés comprendió la cosmovisión de los pueblos originarios y buscaba integrarse en el mundo mesoamericano.  

Duverger describe a Cortés como un hombre interesado en el mestizaje, más que en la conquista, y que se oponía a imponer los usos hispánicos sobre las poblaciones locales. Este hispanismo avant la lettre ya le costó en su momento críticas a algunas de las ideas de León Portilla. Duverger por supuesto va más allá. Estoy convencido que prefiere provocar que argumentar. Ya lo hizo antes con su libro en el que cuestionaba la autoría de Bernal Díaz del Castillo de su Historia Verdadera. Para Duverger el autor del libro es también Hernán Cortés. Alguna fijación tendrá con el militar mercenario. 

Esta visión contrasta con las narrativas tradicionales sobre la conquista española, que a menudo describen a Cortés como un conquistador brutal y despiadado. Duverger insta a revisar estas concepciones y a no satanizar a Cortés, argumentando que su proyecto original no era la guerra, sino la creación de una nueva sociedad mestiza.  

Según Duverger, Cortés estaba fascinado con el mundo prehispánico y su aproximación a la conquista debe ser entendida en un contexto más amplio y con una perspectiva más humanista. El proyecto original de Cortés era conseguir fama y éxito —las ideas de entonces de ello— y por eso consigue alistar a una serie de mercenarios y traicionar al gobernador de Cuba. Sin la rebelión de los comuneros Carlos V no hubiese necesitado su “conquista” para legitimarse. A la corona inicialmente le pareció adecuado, luego por supuesto la expansión colonial cumplió con creces el empeño colonial.  

La perspectiva de otros pensadores polémicos como José Vasconcelos, a principio del siglo XX, sugiere que la negación de Cortés como padre de México ha impedido una comprensión correcta de la historia mexicana. Vasconcelos afirmaba que Cortés, más allá de ser un conquistador, era el “más humano de los conquistadores” y que su llegada a México trajo beneficios significativos para los pueblos indígenas.  

Sin embargo, esta visión ha sido cuestionada por ser excesivamente apologética y por ignorar los aspectos negativos de la conquista. No se nos olvide que Vasconcelos terminó apoyado por los nazis y reconvertido al catolicismo. Sus restos descansan en la Catedral Metropolitana. La fijación racial e identitaria de Vasconcelos merece otra discusión aparte. 

En un análisis más equilibrado, se puede argumentar que Cortés jugó un papel fundamental en la historia de la Nueva España, pero eso no necesariamente lo convierte en el padre de México. La historia mexicana es el resultado de un complejo entramado de influencias indígenas, españolas y de otros grupos, y reducir la identidad mexicana a la figura de Cortés puede ser simplista y desatender la riqueza y diversidad de su historia. Negar el genocidio sería además de un revisionismo histórico facilón.  

Sería importante, por ello, continuar la discusión terapéutica sobre el pasado de nuestro México. Las narrativas sobre la conquista y figuras como Cortés son cruciales para entender la identidad mexicana y resolver las interrogantes morales y existenciales que aún perduran. Este debate, que puede llevar siglos, es fundamental para alcanzar una comprensión más completa y matizada de la historia y la identidad de México. Hacerlo con seriedad, sin el impulso provocador de Duverger vale más la pena. 

En México tenemos la labor enorme de Guy Rozat y sus discípulos que llevan décadas tirando mitos perniciosos sobre la conquista, como la supuesta superstición de Moctezuma o la aún menos cierta superioridad militar española. Sería igualmente productivo revisar las fundadas opiniones de historiadores como Felipe Leal quien, en 2021, revisó también ideas absurdas sobre la caída de Tenochtitlán, como lo hice yo mismo en un podcast para Himalaya. 

Mathew Restall en su libro Cuando Moctezuma conoció a Cortés desarrolla también un trabajo serio y documentado que puede ayudarnos a tener una visión más equilibrada y seria. El historiador norteamericano nos ofrece una reinterpretación crítica de la conquista de México, desafiando la tradicional narrativa de la rendición pacífica de Moctezuma a Hernán Cortés. Restall cuestiona esta versión, sugiriendo malentendidos en la comunicación y resaltando la complejidad lingüística y cultural del náhuatl.  

El libro también explora diversas representaciones de Moctezuma, alejándose de la imagen simplista de un líder débil y temeroso. Restall describe a Moctezuma como un líder fuerte y valiente, y a Cortés como un político hábil, cuestionando así los relatos convencionales de la conquista.  

Además, el autor enfatiza la importancia de considerar las perspectivas de la gente común y el papel de la corona española en la transformación del imperio mexica, presentando un análisis más matizado y profundo de este momento histórico crucial. Me parece central seguir discutiendo estos temas que no solo se refieren a nuestro pasado, sino que nos siguen formando y conformando en una identidad que, como decía Bolívar Echeverría, no es una esencia, sino un estado de código con el que podemos interpretarnos. 

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