Capítulo 56
El gran No (monólogo de Lupe Amaro)
Fernando tomó las escrituras de ambas casas y se disponía a cerrar la puerta de la caja cuando Lupe se lo impidió metiéndose en medio.
Comenzó entonces el monólogo más largo y demencial de su vida.
Una negación de todo lo que había sido: el gran performance de una esposa desesperada. De una mujer acabada.
Fernando, ya déjate de estupideces no sé por qué estás haciendo esto, cómo me pusiste a la merced de ese lobo y de esa zorra, lo podemos arreglar te lo juro que sí, voy a hablar yo con Ruy directamente. Ahorita que estamos solos, te pido por favor que recapacites. ¿Sabes lo que va a pasar? Sí lo sabes, ¿no? Tú estás enfermo y por lo que supe no piensas tratarte. Lo respeto, aunque no lo comparto, sin embargo, sabemos cómo termina esto. Si no haces las quimios, morirás pronto y yo, una vez metida en ese departamento, voy a quedar al contentillo de esa gentuza. Anais y Manuel traman algo perverso, míralos, ellos dos andan, se han enredado, se les ve la cara la lujuria.
Eso ya no me interesa, que hagan lo que quieran, pero tú sin ser consciente eres cómplice de lo que me llevará a la ruina, no sólo económica sino moral y emocional. Yo sin ti me voy a quedar sola, sabes que nuestros dos hijos están entregados a sus respectivas mujeres. Me arrepiento de haberlos lanzado a esas familias que acabaron por succionarlos hacia sus centros. ¡Sola, Fernando!, porque no soy idiota, y ese Senderos tiene algo de razón cuando dice que ya todo el mundo me ha dado la espalda, lo sé, aunque lo que me queda es la reserva de dignidad y seguir aparentando que nada esto nos ha ocurrido. Mis nervios están colapsados, mírame.
Sé que he cometido grandes errores, pero las cosas buenas han sido más. Críe a tus hijos, estuve contigo todo el tiempo, la casa siempre la mantuve impecable y fui la mejor compañera social que pudiste haber encontrado. Fuimos felices. Recuerda qué fiestas, qué trajes, qué banquetes. No me puedes hacer esto, te lo suplico. ¿Es lo que quieres? ¿Que te implore? Pues lo hago. Sólo regresa esos papeles ahí dentro y dame una última oportunidad para resarcir los daños. Ruy no es tan hijo de puta como piensa la gente. Lo conozco bien. Fuimos amigos durante toda la infancia y créeme, conseguiré otro tipo de trato. Uno más decoroso para mí, para ti, para ambos.
Por favor, carajo, quieres que me hinque o qué. ¿En qué momento te pasaste del lado contrario? A ver, explícame por qué no me dijiste lo del cáncer. ¿Está muy avanzado? Seguro es de pulmón, fumaste como loco en la juventud y sigues insistiendo en los puritos. Te dije que te cuidaras. Yo intenté cuidarte, pero no te dejaste. O no lo suficiente. Okey, ya no voy a reclamarte nada. He sido un poco injusta, quizás dura, y esa dureza nos salvó de muchos entuertos, acéptalo, te sirvió. Que yo fuera así fue para ti un escudo, ¿no lo crees?
Nuestro hijo muerto es lo peor que nos pasó. Tú piensas que ya me voy recuperando y te equivocas, sigo deshecha, no tengo las mismas ganas para vivir, hay que hacerlo porque no queda de otra. Ahí comenzó realmente la desgracia, y estoy segura de que ella tiene algo que ver, aunque nadie me haga caso. La policía parece haberse esfumado, le dieron carpetazo al caso como si la vida de Fernandín hubiese sido cualquier cosa, cuando sabes que no fue así.
Debo reconocer que era el hijo al que más quería, era nuestro orgullo. No lo volveré a repetir porque eso es malo. Anais lo arruinó, lo llevó por un camino oscuro que lo condujo a la muerte. Lo siento en mi corazón, por eso mismo no me cabe en la cabeza que hayas planeado esta vendetta contra mí junto con ella y Manuel Senderos. Vas a ver que ese tipo va a terminar quedándose con todo, Anais es un juego más para él, cómo no serlo, si ella se ha creado esa fama de pronta. Todos estamos sorprendidos con la rapidez con la que metió a su cama al abogado. ¿Crees que eso es de buena sangre?
Okey, okey… Olvidemos las puterías de esa mujer. Como te dije, ya no tengo ni fuerzas ni ganas de pelear con ella, mucho menos de tenerle que deber un favor. Fernando escúchame, necesito un último chance. Mañana mismo me le presento a Ruy y te vas a sorprender cuando regrese, triunfante. Siempre he sido una ganadora, siempre consigo lo que quiero. ¿No fue por eso por lo que me gané tu respeto y tu admiración? Era tan alta, tan fuerte, tan guapa. La mujer más recta de la ciudad. Sabes de lo que soy capaz con tal de no perder lo que es mío. Ve, voltea, todo lo que hemos construido parece que se va desvaneciendo como en una pintura callejera trazada en el piso y arrastrada por la lluvia. No merecemos esto. Hey, ¿no me estás escuchando? ¿Qué haces? Sostenme la mirada. ¿Estás mal? ¿Te sientes mal? ¿Qué necesito hacer para convencerte?
La respuesta de Fernando a diez minutos de parloteo neurótico fue simplemente: NO.