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jueves, noviembre 21, 2024

La Tercera Voz 40

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Llega inesperadamente el Dios SILENCIO a habitar la semana.

 

Viernes:

Hay cuerpos que simplemente se acomodan al tacto, a cada
una de sus hendiduras, a cada intersticio, a cada uno de sus
aromas, a sus halos. Simplemente. Se acoplan totalmente.
Se conectan. De su aliento se nutren. El aliento que es la
vida interna de cada quien y que no miente cuando se exhala tibio. Lleno de misterios. Rebosado de secretos. El aliento
y sus huellas del tiempo. Banco de memorias del amor y el
desamor. Acre o dulce. Pero hay alientos que se encuentran
y se necesitan hoy que es siempre. Se necesitan. Simplemente, se esperan desde siempre y cuando se encuentran
se asen y se respiran y viven. Así sucede con el aliento de
Ella y K Mayúscula. Así que Ella acompaña a K Mayúscula
a lo que es una petición sui generis; buscar un arbolito de
navidad y adornos navideños. Él pasa por ella a las 6:30 en
punto tras haber salido apenas del trabajo y llega vestido
como va al trabajo, simplemente sobrio y hermoso, HERMO-SO. Suben al auto y hacen una escala técnica en el departamento de K Mayúscula. Él le dice a Ella:

—Acompáñame la recámara que me voy a poner unos
pantalones de mezclilla y me voy a cambiar la ropa de
trabajo para estar más cómodo.

Y en un acto de total familiaridad empieza a desvestirse. Ella comenta:

—Mejor me salgo porque me pongo nerviosa.
Pero no se va. Se queda ahí como estatua de sal. Lo
mira. Lo recorre todo. Completito. Con esa mirada sagaz
e inquieta. Y las manos también inquietas de Ella se deslizan por ese tórax masculino. Tanto. Tanto que se queman y entonces las retira. Luego entran al baño y en otro
acto de confianza él comienza a cortarse las uñas:

—Espero que no te moleste que haga esto delante de ti,
si es el caso, por favor dímelo.

Pero Ella se siente a gusto con el exceso de domesticidad, de familiaridad. Luego van a la cocina y sacan del
refrigerador un delicioso y helado tequila. Él sirve dos
caballitos y propone:

—Quiero hacer un brindis por ti. Por E., porque eres
una persona considerada.

Ella advierte que es entonces otro nombre; E simplemente, otros “yos”, otro personaje, ha renacido en otro
ser, que lleva otro nombre y se fascina ante la posibilidad
de un nuevo “ser”… un otro y un otro y un otro per saecula seculorum. Pero la palabra “considerada” la habita
toda y la viste. Y hasta le gusta. Y hasta se la cree.

De regreso de las compras navideñas, esos cuerpos
simplemente se encuentran y se secuestran. Hay, de
pronto, un vientre menstruante, sangre de vida que escurre y palpita. Otro acto de familiaridad del cuerpo, de
domesticidad, de suprema confianza, de entrega.

 

Sábado:

K Mayúscula y Ella son invitados a una reunión navideña a casa de A. “Rigurosa etiqueta” apunta la invitación. K Mayúscula pasa por Ella a las 9:15 pm con camisa almidonada y todo el numerito. Un manjar a la mirada. Salen de la fiesta a la 1:00 am. K Mayúscula pasa a dejar a Ella a su casa.

 

Domingo:

—Estoy muerto, agotado, tengo un día ocupadísimo mañana y necesito dormir al menos cinco horas, así que no
podemos ir a mi departamento. De verdad lo siento. Pero
necesito dormir y contigo no duermo.

Ella trata de ser persistente pero no tanto. Llegan a casa
de Ella. Se estacionan. Apagan las luces del auto. Y se funden los alientos. Ella entra a casa a las 2:30 am. Antes de
encender el auto y marcharse, K Mayúscula le dice a Ella:
“Eres el sueño de cualquier hombre”. Ella entra a casa, sube
a su cuarto con alas, no camina, vuela. Se pone la pijama y
envía un texto al celular de K Mayúscula:

—Ofrezco una disculpa por entretenerte y por la persistencia. Espero no estés molesto.

