ENTREGA V
Todos los nombres de los personajes son reales.
Todos los enredos de los personajes son ficticios.
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Elena Poniatowska siempre llega del brazo de su hijo Felipe a todas las ferias del libro. Siempre va sonriente y para todos tiene una declaración en favor de los estudiantes de Tlatelolco, de Ayotzinapa y de alguna escuela superior en paro. No falta Lopez Obrador en sus menciones. Tampoco faltan Diego Rivera, Pita Amor, Jesusa Rodríguez y Octavio Paz.
Elena Poniatowska nunca va a las fiestas de las editoriales ni al Salón Veracruz. Prefiere dormir temprano en el Hilton. Rara vez baja a la cantina La Reforma Uno. Y cuando lo hace es para beber un té de manzanilla.
Hay quienes la han visto hablar con el klōn de Raúl Padilla. De hecho, hay quien afirma que la Poniatowska que va a la FIL de Guadalajara también es un klōn y que la verdadera está en Chimalistac tejiendo bufandas para sus nietos.
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La verdadera razón por la que Roberto Bolaño nunca fue a la FIL de Guadalajara es porque no quería encontrarse con los infrarrealistas. Varias veces lo invitaron Raúl Padilla y su klōn, pero Bolaño decía no, gracias. No quería que los infrarrealistas lo abrumaran con reproches o gritos de admiración. No quería que a la mitad de una conferencia sobre la literatura nazi en América aparecieran esos vagos olorosos a tequila levantando el puño y reivindicando el infrarrealismo catalán, por ejemplo. O el infrarrealismo de la colonia Guerrero. O el infrarrealismo del Café La Habana. O el infrarrealismo tardío de Diego Osorno.
Una vez estuvo a punto de llegar a Guadalajara, pero se arrepintió y se quedó en el aeropuerto de la Ciudad de México. Se hospedó en el Camino Real, entró a comer a La Mansión y pidió unos tacos de tuétano. Tuvo agruras toda la noche.
El klōn de Raúl Padilla le habló por teléfono al klōn de Jorge Herralde para preguntarle si sabía algo de Bolaño, pero no, hostia, nada sabía de él.
Los klōnes de ambos se pusieron a platicar entonces sobre las dificultades que tienen que enfrentar los klōnes de intelectuales en las sociedades de hoy en día.
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A veces Enrique Krauze se aburre de ser Enrique Krauze y se queda dormido frente al televisor en lugar de dar una charla sobre el liberalismo en la obra de Octavio Paz o el liberalismo en la obra de Cossío Villegas o el liberalismo en la obra de sí mismo. Entonces su novia parecida a María Kodama habla con el encargado de la sección de klōnes de la NASA y renta un klōn por 24 horas para que éste vaya a dar la charla sobre el liberalismo en la obra de Gabriel Zaid.
En cierta ocasión, en una mesa sobre el liberalismo en la obra de Jesús Reyes Heroles, coincidieron los klōnes de Raúl Padilla, Aguilar Camín y Krauze. El problema que se dio en la mesa es que ninguno de los klōnes advirtió que la charla ya había concluido y sus auxiliares tuvieron que hablar a la NASA para que los reactivaran. Y es que cuando en un espacio pequeño hay más de dos klōnes tienden a neutralizarse y se les bajan las baterías, y suceden cosas como ésas.
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El klōn más joven que hay en el mercado lo tiene Christopher Domínguez Michael, quien últimamente prefiere mandarlo a las ferias del libro porque ya está aburrido de hablar de Octavio Paz. Mientras eso ocurre, está en su casa de Coyoacán leyendo Guerra y Paz, de Tolstoi, por enésima vez.
Aurelio Asiain, que vive en Kyoto, se compró un klōn creado por investigadores de la Universidad de Tsukuba, el Instituto Tecnológico de Nagoya y el Digital Nature Group (DNG). Se trata de un klōn 3D háptico, “capaz de reaccionar al tacto humano, produciendo una interacción nunca antes vista en este campo, porque antes podía ser mortal tocar un klōn”.
El klōn de Asiain, bautizado con el nombre de Sarduy, bebe té de Uji y sake. Habla español, portugues, japonés y ¨cubano¨, y cita algunas frases en latín. Puede hablar de Basho y Li Po durante horas. Su poema favorito lo declama con gran sutileza:
Rodeado de flores, ante un jarro de vino,
libo solo, sin compañera.
Alzo la copa, y convido a la luna.
Ella, mi sombra y yo, venimos a ser tres amigos.
Asiain ya le escribió a su klōn un palíndromo metido en un soneto con veintinueve posibles combinaciones. También le hizo un haikú de 140 caracteres en Twitter. A su mosca favorita (de carbón diamante) le hizo una décima y una octava real.