La usurpación de espacios destinados a militantes indígenas no solo ocurrió en el Consejo Estatal del PAN, pues el grupo de Eduardo Rivera y El Yunque hicieron pasar a Celia Bonaga, exsecretaria particular del exedil, como representante indígena para ocupar la primera posición de representación proporcional en las listas de candidatos a diputados locales plurinominales registrados ante el Instituto Electoral del Estado.
Bonaga, quien ha pasado gran parte de su vida residiendo en Puebla capital, logró acceder a la primera posición de representación proporcional para justificar una acción afirmativa indígena, una medida destinada a garantizar la inclusión de los pueblos originarios en la toma de decisiones.
Sin embargo, lo que en principio debería ser una herramienta de justicia social y equidad, ha sido manipulada para beneficiar a quienes, como Bonaga, no tienen ni el origen ni el compromiso con las comunidades indígenas.
Su inclusión en la lista es especialmente cuestionable, ya que no tiene ningún vínculo real con las comunidades originarias de Puebla ni ha demostrado liderazgo o trabajo en su favor. En lugar de defender los derechos de los pueblos indígenas, su trayectoria política se ha visto marcada por su cercanía con Eduardo Rivera y el grupo político de El Yunque, quienes la promovieron como candidata.
La falta de interés de Bonaga en los temas indígenas es evidente, ya que en sus redes sociales no se encuentra rastro alguno de su trabajo o compromiso con las necesidades reales de estas comunidades.
En cambio, se ha dedicado a promover la imagen de Rivera Pérez, publicando fotos de eventos sociales y de entretenimiento, como viajes y reuniones, en lugar de centrarse en los problemas que afectan a los pueblos originarios.
La falta de una candidatura indígena verdadera en el PAN ya había sido anticipada en marzo de este año por el entonces diputado Eduardo Alcántara, quien exhibió a su partido por no tomar en cuenta a los grupos vulnerables para ocupar estos espacios.
La ley obligaba al PAN a presentar una candidatura indígena dentro de los cuatro puestos plurinominales, pero ninguno de los perfiles presentados (ahora diputados), incluidos Bonaga, Marcos Castro, Susana Riestra y Rafael Micalco, cumplió con este requisito.
En su momento, el expanista comparó el hecho con el caso ocurrido en el PRI, donde Nadia Navarro y Néstor Camarillo, se postularon como candidaturas indígenas para ingresar al Senado, sin tener el respaldo legítimo de las comunidades que decían representar.
La candidatura de Celia Bonaga parece más un intento de justificar lo que es, en esencia, una falsedad, una simulación que no solo traiciona el espíritu de la acción afirmativa, sino que también excluye a los verdaderos representantes de las comunidades indígenas de poder acceder a puestos desde donde puedan trabajar por sus comunidades.
PAN IMPONE “FALSOS” INDÍGENAS AHORA EN EL CONSEJO
El caso de Celia Bonaga no es el único ejemplo de cómo El Yunque y Eduardo Rivera han manipulado los espacios de los pueblos originarios.
Como lo adelantó Hipócrita Lector, ahora el PAN está tratando de imponer a más perfiles yunquistas como sus consejeros en municipios con vocación indígena y rural.
A través de una manipulación de los estatutos internos, el grupo de Rivera ha logrado colocar a 22 de sus aliados en 19 municipios de representación indígena, a pesar de que estos perfiles no son originarios de dichas comunidades ni tienen liderazgo.
Esto significa que al menos el 20 por ciento de los miembros del máximo órgano de dirección del PAN provienen de un proceso irregular, donde se desplazó a la militancia local, especialmente a la indígena y rural, de las decisiones clave que guían al partido.
Entre los 22 consejeros designados hay personas cercanas a Rivera, que no comparten un verdadero origen indígena, pero sí han trabajado en su administración municipal, como es el caso de Enrique Guevara Montiel, Guadalupe Arrubarrena o Carolina Morales.
Este manejo y manipulación de los espacios destinados a los pueblos indígenas no solo desprecia sus derechos, también excluye a los verdaderos representantes de estas comunidades, perpetuando la simulación y la falsedad en los procesos.