Capítulo 52
La ley del Karma
Anais bajó a ver a Narda para ponerla al tanto de todo lo que estaba pasando. Ella más que nadie sabía la situación por la que estaba pasando Fernando.
La encontró todavía en pijamas. Narda no se arreglaba hasta pasado el medio día. Dormía doce horas diarias para tratar de compensar tantos años de juerga y desvelos.
Cuando entró, Anais se sentó en la sala. Notó entonces que su amiga no estaba sola.
Narda entró a su habitación y se escuchó cómo despedía a su visita nocturna.
–Ay, hombre, es Anais, no pasa nada, es de la casa. Vístete, ya así sin bañar, y te hablo más tarde.
El hombre que estaba dentro hablaba quedito, como si así pudiera pasar desapercibido.
–Que no, de todas maneras, ni hay por dónde salir y te va a ver. Apúrale, anda, yo te saco.
Anais trataba de imaginar quién saldría por esa puerta. ¿Sería algún conocido? ¿Viejo, joven? Un amante añejo.
Minutos más tarde Narda reapareció ya enfundada en unos pants y, de su mano, un joven bastante apuesto que apenas la vio bajó la mirada.
–Mira, amor, ella es Anais. ¡Saluda, pelado!, nadie te va a comer.
–Buenos días.
–Hola, qué tal.
El muchacho quería desparecer rápidamente, pero Narda, provocadora como siempre, todavía le propinó una buena dosis de besos en el umbral de la puerta. Luego cerró y comenzó a reírse con malicia.
–¿Cómo lo ves? Es mi nuevo amorcito. Con estos una necesita ni Botox ni colágenos. Ellos te inyectan la vida. Ya llegarás, mana. Ya llegará el momento en el que mi querido Manuel se vaya a calacas y ocupes uno de estos.
–No lo sé. Creo que no me podría acomodar con alguien más joven.
–Ahorita, chula. Porque eres chula, precisamente, y tienes todo puesto en tu lugar, pero deja que pasen los cincuenta y verás qué catástrofe.
–¿Cuándo comenzaste a salir con chavillos?
–Yo siempre. Digo, tenía mis amores con los que comía, viajaba y compartía muchas cosas, pero también tuve siempre mis lados b.
–Zorra.
–¡Sabia, muñequita!, sabia. Si sólo me hubiera dedicado a encenderle incienso a los cabrones que me atropellaban y me traían de ornato, se me hubiera resecado el alma. Te lo juro. Esos tipos, como el Senderos, te vampirean cañón. Vas a ver que, si sigues con él, en tres años ya no se va a notar tanto la diferencia. Te acaban, te chupan la energía, por eso no te dejes y no abandones al demás ganado. Si quieres entrar a una etapa de beatitud por el enculamiento actual, hazlo, pero no le des más de dos años de exclusividad. Ni lo valoran, y en el fondo es mejor que sospechen que no son los únicos. Recuerda: cazar o ser cazados. Les gusta cazar. Si te le pones de tapete, te va a pisar. ¿Lo sabes, ¿no?
–Claro que lo sé. Pero bueno, no vengo a hablar de Manuel. O sí, pero en otro contexto.
–Ya, ya. Si ya medio Puebla sabe lo que pasó ayer. Fernando está preso y Manuel va a ayudarlo a salir.
–¿Cómo supiste? No jodas, esta ciudad es un hervidero de chismes. ¿Qué no tienen más qué hacer?
–No cogen, entonces se meten en las vidas ajenas. O no: sí cogen, pero los que no se dedican de tiempo completo al rumor. Aparte, nenita, lo pescaron en un restaurante. Estaba lleno. Hasta me enteré del evento en el baño de damas.
–¿Qué? ¿Es en serio? ¿Quién te contó?
–Uno de los que estaba sentado con Fernando, precisamente. Me dijo que mientras apañaban al Fer, Senderos se estaba comiendo a su nuera en el baño. Todo el restaurante se enteró, y a estas horas todos los amigochos de Lupe, si no es que hasta ella también ya está al tanto.
–Me vale. Finalmente lo hicimos para eso. Ya sabes, la dinámica de sentirse observados. Una maravilla.
–¿Y qué tal, bien?
–Uy, sí. De ahí soy.
–No seas tanto, ya te dije. No es que Manuel no sea de fiar; ningún hombre lo es.
–¿Ni el que acaba de salir por esa puerta?
–Pobre capullo. Ese niño apenas si conoce la o por lo redondo, pero es un sementalito. ¿Y qué va a pasar con mi Fer?
–Manuel va a negociar con Ruy.
–Mta madre, va a haber desplumadero.
–¿Quién es ese tipo?
–Es un hamponazo, una rata asquerosa. Aparte de agiotista anda lavándole al narco. Una ficha. Mi Fer no sabe en dónde se metió y no sé cómo pueda hacerle nuestro amigo para negociar algo. Lupe va salir por patas de su casota.
–No hay de otra. Es una lanísima. Me dijo Manuel que ni con la casa se salda.
–Y ella lo sabe, por qué crees que está como perra lamiéndose los bigotes con tu depa. Imagínate hasta qué grado está desesperada que es capaz de volverse mi vecina.
–Lo peor que le puede pasar.
–Soy su pinche karma…