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sábado, noviembre 23, 2024

La Tercera Voz 25

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La semana guiña a todos con sus desconciertos.

 

Lunes:

Ya en las distancia, en la huida recuerda. Hay historias imposibles. Bueno, es que nombrarlas “historias” ya es demasiado. Se asoman COLOSALES, pero nunca nacen del todo, e incipientes, se construyen en baba, en barro, en el esquizofrénico y delirante lenguaje. Esa realidad torpe y exigua.

La J. Mayúscula, ha cambiado el tamaño de su font, ahora es j calibri de 11 puntos. Bueno de 9. Mejor de 7. De 5… ¿de 5ta? No. De 5ta no. O sí, de 5ta., de 5ta de Beethoven por impetuosa y voluble. Esa j aborda a Ella en el estacionamiento de un centro comercial:

–A ver si te gusta. –Y le obsequia el disco Filles de Kilimanjaro de Miles Davis.

Temperamental, al borde de la cólera, el disco.

El hombre sugiere que Ella lo escuche “pacheca”. De
regreso a casa Ella envía un texto al celular del hombre:

–¿Lo escuchamos pachecos el jueves?

–No gracias –textea el hombre –mis únicas drogas son
el whisky, el cigarro y algunos muslos femeninos.

Y se arranca así un sin fin de enérgicos texteos de celular hasta las 4:28 de la mañana del siguiente día. El
hombre se dice y se desdice: –Te invito a tomarte unos
tequilas a mi casa. Pero mejor no en mi casa. Mejor en
el Bar Reforma. Vamos tú y yo. Pero mejor invita a tu
amiga y yo a mi amigo y luego los desaparecemos. No me
malentiendas. Pero…pero, pero. Soy pero no soy. Estoy
pero quien sabe. Me animo y no me animo. Más bien me
desanimo. Nada me entusiasma o todo.

Es decir, concretando una propuesta más bien tímida:

“Te invito unos tequilas, ¿qué tal si en mi casa? pero mejor en un bar. Vamos y a ver cómo nos toca la noche”. Ella
responde:

–Como quien dice a ver qué dicta la noche y nosotros
sólo asentimos, obedientes nocturnos.

–Es usted linda cuando se pone poética –responde el
“ser j” y continúa–¿Ella, tú cómo me ves?

–No logro verte todavía, escucho tu voz y a partir de
ella la mirada te construye. ¿Y tú a mí? –Y la J. Mayúscula
se desboca en un océano de dulzura, parecido a una voz
de antaño. A la de un hombre sin rostro del pasado. Ese
opio del lenguaje, esas voces que a Ella inevitablemente la
pierden. Ella se sonroja cuando lee el mensaje:

–Te veo inteligente, sensual, poética, viva, fugitiva,
carnal, letrada, suficiente e insaciable mujer.

Llama la atención de Ella que el hombre no tiene un
sólo error de ortografía en su escritura.

–¿Qué te gusta? –pregunta la J. Mayúscula.

–Pues mira Bowie, Nick Cave, Leonard Cohen, B.
Dylan. El helado Ben and Jerrys, Tonantzintla, algunas
islas del Caribe, algunas voces, algunas escrituras…

–Me refiero en la cama …………………………………
…… –irrumpe la J.

 

Martes:

Continúa la apoteosis del texteo telefónico.

–Las sábanas limpias. Fresas, manzanas y café recién
molido.

–Es usted demasiado exigente ante mi modesta domesticidad –replica el hombre.

–Por que no mejor nos adivinamos un poco, es decir
nos intuimos, retozamos con el misterio y dejamos que
los cuerpos se eroticen ante lo desconocido –escribe Ella
a las 4:20 de la mañana.

–Sí. La mujer es un misterio y siempre es una fiesta descubrirlo. Dicen los poetas. Probemos…………….

4:28 am. Fin del excesivo más, nuevamente, inútil
texteo.

