Los gobernantes se miden por la entereza y liderazgo con el que administran los tiempos políticos, transiciones y disputas por la sucesión durante sus periodos.
En esos lapsos es cuando rinden fruto los acuerdos previos, capacidad de negociación, así como la propia consolidación del proyecto político personal o de grupo.
El ambiente se vuelve tan volátil que una chispa puede detonar una gran explosión, que ponga en riesgo no solo la vida interna de los partidos y el buen desarrollo de un proceso electoral, sino la estabilidad social de un estado y sus regiones.
El aseo político del gobernante, por tanto, resulta esencial en la conducción de este momento.
La circunstancia del gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina, es sui géneris por las condiciones de su llegada, con un proceso político-electoral avanzado –diametralmente opuesto a la costumbre, en la que se esperaban las señales para poder promocionarse- con personalidades muy posicionadas en el ámbito público que han expresado sus intenciones de ocupar la titularidad del Ejecutivo.
El mandatario debió tomar rápidamente la conducción del momentum –con el permiso del lector acomodo este concepto de la física, interpretada como ímpetu, movimiento lineal-, con pasos decisivos, estratégicos, para mostrar liderazgo.
Las reuniones con las dirigencias partidistas y sectores, sin duda, es un gesto de cortesía política a la clases política y empresarial que da la certeza que habrá piso parejo para quien decida contender, siempre y cuando se respete la legislación electoral, de la cual el mandatario es garante.
La capacidad de diálogo de Céspedes Peregrina ha quedado demostrada, desde su paso por el Legislativo, en donde logró sacar adelante iniciativas y acuerdos con el apoyo de todas las fuerzas políticas, y ahora desde la posición más alta del mapa político de la entidad con su cercanía y apertura.
El jefe del Ejecutivo tiene en claro que los tiempos han cambiado, que las imposiciones, amiguismos y dedazos son parte del pasado, que su cita con la historia lo llama a garantizar condiciones equitativas para todos, pero particularmente a mantener la estabilidad y el crecimiento de Puebla como prioridades.
Evidencias de este modo de actuar, hay muchas: la entrega de apoyos para el campo poblano, a grupos vulnerables, sectores que más lo necesitan, pero con atención a las inquietudes de los institutos políticos y actores.
El tiempo corre raudo, de modo que la serenidad en medio de los vertiginosos cambios también será fundamental para llegar a buen puerto. “Lento, que llevamos prisa”, diría el clásico.
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