La semana se mira “bipolar”.
Lunes
Ella recibe un correo electrónico de un señor del gremio de los “adultos en plenitud”. Él le escribe:
–Doña Ella: ¿Alguna duda? Yo muchas, por fortuna, ya que la vida no es de certezas sino de interrogantes. Eres una mujer amorosa e intrigante. Cuando regrese a Puebla te invito un tequila.
Ella se queda pasmada. Conoció a este hombre y lo trató ¡vaya Dios! como a su padre, de “Usted” y todo el numerito, con toda la distancia y respeto que implicó la trayectoria de dos horas y media al D.F. No sólo por la avanzada edad del “Señor en Cuestión” sino además por sus altísimas jerarquías en los círculos intelectuales del país. Un hombre respetable, recto y de una integridad y trayectoria reconocida. Ahora el Señor la llama en estado etílico a cualquier hora. Le escribe cualquier insensatez. Al grado que Ella ha corrido en busca del Kilimanjaro para que la saque del apuro y el mal entendido y de alguna manera le exprese al Señor en Cuestión que ella y el Kili tienen una historia de amor eterno. Así pues, soslayadamente, le mencione, haga de su conocimiento. Lo que pasa es que Ella es cautivadora y hasta embrujadora. Sólo que ella no lo sabe.
Martes
Ella va a comprar cajas numerosas. Las apila en uno de los clósets de la villa. Testigos mudos de la inevitable y pronta partida son las cajas. Ríen maquiavélicas.
Miércoles
Llegan a la villa varios amigos a brindar por la nada. Ella invita a ese solidario amigo sociólogo periodista de las notas rojas y policíacas de la entidad. Pretende presentarle a la “caracolita”, que está metidísima, dicho sea de paso, en asuntos de derechos humanos y temas de trata de blancas, la defensa de la mujer, el “ya basta”, el “me too” etc., etc., etc. El periodista resulta estar hiper-informado en estos menesteres y también en otros. Cada vez que Ella habla el joven-sociólogo-periodista dice:
–Sí claro Ana María.
–¿Quieres otro tequila?- pregunta Ella.
–Bueno sírveme otro Ana María, Ana María: ¿dónde está el baño?, ¿Ana María tienes más limón?, Ana María: ¿dónde hay agua?, Ana María: ¿puedo fumar? Ana María: ¿tienes otro cenicero limpio?, Ana María, ¡qué bonito nombre tienes Ana María y qué bonita villa!, pero ya me voy Ana María. Gracias Ana María. Nos vemos pronto Ana María.
Inútil, por más empeñosos intentos que Ella hace, desenraizarlo de este nombre. Si al menos le hubiera dicho “Amada Mía”, pero Ana María cuatro horas seguidas fue un lapsus eterno. Y es que hay nombres que simplemente no podemos arrancarlos de nuestros mapas amorosos. Hay nombres que permanecen tatuados como ex-libris.
La “caracolita” se queda extasiada con el joven-sociólogo-periodista. Al grado que cuando él parte a horas harto decentes no cesa de decir:
–Está divino y hasta inteligente, está chulísimo, sólo que está muy chiquito.
A lo que el amigo “estrógeno-dependiente” tras una botella entera de vino tinto, fresco como lechuga responde:
–¿A poco le faltan pelícanos en la bahía?
Todos ríen inevitablemente en etílica carcajada hasta las 4:00 de la madrugada.
Fin de la etílica noche.
Jueves
Ella va con los críos a un programa de radio a altas horas de la noche. No hay con quién dejarlos y los lleva. Así de sencillo, los críos siempre con la madre. Cual debe. Va también su amiga “la caracolita” a charlar de su próxima exposición y de su opción de vida al ser “poliamor”. El locutor se ha transformado. La metamorfosis al desnudo. Vulgar. Es decir, cuando Ella lo conoció él se inventó un personaje dulce y hasta amoroso de cándida voz. El SAPO trashumante. Príncipe, Poeta, Paria, Prógnata. Sapo Bufo, Sapo Mefisto, Sapo atiborrado, ahito de su existencia camaleónica. Sapo Dulce, SA-PO-E-TA. Pero ahora se ha despojado de toda esa bisutería, se muestra como lo que es, altanero, altivo, pagado de sí, etílico, incoherente. Esa voz que alguna vez fue dulcísima ahora es áspera, ácida. Es una voz que se ha desdibujado y revela su esencia. Sapo Piedra. Ese ser es piedra. Es una voz de miedo. La voz del desencuentro. La voz del hedonismo.
Viernes
Ella parte muy temprano y también muy cruda a Tlaxcala a un Diplomado de Periodismo Cultural. Silvina Espinosa de los Monteros, la ponente de ese día le muestra a los asistentes un video de una entrevista a un escritor de apellido Ruvalcaba. Durante la entrevista, en una presentación de uno de sus más recientes libros en Chiapingo, un participante le pregunta al autor:
–Usted ¿qué espera encontrar en una mujer?
El autor responde:
–Ternura y comprensión que es lo que nosotros los hombres no podemos ni sabemos dar.
