Lunes
La semana se asoma etílica en exceso.
Era sapo. No hay duda, ante cualquier mirada era sapo verde, baboso y croaba. Pero Ella, mágica que es, en su imaginación lo transformó en príncipe. Ella construyó a un príncipe en su relato imaginario porque allí, en ese relato Ella es siempre libre, en ese intersticio todo es posible. Vivió entonces con el sapo, y lo besó y lo besó y lo besó. Pero no se convirtió en príncipe, porque los sapos están condenados a nacer sapos y a morir sapos. El sapo entonces hostigado y hastiado de amor se transformó en Mantis. Luego se engulló a Ella, la regurgitó y desde entonces Ella hace esfuerzos sobrehumanos por asirse a ella misma. Extraviada está de su SER.
Martes
Aunque Ella se esmere en ponerle punto final a ciertos relatos, hay historias que tienen su propia indolencia y sus propios bríos. Historias indetenibles e interminables. Algo así como los amores eternos. Ajenas a la voluntad de los amantes. Es decir, la historia es otro personaje dentro del relato. Un personaje ojete, traicionero y con una fuerza brutal. Implacable.
Llega a la villa sin anunciarse el Kilimanjaro del D.F. y le regala a Ella el disco Diamond Dogs de David Bowie, además del libro Edgar Allan Poe Complete and Unabridged, una edición de lujo en pasta dura, en el idioma original.
Se le perdona la presencia y la continuidad de la historia al Kili, con tan buenos obsequios. En la dedicatoria él le escribe: “Urgencia: Amor me orgía verte”. Ella llama a varios amigos y los invita a reunirse en la villa porque el Kili es además un excelente conversador. La palabra seductora. El Kili comienza a relatar anécdotas del tipo:
–Alguna vez que fui a la mi querida UNAM a la Facultad de Filosofía y Letras a dar una charla sobre música les pregunté a los estudiantes: “¿Por qué les gusta Juan Gabriel?”. La respuesta es bellísima, digna de la inoperancia y desactividad mental que padecen. Respondieron: “Pues porque lo oímos en el radio y por favor no se meta con él”.
Fin de la anécdota.
Pero el Kili sólo ha venido a cogerla. Sí a Ella. A eso y sólo a eso ha venido. A masturbarse en Ella. –¿Dónde está el equilibrio entre el sentir y el verbo?– le susurra Ella. Pero él viene a lo que viene y ya. A vaciarse, a saciarse y a marcharse. Ella entiende que su sexo es inquieto y demandante. Es un sexo eternamente voraz y brusco, no se asoma en el la terneza. Ella cada vez está menos dispuesta y se lo hace patente, muy patente. Ella ama esas manos hermosas y esa voz, pero hacia él, el deseo se ha desmayado ya per secula seculorum. Crónico está, el deseo. Moribundo.
Bowie entona Sweet Thing:
It’s safe in the city to love in a doorway
To wrangle some screams from the dawn
And isn’t it me, putting pain in a stranger?
Like a portrait in flesh, who trails on a leash
Will you see that I’m scared and I’m lonely?
So I’ll break up my room, and yawn and I
Run to the centre of things
Where the knowing one says:
“Boys, Boys, its a sweet thing
Boys, Boys, its a sweet thing, sweet thing
If you want it, Boys, get it here, thing
‘Cause hope, Boys, is a cheap thing, cheap thing”
Todos toman en la villa. Inflan e inflan alcohol, más y más. No tienen llenadero. Es un escenario digno del pintor el Bosco eufóricos todos al estilo “El jardín de las delicias”. La villa tiembla. Parten los invitados a las 5:30 de la mañana. Antes de despedirse el Kilimanjaro espeta:
–Mañana me voy a ir de Ella.
Jueves
En la noche llegan a la villa amigos varios, ¡esos bichos raros! Entre ellos su amiga la Coppe o Caracolita Paseando, con una mujer hermosa y enigmática.
–Me llamo Leticia, soy argentina y comunista –aclara antes de saludar.
No cesan de mirarla todos, todas y todes. La presencia de esta mujer inquieta a toda la fauna de la villa al grado de no poder concentrarse, de instalarse en eternos silencios y en esos destacados pómulos. Tras varios tequilas Leticia grita: –soy putísima y me encanta–. Todos se quiebran a carcajadas ante la osada aseveración. Y se celebran y bailan y también cogen algunos de ellos.
Sábado
Las euforias en la cava de un restaurante.
