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sábado, mayo 18, 2024

Las mentiras de Lalo Rivera

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Eduardo Rivera Pérez ya no sabe cómo ocultar lo evidente: su incapacidad y tibieza para proceder en contra de Claudia Rivera Vivanco, a la que responsabilizó de haberle dejado un Ayuntamiento en ruinas. Ayer, el edil de Puebla intentó explicar, en su infinitivo sioux, que no había ningún pacto o defensa hacía la morenista. Palabras más, palabras menos dijo que en la cuenta pública 2021 también estaba incluida parte de su gobierno y no podía votar en contra de sí mismo. Esta petenera solo confirmó que aparte de timorato es un ignorante, pues el Reglamento de Interior de Cabildo, en sus artículos 56 y 57, establece que los puntos de acuerdos, dictámenes o cualquier otra resolución pueden ser votados en lo general y hacer reservas en lo particular. En esta lógica, el panista y sus regidores pudieron votar a favor el punto de acuerdo sobre la cuenta pública de manera general y oponerse a los estados financieros de los últimos nueve meses de la administración de Rivera Vivanco. Esa hubiera sido la mejor forma de demostrar que no hubo componenda ni acuerdo político. La realidad es otra: nadie se atrevió siquiera a mover una coma al escrito que previamente tenían pactado con Morena. Lalo Rivera, que hace que no entiende, pero bien que entiende –Miguel Barbosa Huerta dixit-, en su afán por salir del paso del escándalo cometió una nueva torpeza. Sus propias palabras lo desmienten o lo llevan a una situación más turbia. No es la primera vez que ocurre. Hace unos meses cuando intentó justificar el contrato que asignaron a Vital Led Iluminación terminó por sugerir que habían incurrido en un desvío de recursos. La vez pasada y esta ocasión sus argumentaciones no provienen de una estrategia de contención de la crisis ni de una forma de revertir una opinión pública negativa y mucho menos de mandar el mensaje correcto al círculo de poder correcto. Solito se volvió a hundir y dejó más firme que nunca que fue doblado por la fracción de regidores de Morena.  

 

El reconocimiento que no hubo 

Hay quienes pretenden negar la realidad en un afán por hacerla cuadrar con lo que piensan. Un ejemplo evidente son los seguidores del panista Eduardo Rivera y Vivanco (sarcasmo). Otro caso son los seguidores del dogerista-bartlista-morenista Moisés Ignacio Mier Velazco. Es interesante cómo ambos grupos comparten más cosas en común que aquellas que detestan uno del otro. Ayer, el presidente Andrés Manuel López Obrador se reunió con los grupos parlamentarios de Morena, Partido del Trabajo y Partido Verde para darles un espaldarazo público a raíz de las desavenencias por la fallida Reforma Eléctrica. Los seguidores del poblano juran que fue un acto para ensalzar a su jefe y que era la muestra evidente de que forma parte del Olimpo de la 4T. Los corifeos no entienden que la reunión es parte de una estrategia presidencial para hacer frente a la oposición en la Cámara baja. Ante el fracaso de Mier en la reforma y el crecimiento de la oposición era necesario un mecanismo para desactivar la percepción de un triunfo. Esa lucha no le corresponde a Ignacio Mier, quien es solo un peón en el tablero. Tampoco atañe a los otros coordinadores parlamentarios y mucho menos al insípido Mario Delgado Carrilla (sarcasmo). Esta confrontación tiene el principal asidero en el presidente de la República porque solo él cuenta con la estatura para exhibirlos y contrarrestarlos. Como segundo en la estrategia se encuentra el secretario de Gobernación federal, Adán Augusto López. Para iniciar la segunda etapa de la estrategia era necesario enviar un mensaje de cohesión y respaldo, el cual se concretó ayer. En San Lázaro viene una nueva discusión a raíz de la Reforma Electoral que requiere modificaciones constitucionales que difícilmente se alcanzarán. Los peones irán una vez más a la guerra y se les pide lealtad, pero no por eso dejarán su condición de peones. No se confundan. La mejor muestra es que al juego fueron reclutados Pablo Gómez y Horacio Duarte. Esa es la verdadera burbuja. A los seguidores de Ignacio Mier les pasa un fenómeno que observamos con Claudia Rivera Vivanco: creer que entre más te digan tus incondicionales que eres el mejor, en verdad lo eres. Patético.  

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