Y en esa respuesta Ella se abandona a la melancolía. Nada es igual desde que Ella escucha estas palabras.
Sábado
Ella invita a comer a la Casona de la China Poblana a dos entrañables amigas; Yolanda y la Pelusita. Transcurren horas eternas de conversaciones femeninas, cervezas, tequilas y al final el delicioso licor de los Alpes fabricado por los Padres Cartujos. La Pelusita comparte una historia de amor:
“El hombre vino a verme tras casi cuatro años de ausencia. Sí, a las 3:00 de la mañana. Cuando alguien toca a tu puerta a las 3:00 de la mañana ¿Qué quiere?. Consuelo y comprensión, él tenía ya varios días sin dormir. Estaba de pique, a cada instante se desmoronaba más. En tan sólo 10 días había envejecido 10 años. Vieja el alma, viejo el cuerpo, vieja la mente, viejo el hombre. Me había llamado más de una veintena de veces a la oficina, tras la insistencia de las secretarias decidí tomarle el llamado. Con una voz casi mortuoria me dijo:
–Por favor dime algo inteligente, sólo tú sabes decir algo inteligente en estos momentos.
Al contarme su desgracia me quedé muda. Pero no esperaba su visita. La última vez que lo ví fue hace cuatro años en Santorini, en Thira a las 4:00 de la tarde. Me habló con un mes de anticipación y me dijo:
–Te veo el 18 de mayo a las 4:00 de la tarde en el Restaurante Koukoumavlos para que veamos la puesta de sol en la Caldera en Thira, Grecia-. Y acudí pronta al llamado.”
–¿Te pagó el viaje?. Pregunta Ella.
“–Para nada –enfatiza la Pelusita con expresión de asombro –¿Quién está hablando de dinero?, lo mejor de la vida es gratis–” dice con una sonrisa iluminadora.
Ella se detiene en esta frase y allí se queda suspendida como “aire suave de pausados giros”. Qué gran lección le ha dado la Pelusita. La Pelusita prosigue con la historia:
“–Fui feliz cinco días en el mar Egeo con el viejo. Nos reímos, tomamos, conocimos y nos amamos con toda la pasión y la intensidad de los amantes que huyen a rumbos ignotos. Dejé entonces de verlo porque conocí al que ahora es ‘mi galán’, vive en Cuernavaca y tenemos la relación ideal. La de los fines de semana. El caso es que hace tres semanas vino el viejo a verme a las 3:00 de la mañana. Desconsolado por su situación. Le hice un masaje con esencias aromáticas y cayó en un sueño tan profundo que desde la cocina se oían sus ronquidos. Se fue muy temprano a las 6:00 am. Tuve que despertarlo. A la semana regresó. Me contó que había por fin solucionado su problema y que había comprado regalos especiales para todos los que le ofrecieron su hombro. Sin embargo, para mí no tenía ninguno, dijo: –Sólo la palabra ‘gracias’, porque no hay regalo que compense la ternura y esa noche de paz y de sosiego– Me solté a llorar”.
Las amigas brindan. Yolanda y Ella se miran mutuamente y se hermanan en esa mírada cómplice. Mirada llena de vacío ante la recién revelada historia de amor.
Golosas comparten una cassata de maracuyá, mango y cereza, tan ad-hoc para la cálida tarde y las historias de amor. Esa “fruta de la pasión” que tanto enloquece a Ella.
Antes de irse del hermoso patio Ella recorre el espacio y rememora que fue precisamente en ese lugar un 27 de noviembre de algún año, donde tuvo un generoso encuentro con Luz Bell, ese príncipe de los ángeles profanos.
Fin de la historia y de la exquisita tarde.
Domingo
Ella va de pesca a Atlixco con los críos. A su regreso empieza escurrida en la tristeza, a empacar en cajas su vida en la villa. Ella está pronta a irse. Lejos. A una de esas fugas geográficas. Pero Ella es una sobreviviente.
Antes de entregarse a un sueño de cuatro horas, sí porque Morfeo ha reñido con Ella desde hace ya un par de semanas, Ella se dispone a escuchar Constant Craving, de K.d. Lang.
Even through the darkest phase
Be it thick or thin
Always someone marches brave
Here beneath my skin
Constant craving
Has always been
Maybe a great magnet pulls
All souls towards truth
Or maybe it is life itself
That feeds wisdom
To its youth
El más pequeño de los críos irrumpe en la habitación y le dice a Ella:
–Mejor pon el Fantasma de la Ópera, me gusta cuando el fantasma antes de robarse a Christine la desmaya.
Ella accede de inmediato a la petición del sapodrilo. Sobre todo por ese uso altamente poético del lenguaje; “la desmaya”, repite.
…¿Quién es quién? Nunca sabes quien es quien. Dice la autora ucraniana-brasileña Clarice Lispector “Están los que se ofrecen como voluntarios para el amor, pensando que el amor les enriquecerá la vida personal. Al contrario: en el fondo, el amor es la pobreza. El amor es no tener. El amor es incluso la desilusión de lo que se pensaba que era el amor”.
Las querencias adictivas, la ceguera. La piedra.