La semana se exhibe atrevida.
Lunes
El Kili le ha colgado el teléfono a Ella. Así, de la nada, simplemente atrevido y altivo. Pero no hay hombre a estas alturas que a Ella le produzca furia, si acaso desencanto. Él la llama a altas horas de la noche:
–Hola estoy preocupado por tí, te hablé a tu casa y no contesta nadie. ¿A dónde andas?
–Cuidando a mi madre, por eso no estoy en casa.
–Sí bueno que más da, no me contestas yo sólo estaba preocupado por tí y pues tú no aceptas la realidad. Ya ves cómo eres.
–¿Cuántos vodkas llevas? – pregunta Ella al borde de la intolerancia.
–¿Ves? no se puede hablar contigo, ¿cómo qué cuántos tragos llevo? Tú no aceptas la realidad, mira yo sólo estaba preocupado por ti, por eso te llamo Ella, pero no aceptas la realidad.
–¿A qué realidad te refieres? No entiendo nada y menos el tono de reclamo. Leí el otro día en un periódico local algo sobre unas cajas que gritan y hasta ladran. Así tal cual estás tú como esas cajas.
–Mira te voy a colgar Ella, francamente lo voy a hacer y me vale si te enojas ¿ok? Bye, bye.
El Kili cuelga el teléfono. Ella, impávida, se ríe. Quién sabe si nerviosa o incrédula, pero se ríe. Años ha que nadie le colgaba el teléfono.
Martes
Por fin las cajas apiladas de la villa empiezan a llenarse. Vomitadas están ahora a la espera del traslado. Desbordadas, las cajas. Puentes a la configuración de la nueva historia. Una con menos dolor. Quizá. Ojalá. Con menos dolor y con más olvido. Con todo el olvido.
Ella enumera y le pone nombres a las cajas. Caja número 1: apegos de trece años colección de vacas. Caja número 2: apegos de trece años colección de máscaras. Caja número 3: apegos de trece años colección de gatos. Caja número 4: trece años de desvida, diarios escritos por una mano trémula de tristeza. Caja número 5: álbumes de fotos, gestos atascados de hipocresía. Caja número 6: discos originales; 13 años sin oír música. Y así consecutivamente hasta llegar a la caja número 13: trece años de vida en trece cajas, trece años de ultraje. Libros, libros y más libros. Ella se sienta, mira detenidamente las cajas, se despide de ellas y anota: “Destinatario: la casa del árbol allá en Weston”.
Miércoles
Les voy a contar una historia:
Había una vez una muñeca rota. Años tenía de estar rota. En añicos, la muñeca. Se sobrevivía a sí misma en pequeñas astillas y enormes añoranzas de haber sido muñeca. Un día apareció un príncipe feo pero inteligente y con voz de poeta. Involuntariamente convirtió a la muñeca en reina. La muñeca fue entonces reina, la más reina de todas las reinas, un instante fugaz reina, reina rota y también muñeca.
Fin de la historia
La historia se acompaña de música de Crowded House, para ser más precisos: Four Seasons in One Day:
Four seasons in one day
Lying in the depths of your imagination
Worlds above and worlds below
The sun shines on the black clouds hanging over the domain
Even when youre feeling warm
The temperature could drop away
Like four seasons in one day
Smiling as the shit comes down
You can tell a man from what he has to say
Everything gets turned around
And I will risk my neck again, again
Jueves
Algo pasa con las voces dulces, se han esfumado, son voces impalpables. Ya ni el relato imaginario logra reconstruirlas. Siglos eternos de obscura dulzura.
Ella recibe un texto de su amiga Betty Blue, mortificadísima porque la reseña que envió a “equis” sección cultural de “equis” periódico nacional se fue sin correcciones:
–No puede ser Ella, la envié cuatro veces y no entiendo cómo no se respetó la corrección del título del libro. ¿Podrías hablar con el editor para decirle que hay que corregirlo? Entro a junta en diez minutos y no tengo tiempo.
Ella sabe a qué hora exacta no encuentra al editor. No quiere hablar con él. Es más no quiere ni oír su nombre tras el colgón de teléfono en días recientes. Hora: 2:30 Llama. Pero el destino es bufón y responde el mismísimo Kili. Ella le inquiere hablar con Karla la correctora de estilo.
–¡Qué suerte la mía! ¿Por qué contestas tú? Si nunca respondes a esta hora, pásame a Karla, no quiero ni saber que respiras.
Karla toma el llamado y hace las correcciones pertinentes. Ella le escribe a Betty Blue: –Ya está todo arreglado, hablé con Karla porque no quiero conversar con el innombrable editor– Betty Blue responde: –Perfecto, el poder de las mujeres, arriba las mujeres. Mañana te invito a tomar un café y hablaremos de las verdaderas posiciones, las reales.
