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domingo, mayo 5, 2024

Por un fútbol sin violencia. Por un fútbol de mujeres y hombres

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I 

La violencia se ha adueñado de nuestra existencia. 

La hay de todos colores y sabores. 

En México te matan por ser mujer, periodista, por estar en el lugar equivocado, por ser un daño colateral de la estúpida guerra contra el narcotráfico (que ni AMLO ha logrado parar). 

 

II 

Hace unos días el fútbol mexicano se manchó de sangre.  

El estadio de Querétaro fue el escenario, las barras del Querétaro y el Atlas las involucradas y, en medio, familias y aficionados que se convirtieron en el daño colateral. 

Videos e imágenes hay muchas, mismas que duelen y convocan a una amplia reflexión. Y sí, también es un reflejo de la situación en la que vive el país. 

Resulta ingenuo pensar que en un país donde se mata con impunidad a mujeres, periodistas y miles de víctimas del narcotráfico, la violencia no se reflejará en el fútbol. 

 

III 

Esas escenas violentas son responsabilidad de muchos: del Presidente de México que, desde la tribuna nacional, cada mañana sigue insistiendo en su narrativa polarizante: liberales vs conservadores, pueblo bueno vs fifís, ricos vs pobres, la 4T vs neoliberalismo, el mundo vs él. 

De los periodistas deportivos que siguen manejando una narrativa de partidos donde el orgullo (no deportivo) está en juego. 

De padres y madres que educan a los hijos bajo el concepto de que es malo perder y sólo se celebra la victoria. Una de las enseñanzas más hermosas del deporte es la capacidad de aprender de la derrota y el fútbol (como de otros deportes de conjunto) nos recuerda que un resultado positivo se alcanza con base en el trabajo en equipo. 

 

IV 

Si la violencia en estadio de Querétaro no fue suficiente, las redes sociales se convirtieron en una especie de ring: en una esquina las personas que aseguraban que eso es culpa –exclusivamente– de los hombres y que se estaba cosechando lo sembrado por años.  

Básicamente “pinches hombres” se lo merecen y la única forma de mejorar el mundo es eliminado al fútbol; y de paso al género masculino. 

Otras personas daban cifras y notas sin certeza de los hechos. 

Todas las personas tenían su verdad, sus datos y, por ende, la razón. 

 

V 

Ni todo es negro ni nada es absolutamente blanco. 

El mundo está lleno de una amplia gama de tonalidades de color. 

El mismo espacio donde pareciera que sólo había espacio para la barbarie, también mostró estampas de hermandad y humanidad: aficionados del Querétaro salvando a otros del Atlas, hombres protegiendo (con el cuerpo y sin golpear) a sus amigas, novias o esposas. Personas salvando personas, sin importar la rivalidad deportiva. 

 

VI 

A mí el fútbol me ayudó a socializar, de niño no sabía cómo convivir con otras personas. Era callado y muy introvertido.  

De chico jugaba fútbol con primas y primos sin importar el género. Cuando era el Mundial nos reuníamos en casa de la abuela materna para ver algún o varios partidos del mundial y terminando, tanto los tíos como las primas y primos, nos íbamos a jugar un partido. 

Entonces, el fútbol a mí me dio inclusión. 

Hoy, en México, hay una Liga de fútbol femenil y, antes de la pandemia, no me perdía ningún partido de local del Puebla femenil. 

 

VII 

A los que sí tenemos valores y hemos disfrutado el fútbol en familia, nos toca alzar la voz para exigir y participar activamente en los cambios. 

La afición, jugadoras, jugadores, directivos y autoridades de gobierno en conjunto debemos erradicar la violencia de las tribunas.  

El fútbol no es violento y es de mujeres y hombres; y debe disfrutarse en familia. 

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