Ella acude a una reunión estigmatizada por el alcohol. Leve copeo y copeo intenso y espeso. Esa amiga que dice ser su amiga “invisible” se une a la mesa, en el debraye y la desinhibición absoluta brinda porque su amiga Ella tiene “pésimos gustos”, para ser más exactos “unos gustos horribles”, cacarea. Quien la acompaña en ese instante por casualidad, sí, sí por casualidad, porque allí de pronto lo encontró en ese restaurante en una mesa sentado espeta:
–Bueno yo no soy precisamente un Alain Delon pero bla, bla, bla…(Ella no recuerda bien que dijo)
Lo que esta amiga invisible ignora con absoluta certeza es que este “acompañante furtivo y sin rostro” lo que no tiene de agraciado lo tiene de encantador de serpientes. Él es poeta y los buenos Poetas, con “P” Mayúscula tienen de antemano el perdón de todos los Dioses. El perdón por su existencia ilógica, anfibia. Y él es uno de ellos. La amiga Lulú que acompaña a la amiga “invisible” y está también en la mesa dice:
–Dejémonos de tonterías lo único que importa son los impulsos feromónicos. Eso es todo. Lo demás son sólo malditas palabras.
–Cuando el hombre no te dice nada y guarda silencio empiezas a descubrir quién es – enfatiza Ella y continúa– hacer el amor es figurativo. El lenguaje miente, es una condición inherente a su esencia. ¡¡¡Salut por las malditas palabras!!!.
Y así transcurre toda la embriagada tarde. Al grado que Ella al día siguiente en una angustiante y desesperada cruda llama a su amigo –ese soltero empedernido y estrógeno dependiente- para que le reconstruya la memoria de todo lo dicho y lo no dicho, porque con tanto alcohol y aberrantes combinaciones se le ha borrado el cassette TO-TAL-MEN-TE. Borrón sin cuenta nueva. Lo que no puede ni podrá jamás olvidar Ella es que este hombre de pronto aparecido la embruja inevitablemente con sus fragancias. La memoria olfativa es infalible. Esclava es de su Colonia.
Ella llega a la villa y en qué estado ¡válgame Dios! ahíta en alcohol. Cae noqueada. Olvida su cita con “ese amor secreto”. Él llega a la villa a la hora acordada días antes. Toca la puerta, llama al teléfono. Ring, ring, ring, riiing… No hay respuesta. Insiste en vano. Le deja un mensaje escrito: “Cuánta oscuridad en la villa y en tu SER. Sigue en
pié la invitación a la playa”.
Domingo
Ella lee el mensaje pero está semi-anestesiada por la cruda, casi al borde del soponcio. Lo guarda quién sabe donde. Impulsiva que es Ella ante un guayabo desbordado toma su auto y se va a un retiro de silencio al Convento Virgo Fidelis. En el camino escucha Goodbye my lover de James Blunt:
Did I disappoint you or let you down?
Should I be feeling guilty or let the judges frown?
‘Couse I saw the end before we’d begun,
Yes I saw you were blinded and I knew I had won.
So I took what’s mine by eternal right.
Took your soul out into the night.
It may be over but it won’t stop there.
I am here for you if you’d only care.
Goodbye my lover
Goodbye my friend.
Y Ella repite “It may be over but it won’t stop there”. Otra historia sin fin. ¡Carajo! Caminando por los campos Ella añora entonces aquellas andanzas en todos los moteles de quinta de la ciudad con ese hombre imaginario. Y es que él era un saco de sorpresas, antes de entrar al cuarto sacaba su recién adquirido I Phone, que tenía además un aditamento que no tenía ningún otro teléfono de este tipo; un detector de cámaras escondidas. Y con qué paciencia recorría con el celular todos los espejos y rincones del cuarto esperando que sonara la alarma tras haber detectado una cámara oculta. Cosa que nunca ocurrió. Encuentros lúdicos, acompañados siempre de un buen libro. Tras el acto, ellos leían poesía en voz alta, ¡ah! y cómo se reían y cómo se atascaban de vida en los moteles más sórdidos de la ciudad de 25 pesos por noche. Y él siempre pedía además descuento, y exigía que Ella pagara su parte correspondiente. Y Ella invariablemente conducía el carro de ese hombre, porque entre los muchos temores que lo carcomían, se aterraba ante la posibilidad de que lo vieran salir de estos inframundos con Ella.
A Ella poco le importaba que la viera el mundo entero:
–Cuando el amor se esconde es otra cosa– le insistía recorriéndole los oídos con la punta de lengua. Pero él simplemente no entendió nunca nada. Porque el sapo está condenado a croar, y el hombre sin rostro y sensibilidad de pato de plástico como buen sapo, sólo croa, croa, croa y también CROA.
El sapo y la bella
Bella Ella
Ella y el sapo
El SA-PO-ETA
Este hombre no existe por más que Ella se empeñe en encontrarlo. ¡Ah si lo sabré yo que soy su autora!. Y es que todo él es niebla húmeda. Desde ese primer deslumbramiento que Ella tuvo cuando lo conoció, él fue niebla húmeda. Por eso Ella no ha tenido otra opción más que recrearlo en su relato imaginario, construirlo, inventarlo, darle forma. Él miente como si la mentira fuera asunto de los decentes, de la buena educación.
Así él le dijera trece años después de estar sepultado en el olvido que le gusta escuchar su voz. La voz de Ella. A lo que Ella habría de responderle:
-La gente que no habla y sólo escucha tiene el ropero repleto de cadáveres.