(Los de Morena bailan mambo)
Alguna vez Fernando Morales Martínez dijo que Puebla era un estado chalupero, en referencia al sexenio que encabezó su padre Melquiades Morales Flores. Esa calificación, por cierto, la hizo mientras se comía un caldo de camarón bien picoso y se bebía una cerveza bien fría en el restaurante El Paisa, que está en la calle 13 Oriente, por la Escuela Libre de Derecho de Puebla a la vuelta de la icónica cantina La Opera.
Cuando el PRI gobernaba Puebla y Mario Marín era el presidente de ese partido se bebía Magno como si fuera Dom Perignon. Valentín Meneses cantaba una canción de Leonardo Fabio: “Hoy la vi… la miré al pasar”.
Mario Montero se aventaba unos gorgoritos al estilo de Polanka versión Enrique Guzmán: “Tu cabeza en mi hombro” o “A mi manera” y se sentía “bien bohemio”, obvio, en el sentido peyorativo y choteado del término.
Llegar al poder era cargar con su Magno bajo el brazo.
Los priistas eran promotores del mal gusto y practicantes de lo kitsch.
López Zavala cuando todo mundo lo admiraba repartía botellas y cantaba aquella cosa horrible de: “Zavala, Zavala, Zavala”, una versión muy chabacana de Amigo de Roberto Carlos que le dedicó al papa Juan Pablo II.
Hubo intentos de fuga al pésimo gusto, como cuando el alcalde incomprendido de Puebla, Luis Paredes Moctezuma, bebía Lepanto o un Enrique Doger quien era fanático del Bayleis y los postres. Doger siempre ha tenido algo por encima de los priistas: lee, tiene formación académica, es un gran conversador y tiende a caer bien porque siempre hay de qué hablar con él; su único pecado es que, al final, el sistema lo absorbió.
Tony Gali, por ejemplo, le encantaba la coca cola light, pero le encantaba echarla a perder cuando la mezclaba con Zacapa 23 años (al revés, pues). Ah, Gali sí era refinado, pero cuando se sentía Mijares o Emmanuel se negó el chingocio. Era el pequeño cuento del gobernador que cantaba, el rey del piano bar. En fin, como diría un par de periodistas de la aldea: “un góber terrenal”.
Ignacio Mier Velasco, por cierto, al menos sí tiene temas de conversación y tiene preparación. Es, como dice el clásico, medio leído y escrébido.
También, hay honrosas excepciones como Miguel Barbosa, quien sí fue un hombre preparado y con altas expectativas. Barbosa era uno cuando dirigía el PRD y otro cuando llegó a Puebla, después de liderar el Senado de la República. El exgobernador era un tipo culto y un gran melómano.
La situación cambió porque hoy los de Morena regresaron a ser como cualquier priista de los setenta, ochenta y más.
Un ejemplo de ello fue la semana pasada, cuando Nora Escamilla y un tal Sánchez Sasia (junto con el Bronx de Morena) callaron con gritos y aplausos una activista mientras se expresaba libremente en las galerías del Congreso del estado. Ella, en ese momento y por sensibilidad, tenía que ser escuchada, pero los legisladores no actuaron con la razón sino como una manada que quiere quedar bien con su pastor.
Por cierto, qué papelazo hizo ese día Néstor Camarillo, pero bueno, digamos que Néstor Camarillo sólo hizo un Néstor Camarillo. No se le puede pedir más.
Los diputados de Morena y del PT, por cierto, han aprobado leyes verdaderamente aberrantes y que deberán ser analizadas con tiempo y a profundidad. Muchas de sus normativas son redundantes, porque en la práctica jurídica ya se aplican, ya existen, a veces sus modificaciones violan preceptos constitucionales, pero con el fin de salir en las primeras planas y justificar su trabajo proponen castigos, castigos y más castigos.
Habrá oportunidad de hablar en concreto sobre el tema.
El partido de Morena, al menos en Puebla, se parece más al atún mexicano enlatado: tiene más soya que militantes de izquierda. Sólo hay que ver las fotos de quienes acompañan a los aspirantes a gobernadores.
En la práctica, los que militan en Morena son como los viejos priistas: son disciplinados con el presidente López Obrador hasta caer en la ignominia. El Congreso del estado de Puebla no ha dejado de ser una ventanilla de trámite del Ejecutivo estatal y los temas verdaderamente preocupantes para Puebla como la desprivatización del agua potable, pueden esperar.
Fue en el 2004 cuando Fernando Morales Martínez dijo que Puebla era un estado chalupero. Han pasado casi 20 años de dicha declaración, la pregunta es ¿algo ha cambiado?
NOTA BENE: Podremos criticar al morenovallismo sobre todo por sus excesos y abusos en la forma autoritaria de ejercer el poder. Además, es el enemigo que ahorita está de moda y de conveniencia, pero viéndolo fríamente al menos intentaron embellecer y modernizar a Puebla. Un ejemplo de ello es el Museo Barroco, el cual si lo observa uno sin fobias partidistas es una obra de arte en sí mismo.