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jueves, mayo 9, 2024

El varón de deseos, Juan de Palafox y Mendoza

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El ideario político del hombre más poderoso de siglo XVII en Puebla 

 

Hablar del tránsito del Beato Juan de Palafox y Mendoza hoy en el día de su fiesta asignada desde el año de 2011, es retornar a los inicios y fundamentos políticos de la Puebla de hoy en día, calles, estatuas, seminarios, bibliotecas, escuelas, placas, etc., son apenas el reconocimiento al legado de este personaje tan fundamental, el cual fuera abandonado al nacer y que con el tiempo se convirtiera en el hombre y político más poderoso de la Puebla del siglo XVII y de toda la Nueva España. 

Es sumamente conocido en la actualidad sus dos grandes amores, su Amada Raquel, su principal obra, la Catedral de Puebla, consagrada el 18 de abril de 1649. Y el desprendimiento de su gran pasión y tesoro terrenal, su biblioteca personal, compuesta de 5 mil volúmenes, hoy llamada Biblioteca Palafoxiana en su honor, la cual fue donada el 5 de septiembre de 1546. 

Pero más allá de sus obras de caridad y visión, existe un aspecto de su vida en la que le arrojó infinidad de conflictos, los cargos públicos y la política de aquel entonces. Entre sus cargos principales se ocupó como fiscal del Consejo de Guerra y del Supremo de Indias, fue Sacerdote, limosnero y capellán de la emperatriz María, ya en nuestro territorio ocupó el cargo como visitador general y fue nombrado obispo de Puebla para 1640, ocupó también el cargo de Virrey y capitán general de la Nueva España y arzobispo electo de México. 

Todos estos cargos hicieron de Palafox un hombre determinante en sus actos y decisiones, por lo que entabló diversos conflictos con los franciscanos, dominicos, mercedarios y agustinos por la secularización, hasta llegar con los jesuitas sus principales detractores, quienes lograron tras amenazas de muerte y procesos de juicio, su abrupta salida, todo el clero poblano y las órdenes mendicantes contra un solo hombre. Estos conflictos obligaron a Palafox a salir secreto para refugiarse por cuatro meses en Tepeaca, Alchichica y San José Chiapa, hasta recibir por parte del Papa la aprobación de su conducta. 

Palafox construyo 36 templos, restauró medio centenar, levanto 150 retablos, otros tantos colegios, curatos, portadas, casas episcopales, recorrió toda la diócesis, instituyó la cátedra de náhuatl y de totonaco, redactó las constituciones de la Real y Pontificia Universidad de México. Al retornar a España lo espera nuevamente un proceso que duró seis años más, “los más amargos de su vida” dijo Palafox, siendo hasta el 20 de mayo de 1652 en que “fue considerado por bueno, limpio y recto ministro al servicio de Dios y el rey”. Dejando este mundo a los 59 años, tres meses y cinco días, el primero de octubre de 1659. 

Más allá de toda su obra, a la que sumamos la escrita y bibliográfica, después de trescientos ochenta y tres años de su llegada a Puebla, aún resuena su ideario y aforismos en cuestiones políticas, de los aspectos de un buen gobierno que traspasa y son aún vigentes sobre tiempo y distancia, y que dejan un mensaje a nuestros futuros gobiernos, siendo Palafox considerado por el Congreso de España y la Arquidiócesis de Puebla desde el 2011 como nuevo patrono de los políticos. 

 

Aforismos e ideario de Juan de Palafox y Mendoza 

  • Las personas se han de buscar para los puestos y no los puestos para las personas, mirando qué sujeto conviene a aquel reino, no qué reino le conviene a aquél sujeto.
  • En las elecciones pueden errar los príncipes en tres maneras. La primera, dando ocupaciones a los que no tienen experiencia y negándolas a quien la tiene; éste es un grave error. La segunda, dando los puestos a quien no tiene la capacidad ni se ha experimentado en otros con aprobación, y éste es un gravísimo error. La tercera, trocando los puestos y las inclinaciones a los magistrados y dando a los de armas los de letras y a los de letras los de armas; al inteligente en la pluma, la espada; y al valeroso, la pluma, éste es el error.  
  • Temeridad es del juicio humano en lo político si se juzga por los efectos, las causas, porque muchos grandes hombres acertando se han perdido y muchos perdidos errando se han engrandecido.
  • Donde los excesos pueden más que las leyes, presto podrán los vasallos más que los reyes.
  • Cinco cosas aseguran la felicidad de un reino. Primera, tener la nobleza honrada; segunda, el pueblo abastecido; tercera, la virtud favorecida; cuarta, los soldados bien pagados y disciplinados; quinta, los ministros contenidos y respetados.
  • No hay más diferencia del buen gobernador al que no lo es, que ver el uno las desdichas antes que lleguen y el otro después de sucedidas, con que el uno las previene y el otro las padece sin remedio.
  • La República sin tesoro es cuerpo sin sustancia, y sin prudencia, es navío sin timón.
  • Es arte de artes gobernar los hombres a los hombres; y con arte, no con fuerza, se ha de ejercitar este arte.
  • Ninguna cosa es tan dañosa en los reinos, como que pese más en los particulares una onza de propia comodidad que una arroba de utilidad pública, y cuando esto prevalece ya está el reino perdido.
  • Los reinos que se gobiernan por remedios y no por prevenciones van perdidos.
  • Desdichada la República en la cual el cel se tiene por inquietud y por quietud, el dormir profundamente al ruido de los públicos escándalos.
  • El mayor mal de los reyes es escarmentar los buenos consejos y enfadarse con los buenos consejeros.
  • El príncipe que escarmienta al leal, alienta y anima al traidor
  • No se pueden conseguir cosas grandes sin despreciar y tolerar las pequeñas, y aun tal vez las grandeces.
  • Del amor y la cortesía dales a todos cuanto pidieron y conténtate con lo que te pidieren.
  • Haz las cosas de manera, y tales, que si no se premian en esta vida se premian en la otra.
  • Del callar, raras veces consigue daño en que calla, del hablar mucho suelen granjearse y muy grande.
  • ¿Quieres vivir contento? No desees.
  • No puedes hacerte de todos amado, pero a todos puedes hacerte amable y digno de amor.
  • La codicia de los ministros llega con la navaja hasta los huesos de la República, pero la codicia y la sensualidad universalmente ejercitada en los reinos corta la carne y pudre los huesos.
  • Las Leyes que no se guardan son cuerpos atravesados en las calles donde los magistrados tropiezan y los vasallos caen.
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