Se dicen cosas horribles de ti / 07

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ENTREGA VII

Todos los nombres de los personajes son reales.
Todos los enredos de los personajes son ficticios.

 

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Jaime Labastida parece un bebé rosado. Un bebé Gerber. El ujier que lo cuida odia la poesía. Sobre todo la suya. Y es que se la lee en voz muy baja desde que se levanta hasta que anochece. El ujier finge escucharlo mientras piensa en las nalgas de la mesera del Quinta Real. Lo peor viene cuando el poeta le pide una opinión sobre su poesía.

—Pus no sé, doctor. Sólo sé que me gusta. No sé explicarlo.

Labastida está casado, pero pasa más tiempo con su ujier. Su esposa también está rosada. De ese color rosado que tienen los lechones en la antesala del horno. El ujier, en cambio, es moreno. Moreno cansino. Tirándole a prieto.

 

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El klōn de Raúl Padilla fue un día al restaurante Los Arcos, de Zapopan, junto con un grupo de escritores búlgaros. Todos pidieron clamatos con tequila. El klōn se mantuvo quieto, inapetente. Los klōnes no pueden comer mariscos ni pescados. Tampoco carne. Técnicamente, los klōnes sólo se alimentan de aceite Mobil 1 120764 Synthetic Motor Oil 5W-30, 5 Quart.

En una ocasión, Padilla y su klōn comieron birria en las Nueve Esquinas y sufrieron una crisis tecnológica industrial que estuvo a punto de acabar con ellos y con la FIL, y con la Universidad de Guadalajara. Los técnicos de la NASA tuvieron que viajar a Zapopan, donde Padilla tiene una de sus mansiones. Ahí mantuvieron al klōn en veda y una semana después lo trasladaron a la NASA para someterlo a una cirugía de motor abierto. Hallaron todo tipo de antojitos jaliscienses: tortas ahogadas, pozole y carne en su jugo. En ese lapso, Padilla no salió de sus habitaciones. Los médicos lo mantuvieron con una dieta estricta de sal de uvas Picot y Melox Plus. En ese lapso se dedicó a leer a sus clásicos: Benedetti, Fadanelli y Baricco.

 

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La envidia de todos los escritores que tienen klōn es el de Salman Rushdie, pues éste puede beber tequila 7 Leguas blanco durante horas sin generar daños al sistema úmbrico del equipo de fabricación noruega.

Entre las ventajas tecnológicas que tiene el klōn de Rushdie, por ejemplo, figuran varias más: es capaz de tener sexo tántrico en dos continentes al mismo tiempo, comer birria y mariscos a discreción, y ofrecer una conferencia magistral sobre el cine y la literatura sin citar a Buñuel, a quien considera el mayor genio de España. Todo esto lo estudió el escritor y divulgador científico Carlos Chimal. Chimal, el Bueno. En un ensayo elaborado durante una de sus habitales residencias en la universidad de Cambridge, el autor de Las neuronas de Shakespeare descubrió que el klōn de Rushdie es capaz de mantener conversaciones tanto en nórdico occidental como en nórdico oriental.

Ninguno de estos atributos poseen los klōnes de Raúl Padilla y Elena Poniatowska. Tampoco el de tener el papel activo en una relación sexual. Menos aún el de soltar alguna lágrima en un momento conmovedor. Ocurrió en Dublín en una conferencia que Rushdie daba sobre el último suspiro de James Joyce. Al hablar de una carta de Ezra Pound, en la mejilla del klōn apareció una lágrima tenue, brillante, pequeña. Los técnicos que siempre lo acompañan creyeron al principio que era una gota de sudor, de ésas que se forman cuando en un salón hay grandes multitudes. Luego descubrieron que, en efecto, se trataba de una lágrima salida del ojo derecho. Una vez en Oslo, los técnicos confirmaron, enternecidos, que esa lágrima no formaba parte de las capacidades tecnológicas del klōn adquirido por Rushdie y concluyeron que la hipersensibilidad del escritor había logrado tal milagro industrial.

Bill Clinton, quien también tiene un klōn como el de Rushdie, envió una carta exigiéndole a la fábrica Noruega que introdujera en el suyo la capacidad de soltar, eventualmente, lágrimas tenues, brillantes y pequeñas. La respuesta del consorcio fue negativa. Clinton protestó. Un técnico viajó a New York para explicarle que su petición era imposible de complacer por razones de raza. Entonces le compartió la anécdota de la lágrima del klōn de Rushdie y provocó una emoción sin límite en el expresidente de Estados Unidos, emoción que terminó acompañada de una lágrima como la que quería para su propio klōn.

El inventor Ray Kurzweil estuvo a punto de crear un klōn como el que quería Clinton. Algo de eso deja ver en su libro Como crear una mente. (El secreto del pensamiento). El proyecto, financiado por la empresa Google, no se concretó por falta de tiempo. Kurzweill, director de Ingeniería de Google, se concentró en algo que le quitaba el sueño: la posibilidad de construir una copia genética de su padre, Frederic Kurzweil, a partir del ADN encontrado en su tumba. En una entrevista concedida a la revista The Rolling Stones, en 2009, Kurzweil explicó que “este objetivo podría alcanzarse mediante el despliegue de varios nanorobots que enviarían muestras de ADN desde la tumba y construirían un klōn de su padre que podría recuperar recuerdos a partir de la mente” del propio Ray.

Músico, empresario, escritor y científico especializado en Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial, Kurzweil les dijo a sus estudiantes de Singularity University, de la que fue impulsor, que los humanos, tarde o temprano, seremos máquinas. Es decir: que habrá maquinas viviendo dentro de nosotros. Ante las miradas aterradas de sus pupilos, dijo que nuestra sangre la van a mover nanorobots y que en el año 2029 las computadoras tendrán inteligencia emocional y serán convincentes como personas.

En ese año, agregó, podría empezar el proceso, pero podremos vivir para siempre en 2045. También aseguró que, cierto día, el robot que viva dentro de nosotros cazará células cancerígenas. En su momento fue catalogado como el inventor con más glóbulos rojos del mundo. Por ese motivo, Andrés Roemer quiso llevarlo a La Ciudad de las Ideas, justo cuando planeó su boda con Pamela. El plan era que todos los invitados, entre los que había decenas de genios y Premios Nobel, fungieran como testigos del matrimonio civil. La fiesta sería en Puebla: en el Museo Internacional del Barroco, cuyo diseño se debe al arquitecto japonés Toyo Ito, y habría orquestas, DJ´s y grupos de rock de todo el mundo. En su acostumbrada voz baja, Kurzweil le dijo a Roemer: no, gracias. La delirante fiesta se canceló debido a la infidencia de un columnista político.