Él responde:

—Molesto contigo, NUNCA. Eres hermosa.

Y desde este mensaje recibido a las 3:16 am del domingo, K Mayúscula se ha sumido en un mutismo. Y ha hecho su aparición magistral y abrupta EL DIOS SILENCIO. Ese Dios es hombre, es masculino. No podría ser
una Diosa. Inaceptable que fuera Diosa. Imposible. El
género femenino no admite tal palabra. El silencio tiene
género y su género es MAS-CU-LI-NO. Es Hombre es Macho. Como los silencios asesinos del SA-PO-E-TA.

 

Lunes:

Sigue de visita el Dios Silencio y no parece tener para cuándo irse. Ella se alista para el pronto e inminente retorno. El regreso al origen, el “Viaje a la semilla”. Empieza a empacar, tiene ya una maleta lista y un corazón que
palpita rebelde y se niega a meterse en una segunda maleta. Así que ella espera a que ese su corazón, regrese al tamaño original y se amanse un poco para que quepa en la
segunda maleta. La decisión más difícil. La espera además
una siniestra demanda por parte del padre de los críos por
haberlos “secuestrado del padre”. Sí. Ella ha secuestrado a
sus propios hijos, dice el oficio que le hiciera llegar recientemente la abogadísima defensora de Ella. La ley y sus disparidades y bemoles. Pero allá va Ella con la armadura de todos los Dioses a la guerra. Esa en la que todos pierden y
seguramente más los críos. Como si la moral, la sensatez
y la dignidad fueran temas negociables. Pero cuando los
espinosos asuntos del desamor y el resentimiento toman
las dimensiones legales, todo, como por arte de magia, se
transforma en dinero. El becerrito de oro que sale bailando y haciendo de las suyas. Y los abogados que siempre ganan. Y pierden invariablemente los críos. “Habré de
crucificarte aunque me muera en el viacrucis” piensa Ella
mientras atiborra en la maleta la ira, el desengaño y la
incertidumbre por una breve historia de amor. Ya no hay
lágrimas. Tan solo desconsuelo. Y locura.

 

Martes:

No hay señales de vida de K Mayúscula. Ni una. Nada. Instalado está el despiadado Dios Silencio y como atinadamente dice la amiga Giraffe, es un Dios irreverente, osado,
con un falo enorme que dice “chúpamelo”.

Ella recibe un mail de su entrañable amiga Giraffe:

—Cada quien vive un amor nuevo y verdadero y se va
a su lugar de origen un lunes. Los hombres piensan cada
minuto una vez en sexo y las mujeres en la nostalgia y el
miedo de perderlos.

 

Miércoles:

La temperatura ha bajado estrepitosamente. Sí, a diez
grados centígrados bajo cero. Esta es la semana del falocéntrico Dios Silencio. Pero no de la incertidumbre. Hay un silencio manso. Manso como el recuerdo. Pero silencio, como todo silencio. Dulce y suave silencio donde no se instala la duda ni el sosiego. Ella mira el atardecer desde su alcoba. Obscurece a las 5:00 de la tarde. Estos
atardeceres de Frisco tatuados ya por siempre en el SER. Instalados en la memoria y en el SIEMPRE. Joaquín Sabina entona “Calle Melancolía”:

Como quien viaja a lomos de una yegua sombría,
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.
Las chimeneas vierten su vómito de humo
a un cielo cada vez más lejano y más alto.
Por las paredes ocres se desparrama el zumo
de una fruta de sangre crecida en el asfalto.
Ya el campo estará verde, debe ser Primavera,
cruza por mi mirada un tren interminable,
el barrio donde habito no es ninguna pradera,
desolado paisaje de antenas y de cables.
Vivo en el númeor siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido,
que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido,
fatigados de tanto andar sin encontrarte.
Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.
Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy
esa absurda epidemia que sufren las aceras,
si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy.
Vivo en el númeor siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía

 

Y de pronto, así, repentinamente, llegan a manera de
cascada las gratas e ingratas memorias del año.

