Siempre existen señales claras y repetitivas, en cualquier proceso electoral, que la ciudadanía siempre tiene al alcance y con un poco de análisis puede descifrar. Es como en el caso de los debates en temporadas de elección. Quien va de puntero llega al debate a proponer, quien va en segundo lugar de las preferencias llega a atacar, a denostar y a intentar restar esa diferencia de ventaja que le llevan, y un tercero que siempre busca quedar como un gran ganador, como una propuesta fresca y diferente, pero que al final es más de lo mismo. Lo de los terceros hay casos como ahora quisieron manejar mediáticamente el de Máynez, como manejaron en su momento a Jaime Rodríguez, El Bronco, o a ese personaje de triste memoria, Gabriel Quadri.
En el caso de un debate, quien se sabe perdido, quien se sabe en segundo lugar, para empezar, exige el debate, y si hay uno exige tres, o si hay tres exigirá más. Recordemos que AMLO inclusive no asistió a un debate presidencial, en el que dejaron su lugar vacío. O recordemos cuando Ricardo Anaya exigía más de tres debates, y fiel a los recursos discursivos de la derecha (que no cambian) le dijo al hoy Presidente de la República, que a ver si tenía los “pantalones” (sic), para aceptarlo.
Aquí en Puebla hemos visto retos dignos de escucharse entre borrachos afuera de una cantina, donde Mario Riestra diciéndole a Pepe Chedraui, candidato de Morena, que “donde quiera y cuando quiera”, brincándose en su desesperación cualquier procedimiento institucional o legal establecido. Llegando al grado de mentir cuando dice que el órgano electoral local lo había requerido, cuando que en realidad se trataba de la contestación a una petición de él mismo.
También hemos visto el lenguaje de personajes como Eduardo Rivera, al que se le escuchan acusaciones de guerra sucia, sobre lo que dice, presentará “denuncias” (sic).
Otro tema repetitivo, signo de un sentimiento de derrota que acarrean los blanquiazules y su chiquillada, es la de empezar a acusar sin sustento alguno, una “elección de Estado”. Tal vez sería creíble si presentaran denuncias por presunto delito electoral al municipio de Puebla y su entrega más que de tinacos azules a personas necesitadas, como en los mejores tiempos del morenovallismo, de tinacos de agua, misma que fue privatizada en lo que tanto Eduardo Rivera como Mario Riestra, participaron de manera heroica y ejemplar.
Un síntoma más, son las desesperadas acusaciones de que determinados personajes (de los que ellos eran compañeros y aliados) estén participando en las campañas morenistas de Alejandro Armenta o Pepe Chedraui, que no son reales o siquiera comprobadas, con el fin único de denostar, como si eso fuera un delito o un pecado inconfesable. Y ni hablar de las falsas acusaciones de violencia por parte del candidato panista a la presidencia municipal, en la que, en su desesperación por reflectores, de manera inverosímil, acusa a un ciudadano que tuvo como único error, asistir a un evento político blanquiazul. O las mismas predicciones de violencia que en su pesimismo emiten, queriendo hacer creer que va a haber la misma violencia que ellos como gobierno causaron en 2018, cuando hubo balaceras, robo de urnas en vehículos oficiales o acuartelamiento de fuerzas del orden, mientras ellos (los que hoy se quejan) esparcían el miedo y el caos como estrategia disuasiva de participación.
Si a eso le sumamos otra cantidad de mentiras, mismas que todos los días profieren en su desespero, como el de financiar ruedas de prensa para presentar a falsos fundadores de Morena que piden el “voto útil para el PAN”, que han sido desmentidos una y otra vez por fundadores de verdad o por personajes como el mismo Gerardo Fernández Noroña, nos damos cuenta de que algo está mal en los cuartos de guerra de Rivera y Riestra, que se saben perdidos y que las ideas se les acabaron, porque, aunque sean desmentidos una y otra vez, siguen encasillados en la misma dinámica desde hace semanas, repitiendo el mismo método que no les ha funcionado, pero esperanzados en que por mera suerte o casualidad esta vez les funcione.
Esas son las señales de la derrota, ese es el lenguaje de la desesperación, de la desesperanza y la desilusión de una oposición que cuando fue gobierno prefirió ganar dinero, que ganarse a la gente, de una oposición que no sabe qué hacer ante el desgajamiento de su fuerza y la desbandada de sus activos a proyectos que hoy sí tienen vigencia ante la ciudadanía, ante ese Pueblo que una vez ignoraron, y que en ocho semanas quieren ir a apapachar.
Una oposición que sigue sin entender que la ruta de la mentira, de la falsa acusación, y de la falta de contacto con la gente los hará desaparecer. Tal vez tanto Riestra como Rivera saben que es tarde, tal vez ya no les importa cambiar de ruta, tal vez perdieron el interés por esconder su pesimismo y desmoralización y lo único que buscan, tal vez, es salpicar a quienes les van a ganar en las urnas.