Años después de haber asistido a una consulta con Marilyn Cote, una presunta psiquiatra que opera sin título médico reconocido, Aurora, una joven que buscaba ayuda psicológica, relató la pesadilla de haberse sentado frente a su escritorio, un testimonio lleno de amenazas, abuso emocional y prácticas de corrupción.
Entre medicamentos incorrectamente prescritos y una peligrosa manipulación de sus pacientes, la experiencia de Aurora es una ventana inquietante hacia las sombras de la atención psicológica sin regulación.
Su historia tiene inicio desde el año 2019, cuando Aurora llegó al consultorio de Marilyn Cote por una recomendación de la familia de su expareja, en búsqueda, como cualquier persona, de una solución a una crisis emocional que vivía en ese entonces. Sin embargo, el tiempo y el dinero invertidos en la “terapia” con Cote solo trajeron consigo confusión, miedo y dudas sobre la legitimidad de su tratamiento.
Al principio, Marilyn Cote descalificó el clonazepam que le había sido recetado por su anterior terapeuta, tachándolo de “medicamento basura” y prometiéndole algo “de calidad”. La “doctora” le recetó litio, sin que Aurora hubiera recibido un diagnóstico formal de esquizofrenia paranoide, depresión severa y narcisismo, como después se le aseguraría.
Sin titulación médica ni especialidad en psiquiatría, la supuesta profesional cobraba entre mil y mil 500 pesos por sesión individual, además de insistir en terapias grupales que sumaban aún más al costo. Aurora recuerda que sus sesiones iban más allá de lo clínico, adentrándose en lo personal y político de manera invasiva.
“Ella hablaba mucho de sus influencias, mencionaba nombres de políticos y hablaba de su cercanía con los Moreno Valle. A veces hasta hablaba de temas de política en México y cuestionaba mis opiniones. Sentía que tenía que darle la razón porque, cuando le llevaba la contraria, se ponía agresiva”, narró Aurora a Hipócrita Lector.
Su actitud, marcada por un control implacable, hacía que Aurora sintiera que debía seguir su tratamiento incluso cuando ya experimentaba mejoras en su estado emocional. Ella le pedía bajar la dosis, pero Marilyn insistía en que debía mantenerse o de lo contrario podría tener una recaída.
El punto de quiebre vino cuando intentó surtir una receta en una farmacia y fue rechazada por irregularidades en la cédula profesional. Aurora llamó a la clínica, donde la secretaria de Marilyn Cote le indicó dirigirse a una clínica distinta donde sí le venderían el medicamento.
“Hablé directamente con la doctora y me dijo ‘pásate a tal farmacia porque yo tengo un problema personal con esa farmacia a la que acudiste y es algo que no hemos podido resolver’. Fui a esa otra y pues sentí raro, me quedó la duda de por qué había pasado eso, no me parecía normal ni coherente, pero ella siempre te mencionaba que todo el mundo estaba en su contra”, explicó.
Las “terapias” y la prolongación del tratamiento resultaron ser un costo pesado para Aurora, quien estima haber gastado entre 8 mil y 10 mil pesos mensuales, incluyendo los medicamentos, además, aunque se le prometió que su padecimiento sería de tres meses, éste se prolongó por aproximadamente 10 meses.
La anécdota sobre el rincón del sistema de salud mental sin regular no terminó allí. Aurora relató que, después de que Cote fuera desenmascarada, la historia se volvió aún más siniestra.
Marilyn Cote aseguraba que su detractor era “un paciente loco” y que sus problemas legales eran parte de una “campaña de desprestigio” en su contra. Sin embargo, la verdad comenzó a salir a la luz cuando una persona cercana a la supuesta psiquiatra compartió con los pacientes el enlace de la Secretaría de Educación Pública (SEP) donde se pudo verificar que no contaba con un título reconocido. Este fue el inicio de una serie de amenazas y llamadas intimidatorias por parte de Cote y su abogada.
“Me llamaba de madrugada. Era aterrador”, recuerda Aurora, quien reveló que Marilyn aprovechaba información privada que había recopilado de sus pacientes, pidiendo datos personales y contactos de emergencia. En las terapias grupales, estos datos y los traumas revelados en confianza se transformaron en armas de control.
“No sé si era casualidad, pero me llegaba a decir cosas como ‘cuidado con estar en el Centro a tal hora, manejando tal auto’, y pues yo sí estaba en el Centro manejando y estando más o menos en ese horario. Sí me llegó a asustar, todo esto pasó porque intentamos organizarnos como grupo para que la echaran de cabeza”, comentó.
Los pacientes, tratando de protegerse unos a otros, intentaron organizarse para denunciar a Cote. No obstante, varios desistieron ante las amenazas de la presunta psiquiatra, toda vez que les decía que ventilaría sus traumas y los intimidaba con lo que les había compartido, violando su ética profesional.
Para algunos pacientes, el proceso fue tan devastador que buscaron una segunda opinión, descubriendo que los medicamentos que Marilyn Cote les recetaba no estaban relacionados con sus diagnósticos reales.
Otro testimonio fue divulgado por el usuario de X @ NodejemeenpAz_, quien aseguró haber sido uno de sus pacientes y reveló la pesadilla que vivió bajo el supuesto “tratamiento” de Cote desde los 15 años, un tratamiento que enlugar de ayudarle le sumió en una experiencia que describió como una adicción forzada.
Según el relato del usuario, todo comenzó cuando Cote le indicó realizar un estudio para analizar el “funcionamiento de su cerebro”. La interpretación de los resultados de este examen fue enteramente unilateral y sirvió como base para recetarle aripiprazol, un medicamento antipsicótico que suele prescribirse en casos de esquizofrenia y trastorno bipolar, sin contar con un diagnóstico certero y sin la supervisión adecuada.
A pesar de no percibir mejoras, la víctima asistía semanalmente a sus citas, donde Marilyn le ajustaba las dosis “según su criterio” y le añadía más medicamentos, incluyendo quetiapina y Neupax Duo.
El joven recordó cómo su consumo de medicinas fue aumentando hasta un punto alarmante, cuando las dosis alcanzaron niveles extremos: quetiapina una vez al día y alprazolam, un ansiolítico de alto riesgo de dependencia, administrado tres veces al día en dos pastillas por dosis, sumando un total de seis al día.
“Posterior a ese tratamiento ya nunca pude quitarme la etiqueta que me daban mis ‘amigos’ por el diagnóstico por más que quería actuar normal, me hicieron pensar todos que estaba enfermo. Hubo un tiempo donde solo confiaba en ella, ni en mis padres, de no ser que siempre me resultó rara su forma de ser, me regalaba ropa, me invitaba a comer e incluso me llegó a invitar a su consultorio en Estados Unidos yo con 14/15 años”, expuso, siendo estos solo la punta de la madeja en un libro de testimonios que relataron los abusos de una pseudo psiquiatra que utilizó su conocimiento para influir en decenas de pacientes.