El barroquísimo café de K Mayúscula, un café que ella decide bautizar “café a la Tonantzintla”: dos medidas de espresso, con crema, vainilla, chochitos de colores, galletas oreo, hielo frappé, crema batida con una cereza
hasta arriba. Y sí tres sobres de splenda.

Una noche en el bar Enamorada de los portales de Cholula, donde todos bailan eufóricos, simplemente felices,
como si fuera la última vez. Simplemente la última vez.

El último 27 de noviembre de siempre. Y la mirada verde
de K Mayúscula toda para Ella.

K Mayúscula en el “dichoso cursito” que mira de reojo
los dedos de los pies de Ella, pintados en un rojo escandaloso, o un azul turquesa cóooooooogeme despaciiiiiiiiito, o un negro costra de acre dolor.

K Mayúscula en un acto soberano de domesticidad cortándose las uñas de esas hermosas y ásperas manos.

La madre de Ella al borde de la muerte en Terapia Intensiva.

La sonrisa curativa del sapodrilo.

Dalila, una perra bóxer que huele a zorrillo y que tiene
ojos como pelotas saltarinas.

La amiga Mónica, su paciencia, su terneza, su palabra
sabia y categórica. Un roble lleno de amor. Un roble solitario y triste. A la espera.

La amiga Giraffe y su presencia constante. Una Giraffe
en una noche de terciopelo azul.

Una cena romántica en un Hotel Hostal Estrella de Belem con una pirámide suspendida en el cielo de las manos de todos los Dioses cholultecas.

Un divorcio y un SER inundado en sangre de trece años de silencio.

La huida con los críos porque la vida “está en otra parte”… en otra parte… en otra parte…

Un Kilimanjaro explosivo y que de pronto se ha apagado.

Unos ojos verdes donde se anida la esperanza.

Un hombre sin rostro, sin palabra, acaso poeta, acaso mentira, acaso SAPOETA, ahora sin rostro y con sensibilidad de pato de plástico.

La sonrisa de un ángel oaxaqueño que lleva por nombre Chave.

El aroma del café, del buen café.

Algunos silencios que se instalan como eternas pausas asesinas.

Algunas rolas navideñas de Bob Dylan que esperan ser escuchadas.

Una historia de amor blanca, tan blanca como la nieve que se derrite.

El aliento tibio y dulce de un hombre corpulento y hermoso.

La mirada de eterna sorpresa de K Mayúscula cada vez que descubre a Ella cerca.

Una mujer rota que huye a Weston y rota se va a Frisco con toda su prole.

Un viernes de siempre donde un hombre y una mujer
se amanecen el uno en el otro. Se amanecen y esperan el
uno en el otro, sin promesas, sin certezas, mientras los
corazones palpitan salvajes bum, bum, bum, bum!!!

Ella que prueba por vez primera medio chapulín.
Amelie, una niña a quien algo o alguien le ha hurtado la sonrisa.

Una villita en Puebla que se ha quedado húmeda de
tantas lágrimas allí vertidas.

Un país ajeno. Una tierra del Silencio.

Una palabra que se arraiga nuevamente en los mapas
amorosos de Ella. “Esperanza”.

Una K Mayúscula y Ella en un viernes en una noche
clara y casi tibia. Y unos ojos verdes que despojan a Ella
de su condena a la invisibilización.

Un viernes de siempre donde un hombre y una mujer
hacen un pacto que nunca enuncian.

Un beso que dura más que la eternidad, labios carnosos
que complacen sin el asomo de la culpa. Los labios de Ella.

La música, una prueba más de la existencia de Dios.

Un corazón hinchado, rebelde, indómito que se niega a
entrar a una maleta….

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