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domingo, mayo 5, 2024

El Capitalismo Transnacional o Megacapitalismo

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El vicio inherente al capitalismo es el desigual reparto de bienes.

La virtud inherente al socialismo es el equitativo reparto de miseria”.

                                                                                      Winston Churchill

 

Hoy asistimos a la consolidación global del poder político y económico de una élite transnacional, a través de la concentración inédita de capital financiero y de la influencia política que ese control económico ejerce sobre estados e instituciones estatales intergubernamentales y transnacionales.

Las élites del poder capitalistas existen en todo el mundo. La globalización del comercio y el capital han hecho que las élites mundiales estén cada vez más conectadas entre sí, hasta el punto de que, en las últimas décadas, los académicos han empezado a teorizar sobre el desarrollo de una «clase capitalista transnacional (CCT)».

Leslie Sklair, en su libro “La Clase Capitalista Transnacional (2000)” argumenta que las corporaciones transnacionales ejercen hoy papeles internacionales mucho más influyentes debido a la globalización.

Esto ha llevado a que los Estados-Nación se vuelven menos importantes que los acuerdos internacionales firmados con Organización Mundial del Comercio (OMC) y otras instituciones internacionales.

William I. Robinson, sociólogo de la Universidad de California, y autor de: “Una teoría sobre el Capitalismo Global” (2004) y “Capitalismo Global y la Crisis de la Humanidad” (2014) establece que la circulación global del capital es el eje de los intereses de la burguesía internacional, y que opera en grupos oligopólicos por todo el mundo.

Estos grupos crean alianzas estratégicas transnacionales a través de fusiones y adquisiciones. Su objetivo es aumentar la concentración de riqueza y capital y el proceso crea una poliarquía de élites hegemónicas.

Robinson sostiene que el planeta se enfrenta a una crisis sin precedentes de desigualdad social, degradación medioambiental, violencia global y desestabilización económica.

Por su parte, Peter Philips, en su libro “Megacapitalistas, la élite que gobierna el mundo y el dinero” teoriza sobre la guerra contra el terror.

Afirma que se trata mucho más de proteger la globalización transnacional, el flujo libre de capital financiero de ámbito mundial, la hegemonía del dólar y el acceso al petróleo que de reprimir el terrorismo.

Estados Unidos cuenta con una larga historia de intervenciones en todo el mundo cuyo objetivo ha sido la protección de sus «intereses nacionales». La OTAN está cada vez más alineada con la agenda de dominación global de Estados Unidos.

Eso refleja el creciente carácter económico transnacional de los intereses estadounidenses.

Se calcula que la riqueza total del mundo asciende a unos doscientos cincuenta y cinco billones de dólares aproximadamente, de los cuales Estados Unidos acapara alrededor de dos tercios.

Mientras tanto, el 80% de la población mundial vive con menos de diez dólares al día; la mitad más pobre lo hace con menos de dos dólares y medio diarios; y más de mil trescientos millones de personas viven con solo un dólar con veinticinco centavos al día.

La élite del poder global, ¿tendrá la conciencia de tomar medidas para reestructurar la concentración de capital antes de que movimientos sociales surjan en contra de ese régimen capitalista salvaje por medio de disturbios civiles, no-cooperación y, en última instancia, violencia?

¿Podrán esos movimientos generar un despertar de la élite del poder global sobre la necesidad de ajustar la puesta en marcha de acciones correctivas y lograr, en el mediano y largo plazo, una redistribución de riqueza que satisfaga las necesidades humanas básicas?

Hoy, más que nunca sabemos que el mayor inconveniente de la humanidad no es de crecimiento económico. Existe una riqueza sin parangón.

Hoy existe una urgencia. Es una necesidad humana y humanitaria que ese río de la riqueza comience a desbordarse hacia otros lugares y genere goteos y flujos que impulsen el desarrollo de gente de todo el mundo.

Ese cambio que hace falta no está en la filantropía de los multimillonarios, donde la élite del poder escoge a sus beneficiarios.

Sino en la reestructuración del propio capitalismo.

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