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viernes, mayo 3, 2024

“No soy de aquí, ni soy de allá”. -Facundo Cabral

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Dentro de mis memorias de los 20 años, tengo el recuerdo de mis primas J y J y de los dos años fabulosos que pasamos antes de que regresaran —junto con mis tíos y sus tres hermanos— a seguir intentando el sueño americano. Su regreso a México no fue el esperado, simplemente no se acostumbraron a la sobrevivencia de nuestro país, mucha chamba y poco ingreso. La única ganancia con la que cruzaron la frontera —de nuevo como ilegales— fue un bebé y un esposo. De eso ya pasaron dos décadas, esposos, exesposos, nuevos esposos, hijos y nietos. Estoy segura de que, si a esos hijos les preguntamos si se sienten mexicanos, dirán con mucha razón que no, nuestro país le falló a sus abuelos, a sus papás, suerte que mis sobrinos son públicos como Yahritza y Su Esencia, de otro modo ya hubieran sido linchados. 

En su libro Ceniza en la boca (Sexto Piso, 2022) la escritora Brenda Navarro habla precisamente sobre la migración de una familia, no a Estados Unidos sino a España, el reencuentro poco fortuito con la madre, un hijo adolescente que no termina por encontrarse en ese país y una hija con pocas alternativas de trabajo como ilegal. El suicidio de Diego, el hermano, es lo que desata la historia de 196 páginas llenas de dolor, les confieso que mis días de lectura los hice con un nudo en la garganta, hubo días, incluso, que dejé el libro sin abrir en mi mesita de noche, por el temor a derrumbarme. 

Brenda Navarro ya me había sorprendido con un libro anterior, Casas Vacías (Sexto Piso, 2019) ahí habla de un tema espeluznante, el robo de un hijo perpetrado por otra mujer. La maternidad vivida desde la culpa, la incertidumbre y el vacío. La maternidad vivida desde la precariedad, la violencia, el hartazgo. Una mujer que anhela ser madre para criar y cuidar a su hijo propio y una madre que, tras no poder serlo, decide tomar el de otra mujer para encajar en una familia donde las casas de las primas —siempre la familia—están llenas de niños. 

En ambos libros la autora camina sobre fuego, sobre vidrios, camina en el filo de un abismo y, sin embargo, le deja al lector la responsabilidad de sentirlo. Es de notar la fascinación de la autora por el tema de la desintegración familiar, no obstante, los personajes quedan tan magistralmente logrados que parecen que son ellos y no Brenda, quienes entablan un diálogo interno con los lectores. La bola de nieve, entonces, va creciendo con cada argumento, en cada diálogo hasta explotarte en la cara y es imposible no reconocerte o querer actuar. Con Ceniza en la boca, por ejemplo, me hice fan de la banda de indie rock, Vampire Weekend, enfurecí con el maltrato hacia las empleadas domésticas y quise advertirle cientos de veces a la narradora que el novio era un macho europeo, que también los hay. 

Casas vacías, en cambio, fue un deshago. Leer que existen otras maternidades fuera de plenitud y del amor infinito, me tranquilizó como madre de dos niños. Página tras página me deshice de la fantasía de volver a ser yo sin ellos, porque no lo nieguen queridos hipócritas lectores, todos los que nos convertimos en madres y padres, deseamos en algún momento regresarlos a la fábrica de hijos, si es que hubiera una. 

Con Ceniza en la boca, Brenda Navarro no solo revivió en mí la historia de la familia materna desintegrada, desperdigada entre Chicago y CDMX, también se convirtió en una de mis lecturas entrañables del 2023, no por nada obtuvo el galardón al Libro del año (ficción) concedido por las Librerías de Madrid y lo mismo en la edición XXII de los Premios Cálamo. Léanla, es una de las escritoras mexicanas contemporáneas imperdibles.  

De nada.  

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