Capítulo 39
Que arda Puebla
Lupe iba por el tercer whisky cuando se le empezó a aflojar la lengua.
Paula era la más insidiosa del grupo, así que no tardó mucho en encenderle la mecha para que despotricara.
–Te toca repartir, Chiquis. Tú traes muy buena mano hoy Lupe, te sirvió descansar de nosotras.
–No fue voluntario, querida. Las extrañaba, pero les juro que no me podía levantar. Me dolía todo el cuerpo.
–Oye, te voy a mandar a mi terapeuta de los imanes; no sabes, es una maravilla. Te quita los dolores en pocas sesiones y no es muy caro.
–Nadie te preguntó si era caro, yo jamás escatimo en mi salud.
–Por cierto, Lupe, necesitamos que nos digas qué onda con tu nuera. La vimos en el funeral y se veía entera.
–Carajo, Lola, no seas amarra navajas; cada quien sintetiza las penas distinto: unos lloran, otros no, terció Chiquis.
–Esa mujer, esa mujer…
–¿Qué pasó? ¿No que se llevaban de lujo? Tú siempre la defendiste, Lupe, ¿de qué nos perdimos?
–Preferiría no tocar el tema, sin embargo, voy a ponerlas al tanto antes de que les lleguen versiones tergiversadas.
–A mí me han contado cosas que la verdad no creo.
–¿Cómo qué?
–Como que andaba con el doctor Lorenzana.
–Ajá, eso dicen, y no lo dudo ni tantito. Miren, ustedes saben más que nadie cómo la cuidé, cómo me desviví para que se sintiera de la familia, cómo la conecté para sus trabajos. Y sí, la verdad es que es estupenda actriz; los primeros años fue muy mona, muy diligente y servicial, pero sobre todo se notaba que se entendía bien con mi hijo. La cosa cambió cuando llegaron al edificio y conoció a Narda. Ahí se me volteó por completo.
–Por Dios, Lupe, Narda es una tomada de pelo ya, inofensiva; nada más es el rumor de lo que fue. No, si ya que andamos en éstas, déjame decirte algo que puede ser delicado, pero necesitas saberlo: me contó Pepa Gutiérrez que un día su hija fue con Anais a un restaurante muy acá y que tenía una cava a su disposición. Pero eso no es nada raro, cualquiera puede comprar una: el detalle está en que esa tarde se les acercó un gatazo de esos norteños, y que muy confianzudo con Anais; le dijo que si le había gustado el regalo. La hija de mi amiga se sorprendió, no sabía de qué hablaban; total, el tipo, que al parecer era cliente de Fersito, le había regalado la dichosa cava. Eso lo sabía tu hijo, él lo permitió, sin embargo, esta niña jura que Anais se puso muy nerviosa cuando este tipejo se les acercó. Pagó las cuentas de medio restaurante; creo que era narco, amiga. Y… pues no sé, dicen que igual pudiera ser que Anais tuviera sus queveres con él y pues, ay… quizás.
–¿Estás insinuando que ese malandro mató a mi hijo?
–No Lupe, Paula no está insinuando, lo sospecha y se corre muy fuerte el rumor. Caray, si ya estás abriendo el juego y te estás dejando de hacer la tonta con respecto a las mañas de esa mujer, no me digas que no podría ser una posibilidad.
–No lo sé. Es muy fuerte para mí todo esto. Además, quedamos que no tocaríamos el tema de mi hijo.
–Es que es necesario, nena, que lo saques; que llores si quieres, acá con nosotras; que te desahogues.
–Nunca hallaré consuelo. Ustedes saben que yo soy una mujer justa; si algo tengo bueno es que no soy parcial, por eso les digo que esa acusación sí se sale de toda proporción. Yo por mi parte estoy presionando a Fernando para que las autoridades hagan lo suyo y den con los responsables, y en efecto, dicen que la principal línea de investigación va hacia un tema con esos malandros. Les juro por Dios que no sé en qué momento mi hijo accedió a hacerles sus casas. Yo creo que lo han de haber engañado.
