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lunes, abril 29, 2024

Parábola del gobernador que metió la pata y no la sacó

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Todo mundo mete la pata.

La política es un campo minado para hacerlo.

Lázaro Cárdenas metió la pata cuando designó a Manuel Ávila Camacho como su sucesor.

Díaz Ordaz hizo lo mismo al decantarse por Luis Echeverría.

En Puebla, Mario Marín pudo haber evitado su largo martirio si hubiese dicho “no” a la pretensión del empresario Kamel Nacif en el sentido de aprehender a la periodista Lydia Cacho en Cancún, Quintana Roo, y traerla a Puebla.

Esa metida de pata —hasta el corvejón— marcó su destino el viernes 16 de diciembre de 2005.

El problema mayor no fue, sin embargo, haber metido la pata sino no haberla sacado rápido.

En lugar de eso, celebró vía telefónica con Kamel Nacif la aprehensión de la periodista y dijo que ya le había dado sus coscorrones —“a esa pinche vieja”— para que aprendiera.

(Lo malo para Marín fue que la entonces esposa de Kamel Nacif grabó la conversación y la envió a La Jornada y a Carmen Aristegui en aras de que se hiciese pública, cosa que ocurrió el martes 14 de febrero de 2006).

Ya con la pata bien metida (hasta el cuazo), el gobernador se envalentonó y volvió a meterla en distintos momentos.

Y cuando parecía que ya no podía meterla más, la metió por enésima vez.

Todo ocurrió el domingo 31 de marzo de 2019, en el contexto de un acto de campaña en favor de Alberto Jiménez Merino, a la sazón candidato del PRI a la gubernatura de Puebla.

Interrogado por los reporteros, el exgobernador dijo textualmente acerca del caso Lydia Cacho: “Es un caso juzgado desde 2008 por la Suprema Corte de Justicia de la Nación que nos exoneró después de dos años de investigación. Este asunto ya debe de olvidarse, ya es cosa juzgada y no creo que afecte la candidatura de Alberto”.

Las consecuencias a esta mayúscula y nueva metida de pata no tardaron en llegar.

El jueves 11 de abril de 2019 sobrevinieron tres órdenes de aprehensión en contra de Marín, Nacif y Adolfo Karam, mismas que quien esto escribe dio a conocer el sábado 13 de abril a través de La Quinta Columna.

El ostión se cerró el miércoles 3 de febrero de 2021, cuando Marín fue aprehendido en Acapulco, Guerrero.

Si hacemos cuentas, nuestro personaje lleva 18 años viviendo en el infierno desde que metió la pata por primera vez en el caso Lydia Cacho.

A consecuencia de esto, sólo disfrutó su gubernatura 10 meses y medio.

Desde su celda en el penal de Almoloya debe arrepentirse todos los días de aquella vez en que le dijo “sí” a Kamel Nacif.

La pena de vivir así —metiendo la pata tantas veces— no vale la pena.

En los tiempos recientes, Enrique Cárdenas, exrector de la UDLAP, metió la pata en dos ocasiones: cuando engañó —brevemente— a don Miguel Barbosa, haciéndole creer que él era el candidato a la gubernatura en 2018, y cuando un año después fue el abanderado del PAN a Casa Aguayo.

Sus pérdidas fueron onerosas.

Claudia Rivera metió la pata cuando buscó la reelección en la presidencia municipal de Puebla en 2021, y quiere meterla de nuevo al presionar como lo está haciendo con los altos niveles de rechazo que tiene entre los electores.

(El rubro de “nunca votaría por X en una elección” es un factor clave en los comicios).

Eduardo Rivera Pérez acaba de meter la pata al no buscar la reelección en el ayuntamiento de Puebla, una vez que sus expectativas en la elección que viene son abrumadoramente malas.

Su falta de agallas y carácter marcarán su paso como candidato a la gubernatura.

De hecho, Rivera no quería ser el candidato.

Lo forzó Marko Cortés, dirigente nacional del PAN, quien es un verdadero maestro en el arte de meter la pata.

A cada paso la mete con particular enjundia.

No es malo, pues, meter la pata.

(Todos lo hemos hecho en algún momento).

El verdadero problema, vea el hipócrita lector, es meterla y no sacarla rápido.

Terrible, camaradas.

¡Bebamos!

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