 

Miércoles:

Ella va al buffet de abogados. Les dice: “Me urge irme con
los críos, no puedo ya más, no sé qué hacer”. Uno de los
abogados clavadísimos en los menesteres del chamanismo
y las consultas a los oráculos divinos del más allá, le aconseja a Ella, ante la desesperación, ir a ver a un babalawo
cubano de las precisas ciencias de la santería afroantillana
para hacer la consulta. –Definitivamente nosotros no sabríamos qué aconsejarle –dictaminan los representantes
de la legalidad. Y le entregan una tarjeta con el nombre
y dirección de quien habrá de definir el futuro cercano de
Ella y los críos.

 

Jueves con j minúscula font de 5 puntos

Ella conduce su coche y escucha a todo volumen a BJork
que entona Human Behaviour:

If you ever get close to a human
And human behaviour
Be ready, be ready to get confused

There’s definitely, definitely, definitely no logic
To human behaviour
But yet so, yet so irresistible

And there’s no map
and a compass
wouldn’t help at all

They’re terribly moody
And human behaviour
Then all of a sudden turn happy

But, oh, to get involved in the exchange
Of human emotions
Is ever so, ever so satisfying

Ella frena el auto en el semáforo. Voltea y casualmente
está a su lado la j en ese inconfundible automóvil negro.
Vampirezco, darketón, el auto. Apenas y se saludan, nerviosamente, con premura. Los autos arrancan. Ella le envía un mensaje a su celular.

–¿Somos tímidos?

Él responde con tal certeza que a Ella la abruma el desconcierto. Emergen los aromas del desencuentro:

–No lo creo. Me doy cuenta que no me conoces y no te
va a gustar conocerme. Te vas a enojar– dice esa “encarnada” J. del relato.

Pero él conoce a Ella aun menos, por eso ignora que no hay hombre que le produzca enojo, si acaso desencanto. Ella hace un último intento para ver si se sostiene la cita del encuentro, a sabiendas –claro está– de que no habrá respuesta alguna. La no palabra es y será siempre la no palabra. Hay voz sin palabra, –¿De qué sirve tener voz si no hay palabra? –escribe Ella –alguna vez te pregunté si eras un hombre de palabra, ¿recuerdas?–. Y en esa respuesta que Ella recibe casi de inmediato brota la gran revelación. Jota minúscula font calibrí de 5 puntos empieza a crecer desmesuradamente y a prisa, a recuperar su font: Times New Roman 12 puntos. Incluso sobrepasa el tamaño que tuvo en la incipiente trama. Ahora es de nuevo J. Mayúscula, dotada de honestidad. Y la honestidad siempre se agradece. La honestidad no concede suposiciones, especulaciones ni espejismos. Esa J. le escribe a Ella: “Supongo que no soy un hombre de palabra, no, no lo soy”. En toda la corporeidad de Ella retumban los ecos de esa escritura sangre-sincera: “Supongo que no soy un hombre de palabra, supongo que no soy un hombre de palabra, no, no lo soy”. Ahora esa J. es Mayúscula MONUMENTAL. Cuánto valor, ¡válga Dios!, para escribir algo así. Así que Ella por instantes se pone de rodillas ante ese acto supremo de valentía. Y con eso se queda. Sí con eso y con dos o tres textos hermosos del día anterior, esquizofrénicamente bellos. Agradece entonces el “no encuentro”, el no permitir la cercanía. Lo mejor que a Ella le sucede en la semana es ese acto de integridad puro y prístino, si bien acaso teñido por el miedo. ¿El miedo vence al deseo? Sí, siempre. J. tiene miedo de tocar sus miedos, de entrar en contacto con ellos. Quizás. Y Ella, desde su verdad, le escribe el que sería el último texto: –dejemos que se encuentren los rostros y hablen nuestros ojos– a sabiendas de que no habrá ya respuesta, ni voz y mucho menos palabra. Hay historias que simplemente no se configuran. Los personajes son escurridizos. Pero esa J. Mayúscula no es precisamente una J. autista, posteriormente le hace llegar a Ella con un mensajero un obsequio: un disco compacto del grupo británico Coldplay con una nota que dice: “sólo escucha The Scientist, es para ti, adiós, J.”