–Lupe, mi amor, por favor, ahí sí déjame contradecirte: se nota a leguas cuando alguien anda en esos submundos. No culpo a Fer, finalmente dicen que esa gentuza obliga a los demás para que les trabajen o si no se cobran a lo chino. Qué país, ¿verdad? Yo por eso agradezco infinitamente que mis hijos y mis nietos vivan fuera de este infiernillo.
–No voy a especular. Ahora bien, quiero pedirte un favor a ti, Paula… yo sé que te llevas mucho con las primas de Manuel Senderos.
–Ay, sí, vamos al voluntariado juntas desde hace años. Tipazas todas, muy devotas, buenas mujeres. Yo no sé cómo es que Manuel se volvió tan temido si en el fondo también es muy buena persona.
–Eso no lo sé ni me interesa. Lo digo por algo: es el abogado de Anais y juntos me quieren fregar. Ahora bien, sospecho que algo se traen esos dos. Los vi muy juntos en el velorio y luego supe que hasta cenaron en casa de Anais con la alcahueta de Narda. ¿Qué sabemos de Manuel? ¿Sigue casado o qué?
–No creo que ande con Anais. Lupe, por favor, podría ser su papá.
–Yo lo sé, pero eso qué importa. Es lo que se estila.
–Bueno, para resolver tus dudas: no, no sigue casado. Hace años se separó de su esposa.
–¿Y se llevan bien?
–Ah, eso sí quién sabe. Yo soy amiga de las primas, pero nunca hemos hablado de eso.
–Mmmm, así que por ahí no puedo entrarle.
–¿O sea que planeabas chantajear a Senderos? Lupe, no seas ingenua… Nadie se pone con Sansón a las patadas. Ahí ni te metas, porque dicen que por las malas es un demonio.
–Algo se traen, y quién sabe, a lo mejor desde antes de que mi hijito se muriera.
–Lo dudo. Manuel es un gran solitario. Se le han conocido muy pocos romances, o se cuida mucho de no balconearse, pero en caso de que sí, eso no te da ventaja de nada. Lo que yo te aconsejo es que apliques la operación Nerón.
–¿La quemo?
–Claro, quémala tanto que no tenga cabida en ningún lado. El departamento, querida amiga, es lo de menos. Ya dalo por perdido. Aparte a ti ni falta te hace, reinis.
–No, falta no me hace, sin embargo, no quiero que se salga con la suya.
–Quémala. Vamos a hacer algo: voy a soltar el rumor de su relación con el narco en el Sport City.
–Pero si allí ya está lleno de esa gente espantosa, la van a respetar más.
–Ellos, Lupe. Pero no los poblanos. No nuestros amigos.
–Ajá, la quemo socialmente y qué. Puebla ya no es un pueblo. A la gente le vale un bledo si alguien anda enrolado con la escoria, mientras haya dinero de por medio venden su dignidad y sus valores. No va a servir.
–Obviamente no la van a expulsar del pueblo como putilla siciliana, pero sí se va a acotar su campo de acción. ¿Recuerdas a la viuda negra de Las Fuentes? A pesar de su guapura y su cuerpazo se quedó sola y apestada cuando el escandalazo del marido.
–Bueno, pues si quieres esparce el rumor está bien, y también mete en el chisme a Manuel. Si llega a sus oídos lo del narco ese va a ser el primero en darle una patada en el trasero. Es bien macho, ¿no?
–Ajá. Y mocho. Así que ya sé por dónde voy a empezar a soltar el veneno: en el voluntariado.
–Para que se enteren las primas.
–Ajá, y créeme que las conozco: no les va a gustar nadita saber que una golfa de esa calaña anda rondando su familia.
–Pues salud por eso.
–¡Salud!
A las tres de la madrugada, Lupe salió de la jugada: ebria, devastada, pero con las pilas puestas para hacer que Puebla ardiera, aunque las brasas alcanzaran el nombre de su amado hijo.