ENTREGA IV
Todos los nombres de los personajes son reales.
Todos los enredos de los personajes son ficticios.
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Cuando Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín se encuentran en algún lugar del mundo suceden varias cosas: sus gestos faciales se contraen, sus estómagos se achican y sus glóbulos rojos se colapsan. A un “hola” le sigue un “quiubo”, y a un “chao” le sigue un “bye”. El origen de su odio mutuo hay que buscarlo en los años que fueron condiscípulos en el Colegio de México. Uno detestaba al otro, y viceversa, porque se disputaban los favores de don Daniel Cossío Villegas y de los altos directivos de la institución.
Antes de la era AMLO se disputaban otros mercados: el de los políticos y el de los empresarios.
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Mientras bebe un café en el Westin, José Woldenberg se entera por el diario Reforma que su ex mujer Julia Carabias se hará merecedora de la medalla Belisario Domínguez. Casi escupe el café cuando lee el trascendido. Pálido, entre toses, se lleva una mano al abdomen y hace un rictus de dolor. Como puede, se levanta y camina haciendo ochos. “¿Dónde está el baño?”, pregunta antes de salir corriendo.
—Ahí va el último demócrata —le dice un abogado a su secretaria.
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—¿Qué cosas horribles se dicen del klōn de Alberto Ruy Sánchez?
—Que se cree francés.
—Eso no es tan horrible.
—Que se acuesta con una ex novia de Octavio Paz.
—Eso sí es espantoso. ¿El klōn es el activo?
—No.
—Pensé que sería el activo.
—Los klōnes no pueden ser activos. Cuando menos los que fabrica la NASA. En Noruega acaban de crear un klōn activo, pero es carísimo. Entre los escritores sólo lo tiene Salman Rushdie. El de Raúl Padilla sólo recibe, y suelta algunos quejidos en el momento de la penetración.
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Cuando Juan Villoro entra al baño, saca su Montblanc y escribe sobre el papel higiénico. Su favorito es el Pétalo de doble cama. El de una sola cama hace correr la tinta. Y se rompe. Una vez escribió un poema sobre Ayotzinapa en un papel de la Comer y tuvo que rehacerlo en su ordenador.
Por ejemplo: el poema sobre el temblor de 2017 lo escribió en un Pétalo de doble cama. Sus íntimos dicen que en su estudio hay rollos y rollos de sus escritos envueltos en plásticos transparentes como de tintorería.
Villoro prefiere escribir sobre el papel para la higiene anal más caro del mundo: Hanebisho, de fabricación japonesa. Un paquete de tres cuesta 5 mil yenes. Es decir: 50 dólares. Es decir: mil pesos. El paquete de ocho cuesta 10 mil yenes: 100 dólares: 2 mil pesos.
Villoro prefiere el Hanebisho porque está hecho de fibra de celulosa de madera de la más alta calidad. De hecho lo usa más para la limpieza anal que para la escritura de poemas.
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Melisa está casada con un vampiro: Hugo San Epifanio, hermano de Ernesto, héroe de Los detectives salvajes, de Bolaño. Melisa también es vampira. De hecho lo era antes de conocer a Hugo, pero no lo sabía. Lo supo cuando Hugo se lo hizo ver.
Ambos gustan de cazar a sus víctimas en la FIL de Guadalajara. Las conocen en los bares, en las fiestas de las editoriales, en los stands del área nacional. Siempre están a la caza. Sobre todo Melisa. Ella tiene 29 años y es una vampira relativamente joven. Hugo San Epifanio anda en los cincuenta y está un poco cansado de tragar pijas. Lo hace desde los catorce años, cuando el poeta Ernesto San Epifanio llevaba a sus víctimas a la vecindad de la colonia Guerrero en la que vivían.
Un día su padre, un taxista sin estudios, descubrió que Ernesto era homosexual y lo llevó a que le hicieran una trepanación. Un médico le metió una aguja delgadísima en el globo ocular y la movió seis veces: tres a la derecha, tres a la izquierda. Ernesto San Epifanio quedó convertido en un guiñapo y así anduvo un par de años: lento el paso, lentos los movimientos de los brazos. Más bien erráticos. No podía hablar. Balbuceaba. La cabeza caía sobre los hombros cada diez segundos. Dejó de ser homosexual una temporada, pero un día regresó a los penes y al sexo oral.
Hugo, en cambio, dejó la casa cuando Ernesto fue víctima de su padre y se fue a vivir con un tío materno a un departamento de Tlatelolco. El tío era un bujarrón depravado que llevaba ahí a sus víctimas los viernes por la noche. En la pequeña sala los seducía con brandy Viejo Vergel, y un poco de mariguana. Hugo San Epifanio de repente entraba en las orgías.
Se dicen cosas horribles de los vampiros.