Ella coloca el disco:

Come up to meet you, tell you I’m sorry
You don’t know how lovely you are.
I had to find you, tell you I need you,
Tell you I set you apart.

Tell me your secrets and ask me your questions,
Oh lets go back to the start.
Running in circles, Comin’ in tails
Heads on a science apart.

Nobody said it was easy,
It’s such a shame for us to part.
Nobody said it was easy,
No one ever said it would be this hard.
Oh take me back to the start.

I was just guessin’ at numbers and figures,
Pulling the puzzles apart.
Questions of science, science and progress
Do not speak as loud as my heart.

Pero ya no hay retorno. No hay vuelta atrás. No hay por
qué detenerse en lo que no fue. Así de sencillo. La mirada
está en Weston.

¿El plan de la noche?, pues irse con las super power
puff girls: Betty Blue, Caracolita y Giraffe. Punto de encuentro de las féminas: Bar Amoxtli. Los hombres vienen y van, las amigas quedan por siempre. Ella no resiste
los jueves de encierro, ni los viernes, ni los sábados. No
resiste ya ese cuerpo ansioso y libre. Y se arregla. No resiste esa sed. Se viste toda de blanco y se pone unos altísimos tacones blancos. Está llenísimo, el Amoxtli. Canta
Ana Sánchez, espléndida su voz. Espléndida la noche.
Espléndido el hombre de sombrero que toma solo en la
barra. Un deleite a la mirada y a la imaginación.

 

Viernes madrugada:

La llamada indecorosa.

Suena el teléfono a la 1:00 de la mañana. ¿Quién podría ser sino el Kilimanjaro?

 

–Hola como estás, acabo de llegar del periódico.

–A qué bien yo aquí con Betty, Caracola y Giraffe.

–Dame el teléfono entonces y te llamo a casa de Betty.

–No estamos en casa de Betty, estamos en un bar.

–Ah– responde ofuscado –estás muy bien en un bar, y yo que pensaba que estabas preocupada por mí, y tú, claro, en un bar con tus amigas.

–Sí, estoy muy bien. No, no estoy preocupada ¿de qué habría de estarlo? –gargajo al ego–.

–Estás muy bien, claro en un bar, bueno, después te llamo.

Acto seguido Kili cuelga el teléfono. Todas ríen en eterna carcajada etílica. Kili y ese su desorden narcisista. Todas toman, toman, toman y también brindan, brindan,
brindan. El bar cierra las puertas y ellas allí permanecen,
conversan, se abrazan, se celebran. Esa deliciosa y sutil
complicidad femenina.

 

Sábado:

Pasa por Ella sin aviso previo el amigo Gil en una hiper-moto BMW rojísima e invita a Ella a dar una vuelta. Asiente de inmediato. Siempre ha sido proclive a esa sensación de libertad de las motos. Y Gil la maneja como un Dios. Van a dar la vuelta por allá por las cercanías del Iztaccihúatl.

 

Domingo:

Ella va a visitar y a conocer el mega-proyecto “La Casona de las Mujeres”. Las encargadas le hacen un minucioso tour, detallado por cada uno de los deliciosos espacios………….

…Hurté tu voz y agonizó tu palabra. No hay trama “encarnada”. Ni siquiera hay trama. El detrimento de las certezas. Tu voz-calígine, astillada, fragmentada. ¿Imaginaria? Te escucho pero no te veo. El deseo, esa sombra lánguida. ¿Quién fuiste? ¿Cómo fue tu voz? ¿Y tu tacto? ¿Existes? Ya no estoy. Ya no estás. Sólo está el miedo. El no rostro, la no respuesta.

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