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martes, mayo 21, 2024

Confesiones de un galancete menor

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Recuerdo a Pamela. Era mi sobrina. Sobrina, mejor dicho, de mi mujer. Sobrina mía en la cama y durante los meses que fuimos amantes. Ella era morena, no azulada, morena bruna. Sus ojos eran hermosos, pero a veces se volvían ojos de niña tonta. Pasaba de la sensualidad a la estupidez en un minuto. Su carcajada vulgar, sin embargo, me provocaba erecciones.  

La madre de Gabriela soñaba conmigo en ocasiones. Así lo veía yo cuando al verme volteaba a ver mi bragueta. Entonces lamía sus labios prometiendo placeres insospechados. 

Pamela fue seducida por uno de sus padrastros en la adolescencia. El tipo la fue enamorando entre sus idas a la secundaria y un día se metió en su cama, le tapó la boca, le dijo al oído “no grites” y la hizo suya. A partir de entonces se volvieron novios. Iba por ella a la escuela y la metía en un motel. Llegaban muertos de hambre a comer los fideos fríos que hacía la mamá de Pamela. Ésta se dio cuenta del romance una vez que su hija se sentó en las piernas del galán y lo besó en la boca. En ese momento entendió el sueño repentino que tenía todas las noches a eso de las nueve. Entendió también las adolescentes ojeras de su hija. Claro, se dijo, mientras duermo, empastillada, el miserable la penetra en su propia cama, a unos metros de la mía. 

Pamela lloró como una loca cuando el novio de su madre se fue de casa, Lloró y dejó de comer varios días. Dejó de ir a la escuela. Su madre le impedía salir. Sabía que alrededor del feo edificio en el que vivían, el tipo esperaba la salida de su hija para fornicarla en cualquier hotel de paso. Quizás fue en esos días cuando Pamela empezó a tener esa cara de tonta que me sedujo años después. 

Tenía las rodillas chuecas, lo que hacía que sus piernas también se vieran chuecas. La cadera no era perfecta: una nalga era más grande que la otra. Sus pies estaban llenos de venas. Poco agradables eran. Sus senos se quedaron en los diez o doce años de edad. Nunca embarnecieron. No obstante, era la mujer más guapa del mundo cuando saltaba de su cama y se vestía. Tenía un encanto brutal. Sus labios eran rosas o de un rojo pálido que hacía juego con su lengua. Algunas de las mejores felaciones que he tenido en mi vida me las dio ella.  

Escribo sobre ella porque me acabo enterar de su muerte. Que desgracia. Pamela fue al mar con su amante más reciente y terminó ahogándose. Imagino su cara de niña tonta en el momento de morir. La imagino aleteando desesperada sin poder gritar. Con ella se ha perdido una de las mejores etapas de mi vida. Esta noche fornicaré con mi mujer pensando en ella. 

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