16.3 C
Puebla
jueves, noviembre 21, 2024

La Tercera Voz 03

Más leídas

MIÉRCOLES

La paz parece esconderse afanosamente de Ella. Tarde, muy tarde en el momento menos esperado llega por fin. Se aposenta en su nueva villa. Y ahí reposa en la llegada de la también esperada visita de ese “pasado muy presente” y de cenizas aún frescas.

 

JUEVES

Ella recibe una llamada de su entrañable amiga Gertrudis Villalpando, apodada “Punto G” y radicada en el noroeste del estado. A diferencia de lo que casi todo el mundo pudiera imaginar, “Punto G” no ostenta ese apelativo dado su desmesurado erotismo, que si bien existe, queda secundarizado porque su vida se ha convertido en un tema polémico y debatible. Y todo porque decidió hacerse de un amante que sí satisfacía las necesidades emanadas de su vida marital y que rebasaba ya los tres lustros. “Punto G” explica rápidamente:

–Creo que mi situación está llegando a un punto sin retorno.

–¿A qué te refieres? –inquiere Ella.

–Dicen en mi pueblo soy una mujer de cadera inquieta y moral distraída.

–¿Podrían decir cosas peores, no crees? –dice Ella

Fin de la conversación

Entran los críos acalorados del colegio. Ella ha preparado para ellos “Chilli Dogs” y ha llenado de apetitosos víveres el descomunal refrigerador que horas antes le obsequiaran Maruchy y Pepe. El más pequeño de los críos entra a la cocina y abre el mega-fridge. Sorprendido y con la espontaneidad característica de los niños dice: –mira todo lo que hay de comer, tengo ganas de llorar de felicidad –. Ella se quiebra.

 

VIERNES

“El infierno son los otros”, le dice él. Él es el Kilimanjaro. Contundente. Definitivo. “Los periodistas se han olvidado de su oficio y se han vuelto negociantes, como diría Walter Cronkite ‘And that’s the way it is’, el periodismo es un negocio”, sentencia mientras abre otra botella de vodka francés de nombre al parecer ruso y sirve un vaso. Diez horas más tarde y tras eternas conversaciones se narran historias tan insulsas como esta:

En cierta ocasión reciente un felino menor convocó en la selva a todos los animales a una asamblea para hacerles la invitación a una gran fiesta que ofrecía uno de los Leones por su cumpleaños. –¡Qué a toda madre! –exclamó el sapo, ante lo cual el felino reparó:

–Pero no serán invitados los hocicones.

El sapo frunciendo la boca lo más chiquita posible dijo:

–Ni modo se chingaron los cocodrilos.

Las crónicas dieron cuenta de tal festejo y resaltó el dato que el número de asistentes rebasó los cinco mil, no sólo asistieron cocodrilos sino todo tipo de reptantes criaturas como lagartos, lagartijas, caimanes y hasta cuijas.

Ella, intransigente que suele ser, comenta tras escuchar la anécdota: –¡Qué desfachatez, si algo no tolero es el mal gusto, el ruido y el derroche! –. De pronto, todavía allí sentados, uno de los críos irrumpe ingenuamente: –¿De qué tanto hablan, cómo pueden estar tanto tiempo platicando?, ¡qué aburridos!–.

 

SÁBADO

El Kilimanjaro retorna temprano a la gran urbe no sin en vano tratar de convencerla de que se vaya de una vez por todas a su lado, que le encontraría trabajo, le pondría casa o departamento en la Condesa y hasta le compraría un par de loritos colombianos para que no se sintiera tan sola cada vez que él saliera de viaje. –Mejores propuestas me han hecho –, piensa en voz alta. Antes de subirse al auto él le pide:

–Déjame entonces ver tus pies por última vez –.

Y los recorre. Interminablemente. Con su tacto y su mirada.

Para distraer lo que a todas luces era una magni-cruda sabatina Ella decide ir de pesca con sus amigos. En el camino escuchan el álbum “Back to Bedlam” de James Blunt. Ella se detiene en “I see no bravery in your eyes, I only see sadness”. Lalo comenta: –Estoy mareadísimo –. Entran entonces a inmediaciones del Atlimeyaya. Una vez sentada en el restaurant frente al lago Ella mira que de la pared cuelga una pizarra en la que se lee:

Vaya entrando
Vaya pidiendo
Vaya comiendo
Vaya pagando
Vaya saliendo.

