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sábado, mayo 18, 2024

La tentación por el botín y los nuevos tiempos de la BUAP

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|Ignacio Juárez/
Iván Rivera

 

Hoy solo son ecos.

Sonidos que retumban cuando son traídos al recuerdo.

Y es necesario recordarlos para no olvidar el daño que causaron los viejos tiempos.

Tiempos en que todo se torció.

En que un grupo de hombres creyeron que era bueno, necesario, indispensable poner al servicio de los comunistas, del priismo o hasta del panismo a una de las universidades que camina rumbo al medio siglo de existencia.

Una casa de estudios que surgió a la par de la ciudad novohispana que, en su momento, fue el máximo centro de expresión del barroco.  

Por eso, cuando la rectora Lilia Cedillo Ramírez afirma que las acciones impulsadas en su gestión han sido para “conservar” la autonomía universitaria, así como la estabilidad económica, académica y política de la centenaria casa de estudios, los ecos de viejos tiempos toman el peso que se merecen.   

“Conservar” fue el verbo utilizado por la rectora.  

Conservar es definido por el Diccionario Oxford como “hacer que una cosa se mantenga en buen estado, guardándola en determinadas condiciones o haciendo lo necesario para que así sea”. 

Y el verbo es correcto.  

Correcto y preciso.  

Preciso porque si algo representa el rectorado de Lilia Cedillo ha sido precisamente el regreso al origen de la universidad.  

Con su arrollador triunfo hace un poco más de dos años, la eminencia en investigación de microbiología puso fin a una larga lista de rectorados que llevaron a la universidad a ponerla al servicio del partido, sin importar si era el Partido Comunista Mexicano, el Partido Revolucionario Institucional o el Partido Acción Nacional. 

Tuvo que llegar una menudita científica, primera mujer en ocupar la jefatura del gobierno universitario en sus 444 años de existencia, para todo regresara al origen. 

Hoy, a dos años de gestión, es correcto el verbo conservar.  

Se conserva lo que ya se tiene.  

Y con Lilia Cedillo, la BUAP tuvo una vez más autonomía y estabilidad política, económica y académica.  

Se dice fácil, pero se necesita muchísimo para alcanzar si quiera el primer derecho.  

Hoy ya es un lugar común hablar de los carísimos atuendos que portaba la casta universitaria -bautizada correctamente como la “burocracia dorada”- todos días de cada rectorado, pero sobre todo en cada informe de labores.  

Prada, Gucci, Ferragamo, Brioni, Audemars Piaget, Cartier eran los nombres que reemplazaban en los discursos a Descartes, Norberto Bobbio, Marx.  

Hoy la cosa es más sencilla, pero más profunda.  

Se conserva lo que se conoce, se valora, se aprecia y, sobre todo, se reconoce como prioritario. 

Y no hay nada más prioritario en la vida de una universidad pública que la autonomía y la tríada compuesta por estabilidad política, económica y académica. 

La BUAP tiene ahora el nuevo cariz que vuelve políticamente incorrecto que alguien se considere un soldado del régimen en turno.  

Es curioso que los hombres surgidos de un partido de izquierda hayan llevado a la universidad a una crisis al ponerla al servicio del Partido Comunista, de una ideología.  

Pero es más curioso que hombres surgidos de otro partido identificado de izquierda, sean los responsables de poner fin a esa condena.  

Primero fue Miguel Barbosa Huerta, quien decidió no meter las manos en la elección de la rectoría, a pesar de que tenía todos los elementos y argumentos políticos y fiscales.  

Eso dio pie a que la comunidad universitaria volteara su mirada hacia adentro y procesara su nuevo parto, uno del que emergió la figura de una investigadora que de manera natural aglutinó a todas las corrientes y expresiones entorno a su proyecto. El proyecto de rescatar a la universidad de los viejos tiempos y regresarla a su origen. 

No por nada llamó a su modelo La Nueva Cultura Universitaria.  

Una nueva cultura resiliente con su época, a las exigencias sociales, el entorno político, las causas sociales y estructurales, pero sobre todo de apostar por llevar a las calles a universitarios consecuentes con la sociedad que les tocó transformar.  

La nueva cultura universitaria, no se dijo textualmente, también implicaba el respeto de la autonomía universitaria comenzando por los encargados de conservarla.  

Y fue en esa construcción en que Lilia Cedillo se encontró con otro gobernador, con Sergio Salomón Céspedes Peregrina, a quien más allá de la investidura y el respeto institucional, le reconoce su sensibilidad, su compromiso, su nobleza, su sencillez y su solidaridad. Virtudes humanas que muy poco se escuchan en los discursos. 

Así pues, tampoco es gratuito que, teniendo como escenario del Auditorio del Complejo Cultural Universitario, frente a 3 mil almas de los sectores políticos, sociales, económicos y universitarios que arroparon a la rectora, el gobernador de Puebla hiciera énfasis en una cosa: el respeto a la autonomía universitaria. 

“La BUAP -dijo- por muchos años fue una gran tentación de botín y control político por parte de diferentes actores en distintos gobiernos, por eso la presencia de su servidor es para dejar muy claro que el gobierno que tengo el honor de representar está presente para reiterar su respeto absoluto a la autonomía de la BUAP y desearle larga vida”. 

Hoy solo son ecos.  

Sonidos que retumban cuando son traídos al recuerdo.  

Y es necesario recordarlos para no olvidar.  

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