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viernes, mayo 3, 2024

El Club de los cadáveres flotantes 

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Hace un año, antes de la elección de junio, todos los que serán mencionados a continuación se veían plenos y poderosos. 

Hoy, gracias a la fuerza del destino, son cadáveres flotando en un metafórico río Atoyac. 

Se veían fuertes por el presupuesto y por la aparente cercanía que tenían —faltaba más— con el huésped de Palacio Nacional. 

Algunos nombres: Claudia Rivera Vivanco, Fernando Manzanilla, Rodrigo Abdala, David Méndez… 

La primera, era presidenta municipal de Puebla y manejaba los recursos económicos a su antojo. 

Para entonces se había vuelto la enemiga número uno del gobernador Miguel Barbosa Huerta. 

Sus constantes desplantes hacían adivinar a su Coro de Niños Cantores que la cercanía que tenía con el presidente López Obrador era brutal. 

Ella misma juraba que tanto el presidente como Beatriz Gutiérrez Müller la amaban y la protegían. 

Sus corifeos aseguraban que cada vez que iba a llevarles dulces típicos de Puebla la recibían con prontitud y esmero. 

“No te imaginas cómo quieren a la jefa Claudia. Ya le dijo el presidente que busque la reelección para que el camino a la gubernatura sea el siguiente paso”, juraba otro joven cadáver que hoy flota sobre las aguas de un metafórico río Chinguiñoso. 

Rivera Vivanco se movía, pues, como si fuese la elegida de Palacio Nacional. 

En cada roce con el gobernador, sus niños cantores —algunos hospedados en páginas web ya desaparecidas o en vías de extinción— decían que al gobernador —según la presidenta— ya estaba por irse, una vez que López Obrador no lo toleraba. 

(Esta versión las han repetido los enfáticos enemigos del gobernador unas dos docenas de veces de 2019 para acá). 

Claudia, pues, se fue con todo a la reelección y terminó siendo aplastada por un mediocre Eduardo Rivera Pérez. 

Me retracto. 

El mediocre soldado Pérez no fue quien la derrotó. 

Fue derrotada por el hartazgo de los habitantes de la ciudad de Puebla. 

Por cierto: los supuestos apoyos que saldrían de Palacio Nacional nunca llegaron. 

Tras la paliza, sus cantorcitos juraron que el presidente la haría una especie de gobernadora alterna desde la Súper Delegación que ostentaba entonces otro cadáver flaco: Rodrigo Abdala de Bartlett. 

Pasaron los días, y nada. 

Las semanas corrieron, y nada. 

Vino el otoño, se atravesó el invierno… 

Y nada. 

Abdala fue defenestrado, y nada. 

La pinche señal jamás llegó. 

Ante eso, inventó que ella era la representante del presidente en Puebla para el tema de la revocación de mandato. 

Nos queda claro que eso tampoco es cierto. 

Nuestro personaje —igual que sus niños cantores que agonizan sin sus convenios municipales— es una pálida sombra en esta Puebla levítica. 

Alguien debería decirle que mejor vaya a tomar el curso que el Jodorowsky poblano —otro cadáver exquisito— ofrecerá del 25 al 27 de marzo con un sugestivo nombre: La Luz y la Chingada. 

Manzanilla apoyaba a Claudia igual que Tony Gali. 

No querían al Empleado del Mes en el Palacio de Charlie Hall. 

En todas las mesas hicieron circular que Claudia ganaría. 

Tras las elecciones, Manzanilla no sólo perdió su apuesta electoral. 

Su reelección y su partido —el confesional PES— terminaron en el basurero de la historia reciente. 

Hoy sigue activo, muy eventualmente, en las redes, donde sube fotografías de los chilaquiles para veganos que se desayuna. 

El caso de Abdala es patético. 

Ante el anuncio que hizo quien esto escribe de que ya se iba, el sobrino de Bartlett dijo que sí, pero a un alto cargo en la Secretaría del Bienestar. 

Su alto cargo es tan insignificante que nadie lo recuerda. 

Tras ser echado de la Secretaría de Gobernación, David Méndez dijo que vendría por “la suya”. 

“La suya” fue el insignificante cargo de Delegado de Migración (que le consiguió su padrino René Bejarano), desde donde opera para frenar a los hondureños y los guatemaltecos que sueñan con tocar suelo estadunidense. 

Valiente encargo le dieron. 

Hoy es el gendarme desconocido. 

Flotan todos éstos en un metafórico río de desechos orgánicos e inorgánicos. 

Y desde ahí se curan la espantosa resaca que les dejó la vida. 

Es lo que hay. 

Un viernes en Atlixco. Hace unos días presenté mi novela Se Dicen Cosas de Ti en el municipio de Atlixco. 

Habían pasado apenas unos días del ajusticiamiento que un grupo de narcomenudistas ejecutó sobre otro. 

Lejos de que hubiera miedo entre los ciudadanos, éstos siguieron haciendo la vida de costumbre, y llenaron los espacios públicos. 

Uno de ellos fue el patio del Palacio Municipal la noche del viernes. 

Fui acompañado en todos los sentidos por la doctora Ariadna Ayala, brillante presidenta y académica. 

También estuvieron mi amigo Ernesto Echeguren y José Manuel Meneses, talentoso colaborador de Ariadna. 

Gracias a la rápida reacción que tuvieron tanto el estado y la Fiscalía como el municipio, las investigaciones avanzan con bastante certeza. 

Y lejos de normalizar la violencia, las cosas en Atlixco continúan como todos los días. 

Gracias a quienes me tuvieron firmando libros cerca de tres horas. 

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