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viernes, abril 26, 2024

¿Cuál unidad en el PAN?

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Hace ocho días, Eduardo Rivera Pérez y Marko Cortés Mendoza presumían ante los medios de comunicación y la clase política poblana la unidad del PAN con miras a 2024.

La mayoría de los liderazgos locales acudieron al encuentro que terminó por destapar al munícipe e incurrir en actos anticipados de campaña.

Ocho días después, solo bastó un par de tontos con iniciativa para demostrar que la supuesta cohesión panista es solo eso: un supuesto.

La expresidenta estatal del PAN Genoveva Huerta Villegas fue la encargada de exhibir la verdadera realidad al interior de ese instituto político.

Al acudir a la asamblea municipal de Tlaola para la elección de consejeros estatales, fue amedrentada por la policía de ese lugar y le exigieron que se retirara, ya que habían recibido órdenes expresas de Marcos Castro, un sujeto que cobra como secretario general del Comité Directivo Estatal del PAN, pero en realidad es el mozo de Rivera Pérez.

Lo sorprendente, a parte del amedrentamiento, es que fue el alcalde Jesús Viveros Bobadilla el responsable de decirle personalmente a la expresidenta panista que no era bienvenida y dar la instrucción que la policía del lugar la escoltara a la salida.

Jesús Viveros no reparó en que, al intervenir, reveló un mensaje muy peculiar. Palabras más, palabras menos, el edil dijo que recibió una llamada de Marcos Castro para que pusiera orden o, de lo contrario, el partido no les daría ninguna candidatura en 2024. “Ni un voto para Genoveva”, fue la indicación.

Lo que el edil y Marcos Castro no entendieron es que cruzaron la delgada línea que separa la lucha interna con el uso faccioso de las instituciones para aniquilar al adversario. ¿Qué viene ahora para los que no piensen igual que Lalo Rivera? ¿La expulsión? ¿La purga intestina?

Cómo estarán las cosas que el propio dirigente nacional del PAN se sorprendió tremendamente al enterarse de lo ocurrido y advirtió que los focos rojos se han prendido una vez más en Puebla.

No es la primera ni la última vez que Eduardo Rivera intenta pisotear a los que no forman parte de su grupo. Pero lo que llama la atención es cómo se incrementa la radicalización conforme pasa el tiempo y más acerca 2024.

El empleado de la Organización Nacional del Yunque parece que no ha caído en cuenta que cada vez que pretende acrecentar su influencia abre más frentes de guerra. A este amedrentamiento policiaco contra Genoveva Huerta se suma la operación política para hacerse del control de la zona conurbada, lo que implica someter a los presidentes municipales de San Andrés y San Pedro Cholula, además de Cuautlancingo.

Al primero, Edmundo Tlatehui Percino, ya logró doblarlo y convertirlo en su golpeador de tiempo completo, pero en el caso de Paola Angón Silva y Filomeno Sarmiento ha encontrado una fuerte resistencia, por lo que Rivera Pérez no ha dudado en lanzar fuego amigo y enviar a sus operadores para intentar desestabilizar a las administraciones municipales panistas.

Se trata de un juego muy perverso y carente de oficio político, pues para tener influencia no se impulsa el acuerdo, la negociación, el apoyo sino la barredora, la imposición y la guerra.

Ese es el estilo personal de gobernar de Eduardo Rivera Pérez.

Al paso del tiempo comprobamos que el yunquista se ha convertido en todo aquello que juró combatir. El resultado es que cada vez se parece más a Rafael Moreno Valle que a Gómez Morín o Castillo Peraza.

La unidad del PAN es la más grande falsedad que los yunquistas pretenden vender.

No existe ni existirá porque para que la haya se requiere de políticos profesionales.

Hoy lo que existen son panistas sectarios y engreídos que creen que por el hecho de ser ellos el partido les pertenece.

Es tiempo de zopilotes en el PAN y Eduardo Rivera comanda al ejército de carroñeros.

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