Se encuentra ahí a otros amigos del gremio y destapan una botella de vodka. Ella saca un libro recientemente publicado y que recibiera como obsequio el día anterior y se dispone a leer el primer párrafo del octavo cuento que se titula: “Dale de comer a este demonio para que no recurra a desagradables ayunos que lo hacen invariablemente desvariar”:

“Fue durante la reunión sabatina con los Gorostiza, Leopoldo y Rubí, hermanos que no podían vivir sin su respectiva compañía, cuando me enteré, por vez primera, de la existencia de la Tienda Imperfecta, un centro comercial que, a decir de la mayoría de los ahí congregados, era la irresistible atracción del momento. Los oí hablar maravillas de su diseño y de su contenido”.

Ella cierra el libro. La mesera llega con el menú. –Una trucha salmonada a la diabla podría ser acto de canibalismo –, piensa Ella, y se decide por una a la mostaza. De pronto, llama su atención una ajena conversación por celular de un hombre en la mesa de al lado, que frota circularmente con la mano su prominente abdomen y con la voz un tanto arrastrada dice “¿Qué hacemos esta noche fofó?”.

Ella se queda pensando: “¿Cómo será fofó?”

De regreso a la ciudad Ella le propone al buen Lalo que se vaya adelante para que no se maree. Él le dice: “No te preocupes, yo sólo me mareo de ida, nunca de regreso”.

Todos ríen.

 

DOMINGO

Ella recibe un correo electrónico de Jaime en el que la invita a la misa de un año de muerto de su entrañable Andresito. Ella se arranca en llanto, “me voy para crecer al tamaño del viento” dijo días antes de morir. Algo pasa que los domingos desde que está en la villa, el llanto se ha tornado una disciplina para Ella. Llama entonces al Dr. Álvarez para que vaya a verla. Él acude pronto al llamado. Ella le dice que no duerme sin San Tafilito, que más de una vez ha estado apunto de chocar, que a sus amigos cubanos ya los tiene hartos con sus vaivenes y sus zozobras emocionales. Que de noche varias veces, cual tortura carcelaria, se despierta con los ante brazos hormigueándole, que el dolor en las muñecas es insoportable, que sueña con marra nos descomunales que la lamen, que dormita engarrotada y con el cuello torcido, que y… que… y… que… y… que… El Dr. le dice –seguramente tienes el síndrome del Túnel del Carpio –y le receta una docena de chochos homeopáticos.

–Pero creo más bien que tienes mal de amores –y eso sólo se cura con el tiempo asevera Álvarez, –la verdad es hija del tiempo, bien lo sabes–, dice. A lo que Ella responde “somos el desamor. Nada más”.

Ella tiene una proclividad a andar con hombres feos, “feos es piropo” le comenta habitualmente su más cercana amiga Katya que va a verla tan pronto sale Álvarez. Pero de esos tan feos que lo único que los salva es o la inteligencia en grado excelso expresada a través del dominio retórico o bien, la capacidad de un impecable performance sexual. Sin embargo, el tiempo le había mostrado a Ella que era preferible confiar más en lo primero que en lo segundo. Además, como buena logofílica, a Ella, invariablemente le fascinaba dejarse seducir por la palabra y la escritura. Así luego descubriera en tan bellos artificios del lenguaje discursos totalmente esquizofrénicos, es decir, reducidos solamente al vacío… emptyness

Antes de irse Katya le dice:

–¿No que este año iba a llevar tu nombre?

–Pues esa era la intención –dice Ella.

–Así como vas se apellidará “Etílico”.

Katya se va.

Kate Bush entona This Woman’s Work

Pray God you can cope
I’ll stand outside
This woman’s worth
This woman’s world
Oh it’s hard on a man
Now his part is over
Now starts the craft of the father

Give me these moments
Give them back to me…

…Es más fácil quedarse. Definitivamente. Quedarse habituados a las pequeñas comodidades, a las diminutas certezas, a los necios apegos y arraigos, a las “seguridades”, a las domesticidades. Quedarse. Instalados en el desamor, el destiempo, la costumbre. Quedarse. En el tedio. La batalla de los egos. Es más fácil quedarse….

Más artículos

Últimas noticias