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sábado, mayo 4, 2024

La dificultad de ser Eduardo Rivera

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¿Sorprende que Eduardo Rivera Pérez actúe como hacendado del siglo XIX al interior de la coalición PSI-PAN-PRI-PRD? No, la verdad no. Lo que sí sorprende es que esté convencido de que es la mejor forma de hacer política en los tiempos actuales.  

¿Qué demanda la democracia poblana de su oposición en estos tiempos? A hombres y mujeres que sean capaces de llevar al máximo la inclusión de todas las expresiones a fin de generar un movimiento que sea imposible de detener y que permita vertebrar una nueva forma de ver al gobierno, a la política y a la misma responsabilidad social.  

Eduardo Rivera y la oposición son todo lo contrario a esa demanda. En su afán por querer controlar la realidad -algo que resulta imposible para personas con mínima inteligencia-, en la que debía ser la cúspide de su carrera política solo tiene para ofrecer sectarismo, caprichos y mucha corrupción. 

Contrario a la demanda de una oposición inteligente, conciliadora, capaz de entender lo que el ciudadano busca y anhela, ha hecho gala de la expresión más recalcitrante del conservadurismo. No escucha a nadie, no tiene aliados y los que tenía prefirió patearlos, el gobierno es para enriquecerse y cree que al ignorar las críticas en su contra éstas desaparecerán mágicamente. 

Esta es una muy mala noticia para la democracia poblana. Su oposición, sus hombres y mujeres que pueden construir una alternativa sencillamente han quedado sometidos a un político que actúa como hacendado del siglo XIX. (Si las cosas no cambian, en la oposición veremos de regreso la vieja práctica del derecho de pernada para aquellos que busquen un espacio).  

Por eso no es extraño que su segunda administración (sí, no olvide que ha sido alcalde dos ocasiones) Eduardo Rivera la manchó de sus inicios por la falta de oficio político (el coscorrón del DAP), la represión como moneda de diálogo (instantánea del monaguillo Cruz Lepe al frente de una centena de golpeadores que esperaban a los vendedores ambulantes en pleno zócalo), la corrupción (un contrato provisional para el servicio de alumbrado que la Auditoría Superior de la Federación halló como quebranto patrimonial) y la claudicación de su obligación legal (Negarse a investigar a Claudia Rivera Vivanco y proceder penalmente). 

Así podemos seguir con planas y planas de ejemplos. Lo triste es que Eduardo Rivera forma parte de una nueva generación en el PAN que estaba llamada a imprimir un cambio radical en la oposición, construir una nueva clase política y tomar el poder con la raigambre que te da un movimiento social que represente a todos aquellos que están cansados del oficialismo.  

De ahí que no haya otra conclusión: Nunca se preparó para la responsabilidad histórica que le tocaba como opositor. Tampoco cuenta con la madera para cambiar las cosas. Mucho menos tiene la visión o la ideología para proponer un camino para la entidad.  

Ser Eduardo Rivera en este momento no ha de ser nada fácil. 

Primero porque lo obligaron a ser candidato a la gubernatura. Ha de ser chocante observar todos los días que tienes enfrente a un adversario -llamado Alejandro Armenta Mier– que remó a contracorriente para ser el abanderado de su partido, que para eso tuvo que ir contra el establishment local y que justo esa lucha sostenida, congruente y valiente le granjearon una legitimidad mayor de la que otros aspirantes pudieran alcanzar.  

En segundo lugar, porque todos los días comprueba que su adversario está haciendo todo lo que él prefirió ignorar. Un oponente que no niega los desencuentros de la actividad partidista, que sabe lo azarosa que puede ser llegar a ser la política y que para construir la unidad es necesario ir por aquellos que sienten afectados, excluidos y ofrecerles cobijo sin sumisión, pero tampoco siendo sujeto a chantajes.  

No ha de ser nada fácil ver que el candidato de lo que la derecha llama el oficialismo es la cabeza de una nueva clase política que está en proceso de construir un régimen acorde con la demanda actual y con un pie para el futuro próximo. Observar que mientras en la oposición no existe capacidad de construir la unidad, enfrente se tome al toro por los cuernos porque lo más importante es hacer realidad una visión hacia el 2030, en meter un pie en la dinámica mundial, apostar por los proyectos verdes, la educación, la tecnología, entre otros muchos proyectos. 

Tampoco ha de ser grato para Eduardo Rivera el comprobar que como alcalde jugaba a poner en marcha un programa de apoyo en salud, mientras su adversario no solo está pensando en ese rubro sino en una visión integral de bienestar para la ciudadanía.  

Para desgracia del candidato del PAN ni siquiera ha comenzado la elección constitucional y ha demostrado que en la arena hay dos proyectos: Un estado con visión del siglo XIX y la construcción de un auténtico Estado de bienestar moderno.  

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