El enredo del título del susodicho libraco de poesía tiene que ver para variar con “los pies, el pie etc, etc, etc”. Los pies, ese centro del erotismo. Los perversos pies.
Fin de los textos.
Viernes
Tierra de por medio, la fuga geográfica, el escapismo. Ella acepta la invitación con todo y críos a México DF a casa de aquel cineasta amor del pasado muy pasado y ya muy olvidado, por cierto. Ubicación: Amsterdam y Teotihuacán, Colonia Condesa.
Él es rústico, sí como la madera apolillada. De un encanto sencillo, discreto. Físicamente subyugante, hermoso, sólo que en esa voz Ella dejó de extraviarse hace ya muchos años. Ahora su voz es sólo una voz golpeada que habla mucho de cine. Él la invita a su nueva cineteca al Centro Cultural Jaime Torres Bodet del Instituto Politécnico Nacional. Salón Indién, lleva por nombre la salita y goza de un ciclo de cine excelso “los grandes clásicos”. Presentan: El Marido de la Peluquera de Patrice Leconte.
Qué gusto tiene Ella por vestirse. Siempre. Vestirse para Ella es un acto de deleite. Porta un Kaftan del Norte de África en colores ocre. Cuando el hombre la ve le expresa:
–¿Así vas a salir? No, yo así no te llevo, estás muy llamativa, acuérdate que yo soy de Zipiajo y lo llamativo me incomoda, mi cultura de rancho es estrecha.
Ensoberbecida por el comentario Ella se desviste parsimoniosamente frente al hombre y le expresa:
–Escoge entonces mi ropa, no es mi intención incomodarte.
El sólo la mira. La transita con su mirada. Ya no llegan a la función.
Sábado
Ella se despierta cruda. Cruda de amor, cruda de alcohol, cruda de desvelo, cruda de deseo. Escucha que el hombre cinéfilo en tono harto rasposo le argumenta a algún interlocutor:
–No, no, ninguna película de Jodorowsky es mejor, todas son peores, no se salva ni una.
Y el hombre conversa 36 minutos, argumenta, opina, quién sabe si convenza.
Domingo
El retorno a Puebla-pueblito. Ante el diluvio, Ella conduce muy despacio por la carretera. De pronto recibe una llamada de esa voz que alguna vez fuera dulce, cándida y hasta poética. Es el SA-PO-E-TA
–¿Estás segura que te vas a ir, ya lo pensaste bien?
–Estoy segura de que me estoy enloqueciendo. Tanto que imagino que me estás hablando y tu voz ya no existe.
La voz le dice que la invita a comer o a un café o a cualquier mínimo encuentro, como por no dejar, cualquier taco de barbacoa así Ella deteste la barbacoa, cualquier hot-dog de la esquina, así ella no coma en la calle y menos aún parada, cualquier mega corte argentino así Ella sea vegetariana, cualquier sandwichito del Oxxo así Ella sea muy “finole” y no coma pan blanco y jamón que no sea del día, en fin como por quedar en cualquier cosa la voz expresa:
–Pues te hablo ¿nooo?, a ver ¿nooo?, a ver si nos vemos ¿nooo?, a ver si comemos o algo ¿nooo?, porque tengo mucho que hacer y esto y lo otro ¿ves? y tengo que ir a México y de regreso te hablo a medio día ¿nooo?, para ver si nos ponemos de acuerdo ¿cómo ves?, y la mamá de la mamá de no se quién está enferma y yo y mis proyectos y yo mis comparsas con el poder y yo esto y yo lo otro…y ¿con quién hablo?, perdón ¿acaso te conozco? ahhh sí, te decía, te hablo un día de estos antes de que te vayas, ¿ya quedamos eeeeh?
Lo que esa voz no sabe y menos aun reconoce es que Ella ya no tiembla cuando la escucha. Ella ya no ve, no oye, no entiende. Se está enloqueciendo. El dolor enloquece. Y en Ella están anidados el dolor y la orfandad. ¿Qué más da? Esa voz es la voz de un YO con i griega mayúscula, descomunal, un YO engullido en su YO como acto supremo de canibalismo, un YO “soberano”, un YO sin mirada a la otredad, un YO que miente.
Ella corrobora que esa voz ya es una voz impostada y sin aliento a poesía. Y Ella está demasiado afligida para cualquier encuentro o desencuentro. Vamos, la tristeza ha interrumpido su relato imaginario, ese refugio seguro. Así que mejor se protege. Hay voces asesinas. Y pisa entonces el acelerador para llegar lo más pronto posible.
… Miénteme te lo impetro. Porque la verdad es el punto final, es el “ya no”. ¿Dónde está el impulso vital? El grito de Munch no se oye, pero aturde todos los sentidos. Tu voz es la voz de la no promesa, la no certeza y la no terneza.